viernes, 10 de noviembre de 2006

EL MODO DE HACER BRITANICO


Lluis Casas


Los británicos, no nos engañemos, son distintos. Frente a los debates domésticos, por fin generalizados sobre el cambio climático, el ministro de economía y futuro primer ministro británico encarga a un político de prestigio un informe independiente. Fantástico. ¿Se imaginan algo así, aquí? Pero es que hay más, además del encargarlo, se publica por todo lo alto, comprometiendo mucho al encargador. Sigo. El análisis y las medidas no son para tomarlas a broma, luego el compromiso es de altura. ¡Quien pudiera!



Resumen de las Conclusiones

Aún queda tiempo para evitar los peores impactos del cambio climático, si emprendemos acciones enérgicas ahora


La evidencia científica en estos momentos es abrumadora: el cambio climático constituye una grave amenaza global, y exige una respuesta global urgente.


Este Informe ha evaluado una extensa serie de pruebas de los impactos del cambio climático y de los costes económicos, y ha utilizado varias técnicas diferentes para evaluar los costes y los riesgos. Desde todas estas perspectivas, la evidencia recopilada en el Informe llega a una sencilla conclusión: los beneficios de acciones enérgicas y tempranas superan con creces los costes económicos de la inacción.


El cambio climático afectará los elementos básicos de la vida de personas de todas partes del mundo - el acceso al agua, la producción de alimentos, la sanidad, y el medio ambiente. Cientos de millones de personas podrían sufrir hambre, escasez de agua e inundaciones costeras a medida que se calienta el planeta.


Utilizando los resultados de modelos económicos anteriores, el Informe estima que si no actuamos, los costes globales y los riesgos del cambio climático equivaldrán a la pérdida de al menos un 5% del PIB global anual, ahora y siempre. Teniendo en cuenta una mayor diversidad de riesgos e impactos, las estimaciones de los daños podrían alcanzar un 20% o más del PIB.


Por contra, los costes de acciones pertinentes - reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar los peores impactos del cambio climático - pueden limitarse a alrededor de un 1% del PIB global anual.


Las inversiones que se hagan en los próximos 10 a 20 años tendrán profundos efectos en el clima durante la segunda mitad de este siglo y en el siguiente. Lo que hagamos ahora y a lo largo de las próximas décadas podría plantear riesgos de grandes alteraciones en la actividad económica y social, a un nivel similar a los riesgos asociados con las grandes guerras y la depresión económica de la primera mitad del siglo XX. Y será difícil o imposible invertir estos cambios.


Así que la toma de prontas y enérgicas medidas está claramente justificada. Dado que el cambio climático es un problema global, la respuesta ante el mismo debe ser internacional. Debe basarse en una visión compartida de los objetivos y en acuerdos sobre marcos que aceleren las acciones a lo largo de la próxima década; y debe inspirarse en enfoques que se refuercen mutuamente a nivel nacional, regional e internacional.


El cambio climático podría tener impactos muy graves en el crecimiento y en el desarrollo


Si no se toman medidas para reducir las emisiones, la concentración de emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera podría alcanzar el doble de su nivel preindustrial tan pronto como el año 2035, comprometiéndonos prácticamente con un aumento medio global de temperatura de más de 2º C. A más largo plazo, habría más de un 50% de probabilidades de que el aumento de temperatura superara los 5º C. Un aumento de esta índole sería extremadamente peligroso; equivale al cambio producido en las temperaturas medias desde la última edad del hielo hasta hoy. Un cambio tan radical en la geografía física del mundo tiene que dar lugar a importantes cambios en la geografía humana - dónde viven las personas y cómo viven su vida.



Incluso a niveles de calentamiento más moderados, todos los indicios - desde estudios detallados de los impactos regionales y sectoriales de patrones meteorológicos cambiantes hasta modelos económicos de los efectos globales - apuntan a que el cambio climático producirá grandes impactos en la producción mundial, en la vida humana y en el medio ambiente.


Todos los países serán afectados. Los más vulnerables - los países y poblaciones más pobres - sufrirán antes y más intensamente, aun cuando sean los que menos hayan contribuido a las causas del cambio climático. Los costes de las condiciones meteorológicas extremas, incluidas las inundaciones, las sequías y las tormentas, ya están aumentando, incluso para los países ricos.


La adaptación al cambio climático - es decir, la toma de medidas para crear resistencia y minimizar los costes - es imprescindible. Ya no es posible impedir el cambio climático que tendrá lugar a lo largo de las próximas dos o tres décadas, pero aún es posible proteger en cierta medida nuestras sociedades y economías contra sus impactos - por ejemplo, proporcionando mejor información, mejor planificación, así como cultivos e infraestructura más resistentes al clima. La adaptación costará decenas de billones de dólares al año tan sólo en los países en desarrollo, y ejercerá más presiones sobre recursos ya de por sí escasos. Debería acelerarse el trabajo de adaptación, especialmente en los países en desarrollo.

Los costes de la estabilización del clima son considerables pero manejables; una demora sería peligrosa y mucho más costosa


Los riesgos de los peores impactos del cambio climático pueden reducirse sustancialmente si se consigue estabilizar los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera en el equivalente (CO2e) de entre 450 y 550ppm CO2. El nivel actual es de 430ppm CO2e, y está aumentando a más de 2ppm cada año. Una estabilización en este rango requeriría que las emisiones estuvieran por lo menos un 25% por debajo de los niveles actuales en el año 2050, y tal vez mucho más.


En última instancia, sea cuál sea el nivel de la estabilización, las emisiones anuales deberán reducirse a más de un 80% por debajo de los niveles actuales.


Esto constituye un reto importante, pero una acción sostenida a largo plazo puede lograrlo a unos costes que resulten bajos en comparación con los riesgos de la inacción. Las estimaciones centrales de los costes anuales de lograr una estabilización de entre 500 y 550ppm CO2e se sitúan en un 1% del PIB global, en el supuesto de comenzar a tomar medidas enérgicas ahora.

Los costes podrían ser aún más bajos si hubiera avances significativos en eficiencia, o si se midieran los importantes cobeneficios, por ejemplo, de una menor contaminación del aire. Los costes serán más elevados si la innovación de las tecnologías bajas en carbono se retrasa más de lo previsto, o si los formuladores de políticas no logran aprovechar al máximo aquellos instrumentos económicos que permitan una reducción de emisiones, en el momento, lugar, y modo en que resulta más barato hacerlo.


Ya sería muy difícil y costoso intentar alcanzar una estabilización a 450ppm CO2e. Si nos demoramos, puede que se pierda la oportunidad de lograr una estabilización a 500-550ppm CO2e.


Se requieren medidas sobre cambio climático en todos los países, y estas medidas no tienen por qué frustrar las aspiraciones de crecimiento de países ricos o pobres


Los costes de tomar medidas no están distribuidas igualmente en los sectores o en el mundo. Aun si los países ricos asumen la responsabilidad de reducciones absolutas en emisiones de un 60-80% en 2050, los países en desarrollo deben tomar medidas importantes también. Pero no se debería pedir a los países en desarrollo que asuman la totalidad de los costes de estas medidas por sí mismos, y no tendrán que hacerlo. Los mercados de carbono de países ricos ya están empezando a proporcionar flujos financieros para apoyar el desarrollo de tecnologías bajas en carbono, a través del Mecanismo de Desarrollo Limpio, entre otros. Ahora se precisa una transformación de estos flujos para apoyar acciones al nivel requerido.


Las medidas sobre cambio climático también crearán importantes oportunidades empresariales, a medida que se crean nuevos mercados de tecnologías bajas en carbono y de otros bienes y servicios bajos en carbono. Estos mercados podrían llegar a valer cientos de billones de dólares anuales, y el empleo en estos sectores crecerá en consecuencia.


El mundo no está obligado a elegir entre evitar el cambio climático o promover el crecimiento y desarrollo. Los cambios habidos en las tecnologías energéticas y en la estructura de las economías han creado oportunidades para desvincular el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho, el hacer caso omiso del cambio climático llegará, con el tiempo, a perjudicar el crecimiento económico.


La lucha contra el cambio climático es una estrategia que favorece el crecimiento a más largo plazo, y se puede hacer de manera que no limite las aspiraciones de crecimiento de países ricos o pobres.


Existe una serie de opciones para reducir las emisiones; se requieren medidas enérgicas y decisivas para estimular su acogida


Las emisiones pueden reducirse mediante una mayor eficiencia energética, modificaciones de la demanda, y la adopción de tecnologías de energía limpia, calor y transporte. El sector energético de todas las regiones del mundo tendría que llegar a una "decarbonización" de un 60% como mínimo en 2050 para que las concentraciones atmosféricas se estabilizaran en 550ppm CO2e, o menos, y también serán necesarias grandes reducciones de emisiones en el sector de transportes.


