viernes, 26 de diciembre de 2008

MIS PRIMEROS CIEN ARTÍCULOS




Dice la tradición que la mayoría de las publicaciones serias (y más las de tendencia hacia la izquierda) no llegan a los cien números y si alcanzan esa cifra lo hacen en penosas condiciones de agotamiento y, vaya por dios, de endeudamiento financiero con amigos, familiares y otros seres próximos.


Este artilugio que tienen frente a sus ojos edita y distribuye pensamiento a costes bajísimos, de hecho totalmente gratis para un servidor puesto que no paga las facturas del teléfono de Metiendo Bulla, por lo que con la sola ayuda del teclado, alguna zona del cerebro y ansias de dar la tabarra, se puede llegar cómodamente sentado a los cien artículos, o a los cien de lo que sea, sin presiones de acreedores, ni de censores. Y como el que firma, firma con seudónimo, no se entera ni su esposa. Es decir el mejor de los mundos de la opinión. Incluso uno puede hacerse la ilusión de ser un comentarista influyente que evoca lo que los intelectuales hacían en tiempos.


Si lo miramos desde la perspectiva editorial, la única realmente importante, ya no se trata de cien artículos, ni de cien números, sino de mil y todo a precio de correo electrónico. Mil números, creo yo, son más que cien; y por lo tanto propongo al estimado público que me sigue que aplaudan al editor, merecedor del gran oscar a la difusión de las ideas y al debate libre.


El que firma estos artículos, Lluis Casas, debe agradecer en primer lugar la incitación a la escritura que un gran prócer parapandés poco conocido en estas tierras, pero que dará en el futuro mucho que hablar, don José Luís López Bulla por más señas, le hizo ahora hará casi tres años. Incitación que fue acompañada por un: házmelo en castellano que lo envío a América. Lo pensé y acepté a cuenta de un débito con la lengua castellana, puesto que hacía años que no escribía más que en catalán. Recordaran ustedes, como buenos memorísticos que son, el primer artículo, “Catalunya la Marbella difosa”. El único artículo concebido y escrito en la lengua del Maragall abuelo o del abuelo de Maragall. A partir de ahí, con un gusto creciente y ciertas pausadas recomendaciones del editor todo fue escrito directamente en castellano. Y lo disfruto, si señor. Excuso hoy algunos errores que la producción rápida del redactor provoca en los textos, pero la actualidad es lo que es. Y la entrega se hace escrupulosamente. Caiga quien caiga. Con o sin comas.


Una conmemoración como la que me estoy haciendo no es nada sin estadística de soporte y yo, --como economista y físico de partículas que soy-- me pongo a ello con gusto.


Los cien artículos empezaron en abril del 2006 por la zona oscura de la vivienda y el urbanismo especulativo. Aparentemente en Parapanda interesaba conocer los pormenores de la vida y milagros de los ilustres inmobiliarios que se estaban forrando. Eso dio lugar a una larga serie de artículos, ocho si mal no recuerdo, en donde un servidor les explicaba lo mal que iba el urbanismo y lo bien que iba Martín-Fadesa. Les explicaba también lo que no hacían las administraciones y lo dura que es la vida para un hipotecado. Vistos en perspectiva esos artículos los considero, desgraciadamente para muchos, de oro puro. Lo acontecido este mal año 2008 se corresponde exactamente con lo dicho por un servidor de ustedes en esos artículos. Algunos títulos son tan expresivos vistos desde el hoy día que no puedo resistirme a citarlos: “El submundo inmobiliario”, “El culebrón de la vivienda”, “Empieza el baile inmobiliario”, “El fin de la vivienda y de las empresas inmobiliarias”, “Munícipes y corruptos”, entre muchos otros. Posteriormente y ya con el espíritu menos combativo siguieron otros cuatro artículos dando cuenta de las fechorías inmobiliarias.


Hoy el urbanismo y la vivienda viven una segunda oportunidad. Las administraciones tienen en sus manos rectificar el mal que hicieron y, también, lo que dejaron de hacer. Hoy pueden adquirir a precio de saldo un millón de viviendas y ponerlas en alquiler asequible bajo título público. Con ello arrasaban con la futura tercera ola de especulación sobre la vivienda que algunos nos están preparando.


