miércoles, 29 de agosto de 2007

EURO VERSUS DOLAR



Don Lluis Casas

No estoy muy seguro que lo que viene a continuación sea de interés mayoritario para los lectores de esta revista digital. La sugerencia me ha llegado desde las más altas instancias corporativas y entiendo que no ha lugar a pasar página. Por lo que me pongo a ello.

Pienso que el posible interés sobre el valor de conversión del euro respecto al dólar esté en un inmediato viaje a Nueva York, en legítima correspondencia al que está efectuando nuestro amigo Woody a Barcelona. Todo el mundo sabe que el coste de unos tejanos en la Quinta Avenida se está reduciendo a ojos vistas por la apreciación de ese oscuro objeto de deseo del euro. Otra cosa no se imaginar. Porqué, ¿existe en la especie humana alguien preocupado por el distinto valor de un BOING 818 o de un misil de última generación si se paga a dólar contante o euro creciente? No lo creo, aunque, por lo visto, compras de los mencionados objetos se realizan promiscuamente si seguimos la prensa de color sepia. Veamos.

El dólar tiene distintas consideraciones como moneda, es el aceite lubricante de una enorme economía doméstica mucho más cerrada que la europea. Si señores, los USA son poco dados a las importaciones y exportaciones materiales (Se han especializado en los mercados de esclavos y capitales). Al menos en términos relativos a Japón y a Europa. El dólar también es (con tendencia a la baja) la unidad de cuenta de las transacciones internacionales. Y finalmente, último refugio especulativo internacional si van mal dadas. Es obvio que el sistema también ha funcionado como un seguro de vida de la deficitaria balanza comercial norteamericana y ha ayudado más que mucho a los déficits presupuestarios del imperio generados por la actividad física de los marines.

Nada de lo dicho ha cambiado substancialmente, pero eso sí, se están introduciendo matices de consideración. La unificación monetaria europea genera, sin intención maligna ninguna, un territorio euro, continental y externo de muy ejemplares dimensiones planetarias. Ello se debe a la propia lógica mercantil. Para que vamos a pagar y a cobrar en dólares si el euro nos es útil a ambas partes y las dos partes son muy grandes. Además, el banco central europeo, institución más germánica que Bismark, garantiza la fortaleza de la moneda: inflación controlada y todos tranquilos. Europa es el mayor cliente y abastecedor al este de donde se pone el sol. Eso se nota. Vaya si se nota. Por lo que puedo recomendarles el euro para sus ahorrillos y viajes internacionales. Los trávelers pueden adquirirlos en euros, estén seguros de ello (al menos para este verano). El mundo financiero, al que le salen sarpullidos por una milésima de variación en la temperatura monetaria, le place la seguridad del funcionario. Y Bismark lo es y mucho.

En otros tiempos el asunto se hubiera resuelto con la política de las cañoneras y con un paseo imperial. Hoy resulta todo más complicado, para qué nos vamos a engañar.

Alguna inteligencia artificial ha dado en pensar que no es tan grave lo que ocurre. Del mismo modo que el euro se hace fuerte, le aumentan los gastos viceimperiales a la Unión. Una cosa por la otra. Al fin y al cabo, el euro ha pagado dos veces la reconstrucción palestina y ahora va a por la tercera. (les informo, por si no lo sabían, que la deconstrucción va a cargo del dólar). Y también que el mercado internacional está dando saltos de gigante año tras año. El pastel aumenta velozmente y hay para todos. Con el permiso de China, desde luego y si el Yang Tse continua apagado.

Lo dicho aclara el porque y el ahora. ¿Pero así seguirá?.

Ya saben que las predicciones no son asunto de ecónomos, excepto si son sobre suelo rústico y en situación retrospectiva, por lo que solo les diré que a fe mía sí, que la cosa seguirá con ese leve movimiento entre dólar y euro, acompasado por la eclosión asiática que pedirá mesa en el convite. Unos años de sinuoso y placentero devenir monetario en perspectiva de cambios importantes más allá del próximo quinquenio.

Parece un consejo de astrólogo, pero más no se puede pedir, ni se debe.

Lluís Casas, analista de la Caixa.