Aun con una expansión muy fuerte del uso de energías renovables y otras fuentes de energía bajas en carbono, los combustibles fósiles podrían representar más de la mitad del suministro global de energía en 2050. El carbón seguirá desempeñando un papel importante en la mezcla energética de todo el mundo, incluyendo las economías de rápido crecimiento. La captura y almacenamiento de carbono a gran escala será necesario para permitir el uso continuado de combustibles fósiles sin dañar la atmósfera.


También es imprescindible lograr reducciones no energéticas, por ejemplo, por medio de la deforestación y de procesos agrícolas e industriales.


A través de opciones políticas enérgicas y decisivas, será posible reducir las emisiones, tanto en las economías desarrolladas como en las que están en desarrollo, al nivel necesario para la estabilización en el rango requerido, manteniendo a la vez un crecimiento continuado.


El cambio climático constituye el mayor fracaso del mercado jamás visto en el mundo, e interactúa con otras imperfecciones del mercado. Tienen que formularse tres elementos de política para una respuesta global efectiva. El primero es la fijación del precio del carbono, aplicada a través de impuestos, comercio de emisiones o regulación. El segundo se refiere a una política que apoye la innovación y el despliegue de tecnologías bajas en carbono. Y el tercero se refiere a medidas para eliminar las barreras a la eficiencia energética, y para informar, educar y persuadir a las personas acerca de lo que pueden hacer para responder al cambio climático.


El cambio climático exige una respuesta internacional, basada en un entendimiento común de los objetivos a largo plazo y en un acuerdo sobre marcos de acción


Muchos países y regiones ya están tomando medidas: la UE, California y China figuran entre los que tienen las más ambiciosas políticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El Convenio de la ONU sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kioto ofrecen una base para la cooperación internacional, junto con una serie de asociaciones y otros enfoques. Pero ahora se requieren medidas más ambiciosas en todo el mundo.


Al afrontar diversas circunstancias, los países harán uso de distintos enfoques para hacer su contribución al cambio climático. Pero las acciones emprendidas por los países a título individual no es suficente. Cada país, por muy grande que sea, es sólo parte del problema. Es fundamental crear una visión internacional compartida de los objetivos a largo plazo, y construir marcos internacionales que ayuden a cada país a desempeñar el papel que le corresponde en los esfuerzos por lograr estos objetivos comunes.


Los principales elementos de futuros marcos internacionales deberían incluir:

Comercio de emisiones: La expansión y vinculación del creciente número de sistemas de comercio de emisiones en el mundo es una poderosa manera de fomentar reducciones de emisiones rentables y de promover acciones en países en desarrollo; La fijación de objetivos firmes en países ricos podría generar flujos por valor de decenas de billones anuales para apoyar la transición a alternativas de desarrollo bajas en carbono.


Cooperación tecnológica: La coordinación informal además de acuerdos formales puede aumentar la efectividad de inversiones en innovación en todo el mundo. En el ámbito global, el apoyo a la I+D energética debería doblarse, como mínimo, y el apoyo al despliegue de nuevas tecnologías bajas en carbono debería multiplicarse por cinco. La cooperación internacional sobre normas de producto es una poderosa manera de impulsar la eficiencia energética.


Medidas para reducir la deforestación: La pérdida de bosques naturales en todo el mundo contribuye más a las emisiones globales anuales que el sector de transportes. La detención de la deforestación sería una manera altamente rentable de reducir las emisiones; podrían ponerse en marcha muy rápidamente programas piloto internacionales a gran escala con el fin de investigar la mejor forma de detener la deforestación.


Adaptación: Los países más pobres son los más vulnerables al cambio climático. Es esencial que el cambio climático se integre plenamente en la política de desarrollo, y que los países ricos honren sus promesas de aumento de apoyo a través de la ayuda al desarrollo internacional. Los fondos internacionales también deberían apoyar una mejor transmisión de datos regionales sobre impactos del cambio climático, así como trabajos investigativos en relación con nuevas variedades de cultivos más resistentes a las sequías y las inundaciones.

domingo, 29 de octubre de 2006

MUNICIPES Y CORRUPTOS



Lluis Casas*


En Parapanda hay honda preocupación por la ola de casos de corrupción urbanística que recorre España. Honrada preocupación, diría yo. Estimulante preocupación, afirmo. Por ello se me pide una tesis doctoral. No habrá tal, aunque sí algunas buenas reflexiones.


A propósito hay, a mi parecer, tres caminos complementarios que recorrer, a saber: primero, conocer los motivos de la corrupción urbanística; segundo, aproximarse a su dimensión real; tercero, entender que no es factible pretender cambiar la psicología humana.


Los tres caminos han sido recorridos parcialmente en artículos anteriores. La experiencia me confirma que la base de la situación actual está lejos en el tiempo. La encontramos en el abandono de la política de vivienda, en la dejadez de la política fiscal sobre las plus valúas urbanísticas, en la trasnochada arca municipal y, claro está, en el excesivo número de municipios y de ello, y para una mayoría, su escasa capacidad política y técnica. Los condimentos están preparados.


Segundo. Las dimensiones no son las que parecen. Ni todo el beneficio inmobiliario es fruto de la corrupción, ni la corrupción es el único problema respecto al exceso de apropiación económica del mundo inmobiliario. La mayor es el negocio inmobiliario y la menor la corrupción. Ello no concuerda con la impresión mediática, en la prensa es más vistoso que aparezcan los palomos y los poceros y el enclave marbellí. Por ello, los ciudadanos terminan por padecer presbicia. Pero, ojo, el verdadero negocio está en la mayor, en donde confluyen empresas de gran dimensión, entidades financieras de elegante nombre y apellidos de rancio abolengo.


Tercero. La corrupción es consustancial a lo humano. Igual que el delito en general y la mentira en particular. Woody Allen dispone de un espléndido arsenal de películas que lo relatan. No hay que buscar presunciones psicológicas para el corrupto, sea corrupto por activa o por pasiva. No hay corruptos, se hacen y los humanos caemos como moscas en cuanto olemos el pastel.


Planteado el problema en sus bases, me acerco a la cuestión municipal. Primera pregunta, ¿por qué los municipios están el la ola del huracán? Respuesta: Por que tienen amplias competencias urbanísticas. Son la base del gran negocio inmobiliario: la recalificación del suelo.

Segunda pregunta. ¿A qué viene ese apetito de dinero? Respuesta: la hacienda local esta hecha una birria, desde los siglos de los siglos y así parece que continuará. Por ello, cuando un regidor consigue entender como funciona la máquina inmobiliaria de hacer dinero, se hace socio y empieza a financiar servicios locales. Y ya no puede apearse, o no le dejan apearse.


Tercera pregunta. ¿Puede evitarse? Respuesta: Sí. Hay que querer hacerlo y utilizar el instrumental existente al efecto. Existe, es amplio y hay donde aconsejarse. Salgan a Europa, señores.


Cuarta pregunta. ¿Los ayuntamientos tienen la culpa? Respuesta: No, solo los que han caído en la tentación. Del mismo modo que la justicia solo envía a prisión al delincuente. No al resto de la humanidad.
Quinta pregunta. ¿Hay que modificar la legislación y las competencias locales? Respuesta: Sí, pero no por la corrupción, sino para dotar a nuestros sufridos municipios de aquello que necesitan, capacidad técnica, leyes fiscales adecuadas y recursos económicos. Del resto se encargan el juez de guardia y los votantes. En cuanto a las competencias urbanísticas hay que quitar presión económica a la recalificación del suelo y establecer medidas planificadoras del territorio y de control que impidan barbaridades. No está prohibido ser alcalde y padecer de locura transitoria.


El resto corresponde a lo que el buen catalán se refiere como mear fuera del tiesto.


*Lluis Casas. Presidente del Centro Musical Parapapandés Georges Brassens

viernes, 29 de septiembre de 2006

ACERCA DE UN DEBATE ENTRE SINDICALISTAS




Mi primera impresión frente a artículos que no son una novedad intelectual social, pero si lo son en el ámbito sindical: Los hubiera colocado a la inversa, el pesimista primero y el socialdemócrata después. El resultado es más creíble y coherente.


A lo largo de los últimos 35 años han aparecido diversos informes sobre el cataclismo humano y/o ambiental. Sea por la contaminación, por la escasez de recursos o por la bomba. De hecho Malthus sufrió la misma enfermedad. El club de Roma, aun vivo y un autor marxista de la Alemania democrática, Wolfgang Harich, comunismo sin crecimiento, por no citar la multitud de ecólogos, entre otros son recuerdos recientes para mí.