No puedo resistirme a repetir esta frase: “Este fenómeno inmobiliario, por llamarlo de algún modo poco complaciente, tiene muchas aristas y recovecos. Hoy, brevemente, me referiré a uno de ellos. Tengo para mí, que dispongo de tiempo suficiente para ir diseccionando el monstruo. No creo que la situación cambie en un tris tras por voluntad humana. Mis expectativas están más bien en otro lado: tal vez eso que llaman mercado (y que no lo es) haga algo por todos nosotros. El mercado hace las cosas a ciegas, sin ver, sin voluntad expresa, por lo que es sumamente peligroso y sorprendente. Un terrorista suelto con la pistola cargada y el dedo en el gatillo. Más o menos. Ese algo tendrá un coste elevado, que pagaran los de siempre. Pero tal vez sea útil para el futuro. Podríamos aprender.” Esto lo escribía el 30 de junio del 2006, más o menos dos años antes de que la predicción se cumpliera.


En una mezcla más que justificada junto a la vivienda y el urbanismo aparecían artículos relacionados con las infraestructuras. En síntesis les diré que mi opinión permanece y sigo considerando al estado español un incompetente de tomo y lomo al respecto. Un artículo resumen que se refería a las infraestructuras en Catalunya y a las expectativas independentistas lo titulé “¿son independentistas los suizos?, en aplicación de un razonamiento elemental, nadie quiere marcharse de un sitio en donde se está a gusto.


Otra línea editorial ha sido el medio ambiente. El editor al contratarme verbalmente excluyó cualquier alusión al fumar en esa sección y yo me atuve a ello. Mi relación con el medio ambiente es doble. En primer lugar como zona económica estratégica tiene un gran interés para un economista y en segundo lugar como territorio en donde me gané el pan y el jamón durante seis años en períodos de tres alternos, no puede olvidarse. Los artículos ambientales han constatado en ese corto tiempo de publicación un cambio substancial. Cuando escribí el primero ("El modo de hacer británico") en noviembre del 2006, todavía era posible oír, ver o leer que eso del cambio climático era cosa de inmaduros cerebrales. Al Gore y la realidad han cambiado todo eso. Pienso yo que hoy no seria posible derribar a un excelente conseller mataronés de medio ambiente bajo el eslogan de “se está cargando al país”. En realidad lo que se debería decir era “se está cargando a los que se cargan al país”. Nadie hoy creería (tal vez excepto La Vanguardia) que defender el medio natural, impulsar medidas de ahorro energético, evitar la contaminación atmosférica, cuidar la poca agua que nos queda, etc. etc. no sea otra cosa que edificar un país. En fin, el ejemplo viene a cuento por la reflexión siguiente, cuando en el mundo los principales líderes explican que la actuación ambiental será uno de los ejes importantes, aquí se derriba un conseller o se elimina un ministerio.


Asegurado el sustento en este medio, me metí a partir del 2007 en berenjenales más complejos, historia política, biografía y muchos otros mundos, que me llevaron al comentario económico, macroeconómico para ser precisos. Quiero resaltar ciertas cuestiones en torno a la demografía y a la crisis de la seguridad social (una maldición de los dioses según la derecha), a la fiscalidad progresiva (un espantajo para liberales y otros grandes propietarios insolidarios), la política industrial, perdón la no política industrial, la flojera de abductores de las finanzas mundiales y muchas otras cosas. No creo que haya nada de lo que arrepentirme.


Termino por resaltar ya en este año que finiquita la saga de la ley de la dependencia. Una crónica familiar de lo que no debe ser una ley social. Ejemplo indigno de lo que la izquierda puede llegar a hacer puesta en demagogias.


Termino esta crónica anunciando no el fin de mis escritos, esto corresponde al editor, sino explicando en lo que creo: no creo en el bien, sino en la bondad. Distinción que me ha costado muchos años aprehender y que la reciente lectura de Valeri Grossmann me hizo explicita.


Lluís Casas en fiesta de cumpleaños.

martes, 23 de diciembre de 2008

A MODO DE BALANCE DE ESTE AÑO




El solsticio de invierno siempre ha significado momento de balance. Da igual que sea en Roma o en Cartago. Lo mismo sucede bajo los dioses griegos que bajo el catolicismo extremo. Algo hay en el ambiente que hace confluir todo análisis en esas fechas, fechas que son signo de un final y un nuevo comienzo. También debe ser la causa del por qué las celebraciones atañen a creyentes y a descreídos y se mezclan tradiciones que no pegan ni con cola, en un mejunje que se alimenta con una sola ayuda del Corte Inglés.


Por ello me lanzo a echar las cuentas, cuentas económicas, cuentas sociales. Unas cuentas que por muy poco no se han transformado en un cuento, en un puro cuento de terror. Por muy poco ha ido. Si señor.