Vaya por delante que tienen razón. Agotar los recursos y crecer con el actual modelo parece imposible. Y debe serlo con toda probabilidad. Pero la historia reciente ha producido una cierta paradoja entre esa constatación y la realidad: el petróleo continúa saliendo a costes aceptables y poco a poco aparecen tecnologías aplicables que suavizan ligeramente el problema. Esta dinámica histórica y tecnológica seguirá. Sus límites nos son desconocidos y el calendario concreto también. Según mi información el mercado del automóvil, sector central de la crisis energética, se mantiene e incluso se expande. Las alternativas tecnológicas se desarrollan y aplican, reducción del consumo por unidad de recorrido, aparición de combustibles biológicos, anunció de alternativas de hidrógeno plausibles, etc. Ello me induce a pensar que anunciar el cataclismo absoluto es un error y también una equivocación comunicativa. No hay que renunciar a los profetas, pero hay que tenerlos donde conviene. En cambio, el reformismo ambiental tiene eficacia y consecuencias inmediatas, aunque sigue siendo una materia dura de pelar con empresarios, consumidores y otras especies protegidas.


Si hay que impulsar un cambio de modelo, yo también lo creo, alguien deberá hacerlo, no desanimemos a la gente. Un mundo mejor es posible, incluso sin coche privado.

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Otra nota editorial: De momento se propone un modelo de debate muy parecido al que tuvimos en esta plaza entre dos afamados sindicalistas. Que ponemos a disposición de los tres contertulios (Casas, Serrano y Bermúdez) para ver si les parece oporotuno repetir ese estilo. Ver en:

http://www.100annicgil.it/default.asp?serv=/servizi/3223/3233/xmlservizio

miércoles, 20 de septiembre de 2006

VIVIENDA Y CAMPAÑA ELECTORAL: Mis siete advertencias



Lluis Casas*


Lamentándolo mucho, las circunstancies me impelen a volver sobre el ruido inmobiliario. Mi abdicación respecto al mal asunto de la vivienda se viene abajo. La campaña electoral ha hecho su aparición. Los disparos de la precampaña, ¿qué quiere decir precampaña?, obligan al público a resguardarse tras los tabiques. Catalunya está en llamas, como el Yang Tse fílmico.


Prometo solemnemente solo dos artículos más. Este, de cuerpo digital presente y uno posterior celebrando las ocurrencias electorales de algunos. Al respecto, y por mi propio respeto, advierto a los lectores de toda condición de sexo e hipoteca que no soy de los que creen que todos los políticos son iguales. Ni lo son los políticos, ni lo son las fuerzas políticas. Por eso hay que distinguir y seleccionar con atención lo que dicen y lo que algunos escriben.


Al respecto, hoy algunos líderes se han echado a la espalda el problema de la vivienda. Con ello me han provocado conscientemente. Tenemos en los periódicos de hoy distintas ofertas, unas las anoto de publicitarias por su gracejo conceptual, otras de programáticas por su reconocible realismo y prestancia, que no radicalidad. En este campo, no se si por fortuna o desventura, nadie es radical. Rectifico, nadie que cuente algo en política es radical. No quiero problemas con los okupas de mi barrio, formidables buenos vecinos y grácil contrapunto del decaimiento ideológico.


En primera página de esos periódicos alguno nos advierte que pagará la mitad del alquiler de la vivienda a los jóvenes. Otro nos ofrece vivienda pública abstracta. El siguiente multiplica por dos lo que se está haciendo. Solo uno confirma la línea gubernamental actual.


Oído cocina, en el govern de Catalunya se han sentado tres fuerzas políticas, todas ellas corresponsables por razón del cargo del conjunto de las propuestas y acciones sobre la vivienda.
Como ya he anticipado que el comentario sobre el jolgorio electoral lo haré posteriormente, me centro en lo que creo que toca: advertir al plácido lector digital de que el mundo se mueve y que debe procurar poner las patas de la silla bien afirmadas en el suelo.


Primera advertencia. El mercado financiero se encarece a ojos vistas. No se han disparado las alarmas, pero el tipo de interés de referencia hipotecaria sufre un agitón de cuidado. Resultado, los costes para el sufrido hipotecario suben con rapidez y el ajuste entre gastos e ingresos mensuales deriva en dificultades crecientes. Va a haber bronca en las viviendas, concretamente en el comedor y por la noche.


Segunda advertencia. El pueblo se cabrea. Es cada día más notorio que las victimas de la hipoteca se están dando cuenta que alguien les está tomando el pelo. Ya sabían que les tomaban los euros y conformados estaban, ahora se han hecho más conscientes de la cruda realidad y se volverán parcialmente inconformistas, como en el film italiano. Resultado, habrá exigencias electorales al efecto. La duda está en cuantas, pero haberlas las habrá. Las encuestas cantan y las manifestaciones, de momento ligeras de equipaje, también. A algunos políticos va a calentárseles la boca.


Tercera advertencia. Las positivas iniciativas gubernamentales han cogido carrerilla y empiezan a tomar cuerpo. La gente comienza a ser consciente de ello y se vuelve, claro está, más exigente. Resultado, la creencia en la fatalidad residencial se irá rápidamente al carajo. Si no es fatalidad lo que hay, es que hay un culpable o varios. Alerta, va a llegar una factura inesperada.


Cuarta advertencia. El mercado huele a quemado. Promotores, financieros, especuladores, empresas y notarios sienten la cercanía del ocaso. Unos años de permanente esplendor cromático y cremático no los han incapacitado para distinguir las variables de cambio. Las ven y reclaman garantías de futuro. Resultado, hay que tranquilizarles en bien de la patria, si los hipotecarios se retraen un nuevo gobierno puede pagar por ellos. ¿Fifty fifty en la factura?, ¿qué les parece?


Quinta advertencia. La situación está tan tensa que los que mientan o no digan la verdad las pasaran canutas. Ahora no se trata de poner parches, hay que tomar tila y actuar. Las medidas inmediatas no deben impedir las acciones a largo plazo. Son estas últimas las que ofrecen alternativas sólidas. Resultado, el mentiroso se verá a la legua. Su impedimenta táctica se llama subvención o ayuda individual.


Sexta advertencia. Ahora todo se debe medir. Las ofertas electorales ya no se sustentaran literariamente, por decirlo fino. El acompañamiento monetario y las acciones políticas bien definidas serán imprescindibles y valorables posteriormente en circunstancias lamentablemente, más duras. Las propuestas fiscales serán un buen indicador de credibilidad. Resultado, quien se lleve el gato del poder al agua deberá cumplir razonablemente lo ofrecido, a riesgo de bofetón de Gilda a Glenn Ford (q.e.d)


Séptima y última advertencia. Pronto aparecerá una sociología de la lumpe-vivienda y los ultra precios. Alquileres por horas. Turno de mañana, tarde y noche. Cama con baño, es decir, en el baño. Si hay baño. 15 metros por unidad familiar, independientemente de las unidades individuales de la familia. Todo por módicos precios: a 10 euros por persona, metro cuadrado y noche. Resultado, el coste financiero puede aguantarse, pero la degradación social y familiar no. Va a haber tortas.


* Lluis Casas es Concejal Honorario de Parapanda y Barman Honorífico de la Taberna Raíz Cuadrada de Menos Uno.

viernes, 15 de septiembre de 2006

¿QUÉ NUEVAS COSAS PODEMOS DECIR DE LA VIVIENDA?


Lluis Casas*

Las infraestructuras están de moda: debates entre el estatuto catalán y el tío Solbes sobre el porcentaje del PIB; los empresarios quieren más de todo, sea lo que sea, puesto que terminarán incorporándolo a sus cuentas de explotación. Si a alguien se le ocurre plantear una autopista a la Luna, seguro que tiene un gran interés y resulta imprescindible a poco que se hable de dinero.

Pero, ¿Qué entendemos hoy por infraestructuras?

Respuesta periodística: Entendemos que son inversiones que permiten el desarrollo económico, sin las cuales este se vería sensiblemente mermado. Esas inversiones pueden ser públicas, es lo más corriente, o privadas, muy de moda. Pero todas bajo un sistema de financiación que nunca a dejado de ser esencialmente público. Ejemplos háylos de todas las clases: autopista privada, concesión pública. Autopista pública-pública. Puertos y aeropuertos. Redes de comunicación y energía, etc.

Pues bien este entendimiento con el que deben estar de acuerdo, les comunico que es anticuado, por no real. Hoy el futuro depende más de la formación, en sentido universal, que de los caminos y puertos, sin despreciarlos específicamente. El acento en la obra dura constituye ya más que un error.

Esa idea, que apunto anticuada por no útil, se basa también en la consideración del proyecto constructivo y no avanza con lo que hoy es capital, y nunca mejor dicho, las redes. Aeropuerto, contrapunto red de aeropuertos. Zonas de centralidad, económica, logística, etc. contrapunto redes de centralidad. Campus universitario, contrapunto red de conocimientos. Etc. Etc.

Consecuencias hay muchas y algunas sorprendentes: la red es un país con menos impacto ambiental, con menos necesidad de cemento, más diversificado, más entrelazado, más equilibrado. Ustedes creen, si están al caso, que Barcelona/Catalunya tiene necesidad de otra pista en su aeropuerto principal o, tal vez, podría con una nueva lógica aprovechar su red de aeropuertos y ferrocarriles para gestionarlos como una sola oferta que cubriera todas las demandas posibles. Simplemente apunten: Desde Girona o Reus son veinte minutos al centro de Barcelona con la línea en construcción del AVE. Desde el aeropuerto del Prat una hora en taxi. Lo mismo digo respecto a los puertos y las mercancías. Dejo a la imaginación del lector la dimensión desconocida de la alta formación científica y técnica y de la investigación de todo nivel.

Otro más. Un país pequeño, Catalunya lo es y España pude serlo a poco que comparemos, puede resultar extraordinariamente cómodo en una red. En la red no hay distancias, pero en la realidad no digital estas son escasas, por lo que tenemos el mejor de los mundos: inmediatez digital y cercanía geográfica. ¿Por que no nos aprovechamos de ello? Piensen: mucha red, poco impacto; cercanía geográfica y ferrocarril y poco coche. Buenas condiciones de vida. ¿No les parece?
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*Lluis Casas es experto en infraestructuras. Recientemente ha sido galardonado con la distinción de Concejal Honorario del Ayuntamiento de Parapanda. Por otra parte hace dos semanas recibió el Premio “David Ricardo”. Aclaramos: no es que aquí seamos ricardianos, sino que en Parapanda nacieron los padres del afamado economista (judíos sefardíes) Abrahán Ricardo y Abigayl Del Valle.

jueves, 31 de agosto de 2006

EL FIN DE LA VIVIENDA Y DE LAS EMPRESAS INMOBILIARIAS



Lluis Casas i Carreteras


Otro cuento de ciencia ficción.

Deduzco después de las caliculares vacaciones que el asunto del ladrillo está acabado. Al menos así lo siento yo. Durante los desplazamientos veraniegos he afinado mi agudeza visual y lo que he visto no me ha gustado. Lo he contrastado con mis recuerdos acumulados y ha ido a peor. Lo he pasado por el lóbulo frontal y el resultado ha sido sobrecogedor. Mejor me voy al cine.

¿Qué voy a decirles que su experiencia no conozca? Busquen imágenes de la costa, de los pueblos y de las ciudades. Incluso desde una posición de máximo realismo económico y humildad humana, ¿no era posible, ya en democracia, un desarrollo urbano y turístico diferente? O un poco distinto, si quieren. No nos pongamos maximalistas, ni radicales libres. No contesten, por favor.

Después del anterior adiós al urbanismo me temo que tengo que comunicarles una mala noticia, tengo disposición para comentar otros aspectos de conocida solvencia constructiva: ¿Qué les parece, hablamos de infraestructuras públicas? Tal vez ahí haya alguna buena noticia social.

Empecemos. Tal vez les sonará que el gobierno de Catalunya ha aprobado un plan de infraestructuras de movilidad. Carreteras, ferrocarriles y cosas así.

El asunto es importante, primero por que ya es atrevimiento planificar cosa tan compleja, segundo que hay mucho dinero en danza y tercero que afecta a millones de personas y miles de millones de toneladas de mercancías. Creo que es un buen comienzo.

El debate se agrió ligeramente por motivos de coyuntura política. En política no vemos de momento otros motivos. Los dos partidos gobernantes discreparon del asunto, aunque finalmente se aprobó unilateralmente.

Que se debata i se agrie la coyuntura es lógico dado el asunto. No podía ser menos y no debía ser menos. Al margen de los codazos electorales, hay una causa noble. Un plan de infraestructuras es un gran plan, un enorme plan, que configura futuros de todo tipo y por ende costes y beneficios sociales que se transforman en costes y beneficios privados distribuidos de forma a-equitativa. Por lo que el papel de lo público está perfectamente legitimado.

Preguntas: ¿Dónde se instala la industria, el comercio, la vivienda, los centros logísticos, etc., etc.? Respuesta: de forma programada, de acuerdo con la planificación básica urbana y territorial, es decir transporte, agua y energía. Conclusión, si programamos el transporte, en términos de moda, la movilidad, estamos programando el 80% del desarrollo social.

En esas condiciones suele ser útil la prudencia, un cierto tiempo de maduración de los proyectos, el distanciamiento respecto a las urgencias más inmediatas y… una visión muy general de la cuestión, por ejemplo: de donde venimos y a donde vamos.

Hasta ahora no creo que haya producido ningún sarpullido mi comentario, aunque no está lejos de hacerlo. Sigo.

En tiempos no muy lejanos, la racionalidad planificadora se quedaría ahí. Hoy no es posible. Los costes ambientales, sociales y en términos de salud pública ya no lo permiten. ¿Qué hay de nuevo, viejo?

Normas decentes y costes excesivos. La contaminación atmosférica, los impactos naturales, los costes energéticos y un etcétera consecuente. Y leyes, es decir pactos entre caballeros, Kyoto y la salud. No es broma. En muchas áreas metropolitanas cercanas ya disponemos de costes a escala humana de la contaminación atmosférica, por ejemplo. Costes valorados en términos epidemiológicos y en defunciones. No son cifras pequeñas, casi como el tabaco (no se si me está permitido el decirlo) y además son cifras que incumplen la legislación.

Si la planificación de la movilidad comporta menor o mayor transporte público, más ferrocarril, menos plataformas automovilísticas son cuestiones importantes para el inmediato futuro. Si un país resuelve incrementar el porcentaje de transporte por ferrocarril es una decisión de alto valor planificador y de consecuencias ambientales favorables. Habrá menos resfriados, por así decirlo y muchísimas menos pulmonías.

Si me aceptan ustedes este segundo bloque de criterios estamos al cabo de la calle, como diría mi abuelo.
Ya solo queda el interés. Y no precisamente el tipo de interés, que está muy bajo, sino otro: el cemento, el beneficio por cercanía y el control social y político sobre el futuro.

No tiene sentido que el ferrocarril esté por debajo de los dos dígitos en porcentaje de carga, todo para el camión. No tiene sentido que el vehículo privado sea el eje de los desplazamientos por causa del trabajo y sin alternativa. No tiene sentido que Catalunya, como puro ejemplo, disponga de menos recorrido ferroviario ahora que hace 50 años. Si a la largo de los primeros 500 kilómetros desde la frontera está el complejo productivo más importante del mediterráneo, como podemos entender que haya una sola línea de ferrocarril en dirección a Europa y con ancho español.

No vale entonces decir, corre, corre que te pillo. Y proceder a lo clásico, una autopista, un desdoblamiento, un carril más. Hay que ir de una vez al fondo y hacerlo bien. Dos años más no importan. Si importa cambiar la trayectoria, sobre todo cuando te mueves. Hay que hacer política de transporte a largo plazo, cosa que puede comenzar en seguida. No lo duden y no se asusten por la inclusión del impacto ambiental en la planificación del transporte. Es nuevo y es bueno.

Lluis Casas i Carreteras

miércoles, 9 de agosto de 2006

EMPIEZA EL BAILE INMOBILIARIO




Lluis Casas


Después de cinco artículos altamente eficaces el gobierno responde. No es un eslogan al uso, podría llegar a ser verdad. Soñemos. Como Martin Luther King. Pero esperemos que con mejor suerte.

Aunque en plena canícula y tomándome en Parapanda, con permiso de la autoridad circulatoria, unos vinos con Ferino de Hizla, al que saludo efusivamente, no he podido resistir la tentación de insistir en mi obsesión.

Motivos no me faltan.

La campaña mediàtica a cargo de algunos medios de difusión coincide hoy con la noticia de que los españoles tenemos alarmadas a las administraciones europeas con nuestro juego sucio fiscal de raíz inmobiliaria. Tanto dinero negro a la vez molesta en Bruselas. Allí hay que cuidar las formas, todo hay que hacerlo poco a poco, sin que se note demasiado y con las mejores maneras aceptablemente posibles (fíjense en el matiz). Son partidarios de las buenas digestiones y no de los atracones. No se si será por su visión casi calvinista o por que no disfrutan de los beneficios alternativos al inusual mercado inmobiliario hispánico. Pero así son ellos y así son las cosas. Sea por lo que fuere, me alegro. Un rapapolvo a nuestra benedicta agencia tributaria es solemnemente merecido. Una estirada de orejas a los ministerios económicos suele despertar conciencias y almas dormidas. Lo más importante es que se avive el seso y despierte para cumplir lo que las leyes le exigen y la política económica demanda, expresión no por clásica menos descriptiva de lo necesario. Me abstengo de comentario respecto a los preclaros notarios, ilustres abogados y bienintencionadas inmobiliarias, citados también por el fiscal comunitario. Todos agentes voluntarios o no de los estropicios. Según el buen criterio europeo, no mío. Solo una precisión, los notarios son gente pública en el mejor de los sentidos y al servicio público se deben, no al servicio del público. Eso les toca a los artistas que tienen suerte.

La guinda del notición es conocer vía UE que el ejército público español para el control de los descontrolados inmobiliarios es de dos personas, creo que a tiempo completo. Es de suponer que tendrán al menos dos ordenadores y que estos están conectados a la red. Según tengo entendido, cobran cada mes. Nuestra historia está plagada de regimientos preparados para perder. Nuestra clarividencia consigue que, en general, se pierda. En el negocio de lo subterráneo así ha sido hasta ahora. Ya sabemos porqué.

En fin, que hay grandes noticias veraniegas. ¡Qué le vamos a hacer! Tumulto en nuestras playas.

No quería adentrarme en estos berenjenales todavía. El submundo económico es espectacular, pone de los nervios y genera grandes dosis de criminalidad. Pero su mayor peligro radica en que oculto como está, cuando aparece de sopetón esconde a su vez la realidad y garantiza su propia permanencia futura. A menos, todo hay que decirlo, que surja un nuevo Fernández Ordóñez (el lamentablemente fallecido, no el otro).

Pero un general español nunca elige tiempo y lugar. Palma donde le indican. Con dos coj… eso sí. Y ahí voy yo.

Sigo con la prensa. Aparecen algunos individuos que en menos que canta un gallo han pasado de las chapuzas constructoras a poseer media España. Los nombres y currículo son preciosos. Uno hay referido a la noble actividad pocera, solo como ejemplo. El resto tiene distintas cualidades por el estilo. Algunos saben hablar. Incluso, según me han asegurado, alguien les ha entendido en alguna ocasión. Todos tienen montones de dinero y extensas propiedades a punto de recalificar.
Nada se cita sobre su aplicación a la escribanía.

¿No les parece sospechoso? Marbella, la triple A inmobiliaria, los gansters de Chicago. Me suena a raro. No ha salido ningún banco, ningún conglomerado industrial, nadie conocido que no esté vinculado al fútbol. Todo el dinero que corre por las venas inmobiliarias parece que está en manos de gente oscura, simple, surgida de la nada y en dos días. Francamente, no me lo creo.

Agradezco al periodista el riesgo que ha corrido, riesgo ilustrado con fotos carcelarias incluidas, pero no me lo creo.

Matizo: no creo que la burbuja inmobiliaria (eso de burbuja es una forma elegante de referirse en realidad a un sutnami) sea solamente o principalmente un negocio situado en los límites sociales y legales. Hay otro mundo, mucho más grande detrás, esperando y acumulando. Se han fijado en los numerosos vehículos privados de más de 60.000 euros que circulan por nuestras calles. Hay tantos que ya se ha podido calibrar la dimensión en términos de déficit comercial. España fabrica vehículos baratos e importa los caros. Son signos. El lenguaje de los signos siempre ha sido muy importante. Para el fisco definitivo.

Una idea para acabar, tengo a la familia esperando bajo la sombrilla. El 30% de las rentas salariales se gastan en vivienda (creo que es más), un 20% más de lo razonable. Este 20% es una deducción neta a las rentas salariales y un incremento, no diré neto, hay comisiones, a las rentas de la propiedad, del negocio bancario, del consumo suntuoso y de la acumulación de capital.
Toma ya. Me ha dado demasiado el sol en la cabeza.

Lluis Casas sobreviviendo.

lunes, 31 de julio de 2006

¿QUEDA ALGO POR DECIR DE LA VIVIENDA?

Lluis Casas


Las series televisivas se basan en la insistencia. Su éxito está garantizado si consiguen audiencia suficiente al comienzo. A continuación las cosas funcionan por el mecanismo acumulativo e identificatorio. Los radioescuchas de antes de la TV sabrán muy bien de que hablo. Eran pequeños y el altavoz les llegaba justo a los oídos.

Los artículos sobre vivienda se basan en los mismos principios. Pero dudo que con el mismo éxito. Y como se acerca el período vacacional oficial doy por concluida la primera serie con el que sigue.

He comentado algunos aspectos fiscales y de gasto público que ofrecen líneas consistentes para una política de vivienda alternativa (tributaria e inmobiliaria) y posible. Hice un repaso al panorama desde el puente respecto a la febril actividad constructora y destructora que vive el país. También me referí al concepto económico y social de la vivienda. Todo un alarde enciclopédico y por lo tanto inútil. ¿Qué queda pues?


Creo que puedo adelantar algunas maravillas.


En primer lugar, observando el entusiasmo o la tolerancia discreta que el mundo local y regional está demostrando por los asuntos inmobiliarios, les diré que la honradez y honestidad nada tienen que ver en el asunto. Por mucho que los periódicos y los fiscales se empeñen. En todo caso, todo ello es solo consecuencia, útil o no, de estos procesos: la corrupción y otras lindezas son el adorno, no la sustancia. Veámoslo.


Las administraciones locales tienen dificultades enormes para barajar anualmente recursos suficientes para dar de comer a las infinitas necesidades de sus ciudadanos. El sistema financiero local es un trasto viejo y achacoso. Se alimenta de subvenciones del papá Estado y de tributos con un elevado porcentaje de cochambre. Tan es así que solo entre el 5 y 10 por ciento de los flujos fiscales que genera la actividad urbana van a parar a manos de los alcaldes. El resultado es obvio, si se abre la veda de la recalificación ahí hay unos ingresos extra que no son moco de pavo. La espiral empieza, pero no tiene donde aparcar. Parar o reducir la velocidad significa cerrar el grifo de los servicios ciudadanos. El miedo escénico hace su aparición entre los regidores y lo que era extraordinario debe convertirse en norma habitual. Aparece el crecimiento permanente del urbanismo, la adecuación del futuro a la obra. Todas las historias para no dormir surgen entonces: ¿Qué quieres?, ¿Cuánto quieres?, ¿Dónde lo quieres? Dinero, fiesta mayor, polideportivo, agasajos y fiestas, un líder tenemos. La pendiente está puesta y el deslizador engrasado. Un pueblo del que tengo conocimiento tiene la ambición de construir 4.000 viviendas con la inestimable colaboración del promotor de turno. Habitantes, doscientos censados. El futuro, si fuera cierto el cuento, doce mil. ¿De quien será el pueblo? Adivina adivinanza.


¿Deben los municipios depender tanto de la obra?, Yo creo que no, es decir, pienso y opino que no. La reforma de la financiación local es un objetivo político imprescindible para domeñar el urbanismo. Si no, continuemos con la música celestial.


Por otro lado, el munícipe que se encuentra sin dineros se da cuenta que posee competencias blindadas como el urbanismo. Nadie le va a toser y sus divisiones avanzan por esos singulares caminos sin casi oposición. Como una bild kreig alemana: algún movimiento ciudadano de mosca cojonera y algún técnico excesivamente escrupuloso y poco dado a mirar a su propio futuro. En fin, nada de que preocuparse. ¿Se imaginan lo mismo en otros campos vitales? Lo dudo. Yo no puedo.


Por un lado sin dinero, por otro con todo el poder del decreto. Que nadie se extrañe del resultado, ni de las derivadas adyacentes.

En segundo lugar y ascendiendo en el escalafón, tenemos las comunidades autónomas. Celosas propietarias de competencias de vigilancia urbanística y proveedoras de costosos servicios de cierto interés: carreteras, transporte, servicios a las personas, educación, sanidad, servicios sociales. Por no decir energía, teléfono y agua. Sobre todo agua. Otra clave del asunto. Reflexionemos.
Un incremento sustantivo del desarrollo urbano (política municipal en general) requiere la adopción de decisiones sobre servicios que son de competencia regional. El abastecimiento de agua por ejemplo. Somos tan poco mañosos con la planificación que nadie se da cuenta que a más residentes y más actividad lustrosa hace falta más agua. Y que el agua viene de trescientos kilómetros embutida en un tubo por el que no puede pasar más de la que ya pasa (que por otro lado, dada su ancianidad tiene poros en las orejas y pierde el 40%, un tubo prácticamente jubilado y tramitando la pensión). Nadie se percata que el embalse ha quedado canijo. Que la lluvia ya no llueve. Que la depuradora está hecha unos zorros. ¡Coño que no hay agua!

Es un simple despiste. Las autoridades están para resolverlo. Primero construimos, después nos quejamos y finalmente llega la cuba. Espléndido.

Por si alguien no se ha dado cuenta, la administración regional podía exigir la incorporación de los abastecimientos en el programa urbanístico. Incluso podía pedir que los promotores (que procurarán estar muy lejos cuando el tubo reviente) pagasen el coste de las inversiones. En el extremo y como ejemplo de lucidez y buen hacer podría llegar a impedir la aprobación de los planes por falta de condiciones básicas. ¿Han oído que alguna vez se haya producido el caso? Yo no, pero reconozco que puedo estar sordo y que soy tonto.

No busquen la solución en la prensa. No se entera de nada. Si hay un periodista avispado lo distraerán con un reportaje en exclusiva del último partido. Tampoco la motivación está en los flujos líquidos de debajo de la mesa, a través de los famoso billetes de 500 euros, aunque pueden producirse no son de importancia, ni explican el caso. Ojo, con tantos que dicen que hay, yo no he visto ninguno.


El problema es ejercer la autoridad democrática y dar la cara. Después está la inmensa maraña de intereses para que la máquina no pare: ¡mira por donde, por fin cambiaremos ese jodido tubo viejo!

Feliz agosto, nos veremos. No vayan a la playa, voy a estar yo.


jueves, 13 de julio de 2006

SIGUE EL CULEBRON DE LA VIVIENDA


Lluis
Casas


Los atentos lectores (o miradores) digitales no se deben sorprender ya de que la vivienda me preocupe. Tres pruebas tienen de ello. Confidencialmente les diré que creo que tenemos uno de los mayores agujeros negros de la democracia española. Con una fuerza gravitatoria superior al infinito. Los físicos sabrán apreciar el verdadero valor del comentario.

No insistiré, de momento, en aspectos fiscales, que he tratado con mucha frivolidad en dos ocasiones anteriores. Tiempo habrá de seguir por ese camino, curiosidades no han de faltar. Tampoco me lanzo en pos de otros perfiles financieros, término que edulcora (con falso azúcar) el brutal negocio inmobiliario. También en este aspecto algo habrá que decir y sobre todo contar. Es, sin duda alguna, el núcleo duro del asunto.

Me inclino hoy por hacer una reflexión más sociológica: ¿por qué esta ansia por ser propietario? Me temo que como en otros muchos problemas sociales, hay una cierta explicación desde una perspectiva de comportamiento social y psicológico. El hecho tiene su relevancia. Con la habitual socarronería empresarial, muchos interesados en mantener el estatus suyo se refieren a la opción patrimonial en la vivienda como algo elegido libremente y que genera beneficios inagotables al poseedor. Y lo elevan a categoría social, como una característica racial, ya saben la selección siempre perderá, pero correr, correrá mucho. No creo que sea cierto, ni como delicada aproximación.

Me explico.

La vinculación entre el derecho a la vivienda (el añadido digna me parece una estupidez descriptiva) y la propiedad no es directa. La vivienda es un bien social de longeva durabilidad. Por una vivienda pueden pasar secuencialmente diversas familias o equivalentes (hace unos decenios pasaban a la vez, el realquilado, ¿recuerdan?). Ojo al parche: me refiero a la vivienda, no al suelo sobre la que se asienta. El suelo no tiene coste de desgaste y es permanente, si alguien no lo estropea nuclearmente. Los contables lo explican formidablemente bien cuando restan el valor del suelo a la amortización de un edificio. Incluso el IRPF lo hace así, lo que ya es el colmo de la tecnología legitimadora. Ello determina que no sea necesaria la propiedad directa de la vivienda para vivir en ella, sino solo es exigible un derecho de uso por un tiempo generacional. Dejo al margen los problemas de derechos de uso hereditarios, solemnemente molestos. La conclusión es obvia, el alquiler público o privado es el que se adapta mejor a esa circunstancia. De hecho así ha sido, en el ámbito urbano, durante siglos. Esta circunstancia histórica se rompió en torno a los años 70/80 cuando la ambición por poseer la propia vivienda fue consolidándose entre las clases populares y medias. La vivienda es un bien costoso y con períodos de amortización largos, de hecho podríamos considerar que abarcaría diversas generaciones, pero hoy el coste por ese efecto propietario recae totalmente sobre una sola generación (o una parte de ella). El esfuerzo que significa es brutal. Imaginemos que el coste de inversión de una infraestructura recayera solamente sobre los consumidores que la utilizan en un período de tiempo reducido (el 20% del real, por ejemplo). El resultado seria la imposibilidad de asumirla. Un hospital no deben pagarlo exclusivamente los usuarios de los primeros 4 años, es una barbaridad, no podrían asumirlo.

Pues bien, así ha sido. La tendencia se ha ido reforzando a medida que la vivienda ha escaseado y el precio se ha incrementado: si una hipoteca sobre el precio total de la vivienda representa el mismo o menor esfuerzo financiero que el coste de un alquiler, ¿qué razón hay para no adquirirla? Además si el “mercado” anuncia la posibilidad de revenderla con un beneficio inimaginable en cualquier otro sector económico, la tentación es irresistible. De tal modo ha sido así que un porcentaje elevadísimo de la renta familiar se ha dedicado a la compra de la vivienda, en detrimento de otros consumos vitales ( o no vitales, cada uno es muy libre de decidirlo). Con el señuelo del ahorro la dinámica está desencadenada.

Esas circunstancias hacen que las familias o equivalentes asuman costes externos de importancia, las distancias entre vivienda y trabajo en términos temporales y económicos, por ejemplo. No es baladí, no lo crean. Hoy en día la movilidad obligada, de esta forma han bautizado el fenómeno los técnicos en transporte, es un porcentaje elevadísimo de la totalidad de desplazamientos en la región metropolitana de Barcelona, a título de ejemplo conocido y con datos. La exigencia de transporte público y privado, en vehículos, redes de ferrocarril y autopistas, se transforma en un coste social y privado (al final todo es privado) de dimensiones galácticas. Una parte significativa de ese coste se debe sumar al de la vivienda en propiedad que imposibilita por falta de flexibilidad la aproximación al lugar de trabajo. Ya ven que ni imagino que el trabajo pueda estar cerca de la vivienda, que es la cosa más humana y adecuada. Han conseguido girarnos el modo de pensar.

Bien, llegados aquí podemos concluir lo siguiente:

La propensión intensa a la propiedad es un producto de la quiebra del concepto de vivienda como un bien social de largo recorrido, de la desaparición de las políticas de vivienda reales (no me refiero a las subvenciones y otras zarandajas que terminan en manos del promotor. ¡Dios que nombre tan indigno!) Al abandono por parte de las administraciones y poderes públicos, me refiero a la estructura política y representativa (partidos, parlamentos, plenos municipales) de la tutela de un territorio básico para la vida social. A la desaparición del parque público de viviendas, etc. etc.

¿Ven por donde voy?

sábado, 1 de julio de 2006

SEGUIMOS CON LA VIVIENDA



Lluis Casas


Les prometía la vez anterior seguir con la murga, pues bien, ustedes lo han querido. Hay muchas formas de ver esta cuestión de la vivienda. Desde el Ferrari del promotor inmobiliario o desde el Metro a las siete de la mañana.

Las dos son útiles y ciertas. Una ve el negoció y los euros que ingresará. La otra ve la necesidad y los euros que pagará. Los euros son aproximadamente los mismos. El resto es muy distinto.

Además de formas de ver distintas, hay, también, psicología: los no implicados en el negocio hemos llegado a creer en la fatalidad bíblica. Es cierto, no se extrañen ustedes. Creemos que no hay solución al coste extraviado de la vivienda. Pensamos que es mejor ser realista y hacerse con una hipoteca. Pura fatalidad. Lo de la fatalidad es complejo de culpa, cristiano y vienés, pero complejo de culpa. Cada uno sabrá porque. Bien, pues me da a mí que no es así. Ya en el anterior comentario sugerí con muy buenas palabras una política posible. Ahora voy a descubrirles que no es única, hay más. Vayamos a ello.

¿Se acuerdan ustedes de la plus valía, o plus valúa, que viene a ser casi lo mismo? Estoy seguro que el lector digital de este panfleto se acuerda. Convencido estoy que posee en su biblioteca el tomo uno. Con el mismo concepto, pero sin segundo sentido, tenemos en este país, el grande o el chico, da igual, un impuesto precioso: el impuesto de plus valúa o en sus términos actuales, impuesto sobre el incremento de valor de los terrenos de naturaleza urbana (no me meteré, si no me lo exige nadie con el censo rústico). Impuesto municipal con ramificaciones esplendidas en otros territorios fiscales, como el de patrimonio y el de la renta.

El nombre es maravilloso, ni su actualización le ha hecho perder capacidad descriptiva. Bien es cierto que lo de la plus valúa era más directo, como un golpe bajo. Pero el realismo descriptivo actual no está nada mal. Este impuesto tiene ancianas características de recuperación del valor social del urbanismo. Pretende obtener para la sociedad, representada por el noble municipio, una parte de las rentas que genera la actividad urbana sobre el precio del suelo. En otras palabras: si el precio del suelo se incrementa no es porque se haya encontrado oro, sino por que la sociedad ha invertido en calles, barrios, transporte, cultura cívica, centros de recreo, escuelas, personas y animales de compañía. Todo ello mucho mejor y más útil que el oro. Todo eso añade valor a la ciudad y repercute, en función de la ley básica de la propiedad privada, en el propietario.

Ahora bien, como el propietario no es el inversor que genera el valor, y puesto que lo es la sociedad comunitariamente, esta le gira una factura por ello a través del municipio. ¿Está bien, no? Es sencillo y a pesar de ello también cierto. Todo el mundo lo entiende y lo acepta, mientras no piense en su propiedad. Insisto en lo más importante: es un impuesto realmente existente, no hay que crearlo, ni discutirlo. Entonces, ¿porque se enriquecen unos especulando con el suelo social?

La respuesta es simple y tecnológica. La estructura del impuesto permite que los beneficios que genera el cambio de calificación del suelo o su puesta en el mercado no se declaren en su totalidad. Tampoco los coeficientes que se utilizan están al día. En fin, para que llorar. Todos sabemos como va eso: Hagan las leyes que yo me encargo del reglamento, Romanones, hombre sabio. Les voy a contar el significado. El Ayuntamiento de Barcelona, solo como ejemplo, piensa ingresar por este impuesto en el año en curso la cifra de 83 millones de euros, que traducido a las neuronas pesetarias significa unos 14 mil millones de pesetas. Bien, es una cifra maja.

Recuerdan ustedes la cifra del anterior panfleto: ingresos en Catalunya del ITP, año 2006, 3.735 millones de euros. Consideremos que el 30% de esta cifra corresponde a la ciudad de Barcelona, esto nos da 1.120 millones de euros. Supongamos por lo bajo que el ITP recoge el 10% del valor total de las transacciones inmobiliarias ( y que no hay euros negros, santa inocencia), les recuerdo que el coste que pagamos es básicamente (tal vez un 70%) la repercusión del suelo y no la construcción, si no están de acuerdo miren el recibo del IBI y lo comprobaran. Resultado, en Barcelona se han movido más de 12 mil millones de euros y la variación del valor del suelo le ha reportado al Ayuntamiento un 0,7%. El impuesto pretende recuperar el valor social añadido al suelo. Evidente es que el porcentaje no se adecua a la realidad, es como ir montado en una bicicleta detrás de un fórmula uno.

El comentario: ¿Cómo es posible que no se haya utilizado este instrumento fiscal, pensado precisamente para recuperar el valor social del suelo, para equilibrar las cuentas inmobiliarias?. ¿Cómo no se ha transformado técnicamente el impuesto para proporcionar un poco de realidad económica a su acertado concepto?. ¿Qué piensan ustedes que ocurriría si el suelo dejase de ser refugio de capital y se constituyese como un coste objetivo a un valor estable?. No contesten, puede estar prohibido. Se acuerdan de las prioridades. Cada vez estamos más cerca de la respuesta.

viernes, 30 de junio de 2006

EL SUBMUNDO INMOBILIARIO


Lluis Casas*


Mi anterior reflexión, publicada en esta benevolente casa digital, expresaba un disgusto político, social y económico, a la vez que una perplejidad racional respecto a la mal llamada burbuja inmobiliaria. Por lo que me dice el promotor de esta acogedora casa digital, el artículo ha despertado interés. De lo cual me alegro por todos. Y con lo que me siento legitimado para continuar con la tabarra.

Este fenómeno inmobiliario, por llamarlo de algún modo poco complaciente, tiene muchas aristas y recovecos. Hoy, brevemente, me referiré a uno de ellos. Tengo para mí, que dispongo de tiempo suficiente para ir diseccionando el monstruo. No creo que la situación cambie en un tris tras por voluntad humana. Mis expectativas están más bien en otro lado: tal vez eso que llaman mercado (y que no lo es) haga algo por todos nosotros. El mercado hace las cosas a ciegas, sin ver, sin voluntad expresa, por lo que es sumamente peligroso y sorprendente. Un terrorista suelto con la pistola cargada y el dedo en el gatillo. Más o menos. Ese algo tendrá un coste elevado, que pagaran los de siempre. Pero tal vez sea útil para el futuro. Podríamos aprender.

Vayamos a ello. El torrente de flujos financieros que genera la vivienda contiene algunas sorpresas. La fiscalidad española dispone de una figura, cedida a las comunidades autónomas des de el año 2002, el impuesto de transmisiones patrimoniales, ITP en la jerga.

Pues bien, dejando a parte explicaciones técnicas que no vienen al caso, este impuesto ha recaudado desde el inicio de la explosión de precios de la vivienda, aproximadamente el período que va desde 1996 al 2006, un total de 18 mil millones de euros, tomando como referencia solamente a Catalunya. Calculen ustedes que Catalunya solo representa en torno al 20% de la estatal. Lo relevante es la evolución: en 1996 se presupuestó 691 millones de euros y en 2006, 3.675 millones. Un ligero incremento del 432% en diez años. Los crecimientos anuales han sido del 19%, 22%, 13%, 15%, 45%, 20%, 23%, y así. Para tener una idea de lo que significa la cifra les diré que el ayuntamiento de Barcelona, 1,6 millones de habitantes, gasta anualmente 1.935 millones de euros, es decir, con la recaudación del ITP se pagarían los gastos de dos municipios equivalentes a 3,2 millones de personas. No está mal.

Una cifra ciertamente significativa la de 18 millones de euros, que se ha utilizado para estabilizar las maltrechas haciendas de los gobiernos autonómicos y, supongo, para pagar algo de la reducción fiscal en otros impuestos más selectivos y en metodologías para mirar a otro lado que se aplican principalmente en la agencia tributaria, en minúsculas.

No crean ustedes que es moco de pavo. Todas las transmisiones lo pagan, si una vivienda se transmite tres veces en un año, tres veces que paga, factura sobre el precio declarado de venta. Toma ya, acumulable. Mejor que el IVA, que es deducible y afecta a la ultima operación. Si los precios, o lo que sea eso, suben, sube también el ingreso fiscal del ITP. Eso significa, más o menos, que este inocente impuesto tiene unas tasas de crecimiento más elevadas que las del propio mercado inmobiliario, sube con los precios y con las nuevas promociones. Es fantástico. Una mina de oro público. Un descubrimiento.

Soy un laico y apasionado creyente en la fiscalidad y en sus beneficios sociales y económicos. Pero en este caso no se trata de eso. La administración pública obtiene por esa vía unos réditos substanciales. ¿Qué interés pude tener en desinflar el globo, si el negocio le va tan bien? Veamos. Una administración honesta e inteligente, yo creo que puede haberla, por la derecha y por la izquierda, haría la siguiente reflexión: Si obtengo pingües beneficios fiscales del incremento del precio de la vivienda y considero que este aumento es inadecuado (ojo, ahí hay una reflexión de mucho calado para nuestro entorno político), utilizaré esos fondos extras en abastecer el mercado regulado: vivienda protegida y en alquiler. De modo que a medida que el negocio crece aporto mayores fondos a desactivarlo. Es fácilmente deducible que el ciclo, por usar un término temporal indefinido, se acortará significativamente y volveremos a la aburrida normalidad del IPC o del tipo de interés más rápidamente. En Catalunya, el gobierno de izquierdas ha lanzado una nueva política de vivienda, inexistente anteriormente, con dotaciones en torno a los 100 millones anuales, es decir, algo menos del 3% de lo que ingresa por el dichoso impuesto. Y ello, vale decirlo, con serias dificultades gubernamentales.
Más de uno se ha jugado la cara por ello.
No está mal. Es sencillo. Es claro. Es elemental. Incluso puede explicarse y entenderse.

Pues va a ser que no.

Los fondos sirven para pagar otras facturas. Y el globo sigue hinchándose. La lona está tensa de coj… ¿Lo entienden? Yo creo que si. Simplemente es cuestión de prioridades, que dirían algunos. Dicho de otra manera: la vivienda no es prioridad política, aunque lo sea socialmente. Una muestra de la sensibilidad de todos.

Habrá más detalles, no lo pongan en duda.

*Lluis Casas (amigo de Metiendo bulla)

sábado, 29 de abril de 2006

CATALUNYA: LA "MAR BELLA" DIFOSA


Lluis CASAS*


No tenim en el nostre país tribunes prou lliures on es puguin difondre amb eficàcia elements crítics del nostre entorn social, de forma àgil i en el temps real de la informació. Sobre tot, quan afecten a la butxaca dels poderosos, terme exemplar de l’eficàcia del llenguatge. Els mecanismes digitals, diuen, poden jugar aquest paper amb un baix cost i elevada difusió. Espero que sigui cert i per això utilitzo aquesta plataforma amiga i cordial.

Les darreres setmanes han anat plenes en els mitjans de comunicació de la hipocresia habitual en assumptes immobiliaris. Hipocresia oficial, mediàtica i social. El que tothom sabia i que es feia a la llum del dia a Marbella, i cal dir sense gaires dificultats legals, s’ha transformat en matèria penal, en crisi municipal i en estirabots partidistes. Tard, però era d’esperar.
Poques setmanes desprès, a mitjans de Juny, apareixen publicacions oficials, en el marc de les administracions ambientals, que criden l’alerta sobre la pressió de l’edificació en territoris delicats i molt matxacats. El que ha tingut major difusió ha estat l’informe sobre el medi ambient a Espanya, presentat per la ministra de Medi Ambient, que mostra unes xifres valoratives, sorprenents (tot i que en aquesta matèria res és sorprenent) i expressives de la situació d’alarma extrema en que ens trobem.

En la primera part, la crisis marbellí al·ludida, i malauradament crec que en la segona pot passar el mateix, (la informació oficial abans referida), res del fonamental ha quedat en primera plana. L’escàndol no son els tigres, el quadres o les propietats mal adquirides, ni tant sols la corrupció immobiliària profunda que impregna territoris humans i geogràfics de dimensions difícilment imaginables per a la majoria dels mortals. El moll de l’os és l’espectacular negoci immobiliari que tenim implantat a Espanya. Negoci que es realitza en gran part apropiant-se del benestar col·lectiu, destruint valors que son de tots, com el paisatge o les possibilitats de viure dignament sense convertir-se en un bàrbar i sense triturar presents i futurs a escala més humana. També ho és el fet de llançar en mans d’immobiliàries i entitats de crèdit trenta anys o més dels ciutadans que necessiten un simple habitatge digne.
Tot això està passant davant els ulls de milions de persones, d’entitats socials, sindicats, partits polítics, governs autonòmics, locals i del propi estat. No hi ha ocultació, ni tant sols discreció, tot es fa dalt de l’escenari. Tot excepte els contractes reals, amb els euros reals. Per si l’Hisenda pública està mirant.

Em pregunto: Hi ha una reacció equiparable al desastre?. No ho sembla. Però no és per que no sia un problema, sinó per s’ha aconseguit que una majoria de la població i del mon representatiu i associatiu ho consideri inevitable, normal, bo, o alguns, extraordinàriament profitós. La minoria honorable que clama en contra i exigeix mesures se sent en un desert...de ciment.

La reflexió des de Catalunya ha de ser molt crítica. Des del Principat es considera que aquestes barbaritats son cosa del País Valencià, on el PP fa i desfà a gust, o de Múrcia, on passa quelcom de semblant. Però aquí no necessitem exemples per la feina especulativa i destructiva. El país sencer en va ple i n’és expert. I no solament a la costa, o a l’entorn metropolità. L’interior s’hi ha incorporat amb gran entusiasme, i l’alta muntanya i fins i tot el medi rural, si es requalifica. La gran paraula, la paraula màgica de fer diners a tones que obre la porta de la cova dels tresors. La requalificació del sòl.
A Catalunya no s’actua a la mateixa escala que en altres zones, però el sistema (és un sistema) està sòlidament implantat a tot el territori. Catalunya és, una forma d’expressar-ho, UNA MARBELLA DIFOSA. Més val que ho reconeixem. El conseller del ram urbanístic manifestà, fa dies, la seva tranquil·litat psíquica i jurídica al respecte. Pensa que més de cent mil vivendes més a la costa no tenen problema. Encara hi ha camí per a recorre.

Les petjades immobiliàries s’estenen allà on hi ha territori indefens, o poblacions amb dificultats econòmiques o mal dirigides pels polítics locals i amb possibilitats de paisatge. Els promotors arriben, veuen i construeixen. César es va deixar de citar la darrera part del procediment i la més interessant (ell en va fruir abastament) i que Woody Allen ens ha recordat posteriorment: agafen els diners i corren, però no fugint, sinó buscant una nova ocasió. Destrueixen i no de la manera constructiva a l’estil de l’eslògan del vell capitalisme. Excés d’obra, poca atenció al medi. Escassa qualitat. Fòbia als espais lliures o públics. Aprofitament màxim. Cap mirada al consum d’aigua, a la necessitat de comunicacions, a la planificació territorial raonable. Res es respecta si el negoci és bo. Boscos, barris antics, entorns primigenis. L’esperpent arribar a extrems inimaginables. El líder del sector, amb un ben proveït aparcament de vehicles nobles, més d’un per dia, te la supèrbia de proposar reduir el cost de l’habitatge per la via de la reducció de la qualitat. Tot un exemple del que és capaç la nostra burgesia en la era de la competitivitat: compri a preu astronòmic el seu habitatge, la caixa li facilitarà una hipoteca i un crèdit per a fer les coses que no ha fet el promotor. El líder del sector es creu que el personal desconeix l’impacte de l’obra en el preu final.

Tenim molt present la gran escala, promocions d’habitatge, de comerç o d’equipament privat o públic, milers i milers de metres edificats. El seu impacte visual la fa inocultable i protagonista. I els promotors, públics i privats en fan ostentació. Però, també, més difícil de veure, però no menys dolorosa, la petita escala, xalets, petites promocions que passen per sobre de valors naturals, de “drets històrics”, del paisatge natural i urbà que s’ha construït en centenars d’anys i que ara desapareix en mesos. A construir, a construir, que el mon s’acaba!. Feu-vos propietaris del mon, compreu-vos una parcel·la!.

Tenim xifres?. Quin volum de negoci privat suposa?. Hisenda ho sap i calla, hi ha una dimensió que ha de restar desconeguda. La tolerància fiscal funciona a plena màquina. Si hi ha beneficis que corrin, que creixin. La xifra global ens esglaiaria, és millor no citar referències per a mantenir la serenor de l’esperit. Però, hi ha un aspecte més important: cap on circulen aquests rius de diners, negres i blancs?. A inflar la bola de la despesa de luxe, a reincorporar-se al circuit fatídic de la “inversió” immobiliària, als immensos beneficis financers. Una coalició blindada i expansiva, dels sectors immobiliari i bancari.

Un país amb importants llacunes socials i amb escassa implantació tecnològica en l’economia i molt necessitat d’impuls a la inversió de futur, com pot permetre’s el malbaratament immobiliari?. Pot ser perquè genera ocupació?. Si, és cert. La construcció genera molta ocupació, però quina? : molts contractes, però contractes a precari, inestables o sense declarar. El capital refugiat en un sector on no hi ha possibilitat de mesurar la competitivitat empresarial.

Pregunteu a l’entitat financera, als registradors, on és el diner negre, groc o vermell, on son els bitllets de 500 euros que circulen de mà en mà ?. A Espanya, contesten a Europa.
No creieu que no hi ha resposta. No és difícil seguir-li la pista. Però no interessa. Vivim una nova època de privilegis fiscals. En tenim llarga experiència.
És només un problema sectorial?. No ho creieu, Es tracta de redistribuir rendes regressivament, creant expectatives de risc refugiant-se en un valor material, el sòl que pot enganyar molta gent durant molt temps.

Efectes econòmics?. Enormes. Aplicació de l’estalvi cap a un sector tancat. Captura de la renda familiar per a tot la vida. Reducció de consums alternatius. Opacitat fiscal i menor recaptació en relació a la vertadera activitat econòmica. Increment dels costos públics i privats, en mobilitat obligada, en infrastructures excessives. En efectes ambientals a llarg termini. En model social. Serem coneguts en el futur pels cambrers d’Europa?.

Mireu arreu de Catalunya: ciment. Mireu al darrera del ciment, s’albiren en la penombra difoses Marbelles, moltes difoses Marbelles. Un conjunt més gran que diverses Marbelles. És Catalunya no ho dubteu.

Lluis Casas és el responsable de “Metiendo bulla” per a les qüestions de les infrestructures.