Si la actual anualidad se ha caracterizado por algo, ha sido a mi modo de ver por la vertiginosa velocidad de los acontecimientos y por la enorme y permanente contradicción entre realidad y voz política. Y ello ha ocurrido en ámbitos reducidos, como en Catalunya y en ámbitos más globales. Lo ocurrido parece de momento un hecho histórico de primera magnitud. El tiempo y el debate lo confirmarán o no. Intentaré en pocas líneas explicarme, aunque advierto al lector que todo está dicho, oportunamente dicho aquí mismo y a la hora en punto. Relean y verán.


Dos mil ocho, un año sobre el que la historia económica y política deberá volver a menudo en el futuro. Anoto de memoria los hechos que considero que marcan el año.


Primero hay que citar la celebración de las elecciones españolas. Hechas en el mes de Marzo, y que por pura casualidad preceden ahora en 9 meses a las americanas del norte, el eje del imperio. Las elecciones propias son importantes por el sonoro empate técnico con que acabaron, aunque la continuidad del PSOE se mantuvo. El hecho relevante fue que las elecciones hurtaron el debate sobre la crisis económica incipiente, crisis iniciada allende nuestras fronteras y se desarrollaron como si la economía española fuera a mantenerse impávida por los siglos de los siglos.


De hecho, a lo largo del 2008, el presidente citó a menudo el sorpasso de España sobre Italia, no en fútbol, sino en PIB por capita y el acoso final sobre Francia. Tal como en los últimos tours. Alguien le insinuaba al presidente que estaba en el mejor de los mundos. Eso pasaba frente a un precipicio semejante al cañón del Colorado. Fueron unas elecciones malogradas en términos de redefinir el modelo de crecimiento español y que marcaron, por su inconsciencia frente a los cambios tremendos e inmediatos, una lenta y muy torpe reacción a lo que había de venir. Esa inconsistencia no fue por desconocimiento, sino por puro orgullo y por incredulidad frente al desastre. Los signos, los datos, muchos análisis ya advertían de los riesgos. El gobierno no hizo caso.


Cronológicamente le corresponde a Rusia aparecer. El verano del 2008 significó la vuelta del imperio del Este al gran juego mundial. Rusia fue maltratada por las potencias occidentales durante el periodo de caos económico y social posterior a Gorbachov. Se incumplieron los acuerdos establecidos sobre la limitación de la OTAN. El crecimiento económico de Rusia, basado principalmente en la exportación de energía, ha dado alas a sus permanentes expectativas imperiales y en el verano del 2008 las puso sobre la mesa en Georgia. Occidente frenó en seco, ignorante de hasta dónde estaba dispuesta a llegar la renacida vecina del Este. Tomen nota, ese es un cambio geoestratégico para el futuro. Su relevancia es mayor si se sitúa en el papel de China y de la India. En el 2008 se ha producido una explosión de potencias planetarias, una eclosión de nuevos poderes. Esa eclosión se produce de la mano de la economía. Los nuevos productores mundiales exigen su reconocimiento. Y ya nada será lo mismo.


Las elecciones americanas se sitúan en noviembre; ahora bien, su protagonismo ha durado prácticamente un año. La quiebra de los conservadores republicanos estaba anunciada, pero no se esperaba el éxito de un político como Obama, nuevo, de color y con raíces ideológicas en el espíritu kennedyano. Las circunstancias obligan a no considerar presidente real a Obama hasta mediados de Enero, pero su influencia se ha hecho notar desde el momento en que consiguió la nominación demócrata en una elección a cara de perro. Su papel en la reacción frente a la debacle financiera primero y frente a la crisis productiva después ha sido significativo. Aunque todo está por descubrir. Obama es la oferta de dinamismo que la economía mundial requiere, o eso esperan los que están en el andén. Europa incluida, malgré la grandeur renacida de la Francia vecina.


La estrella del resumen, cómo no, corresponde a la crisis mundial, que si la fechamos podemos denominarla La Crisis de Octubre. Nombre que para muchos tiene reminiscencias apasionantes. Hoy, tal vez, muchos lectores se hayan transformado en doctores de su explicación. Huelga por ello cualquier largo comentario, aunque sí intentaré realizar una síntesis del proceso vertiginoso que nos ha deparado el cuarto trimestre del 2008.


En primer lugar la crisis es una crisis financiera. Una crisis financiera basada en un largo periodo de libertad absoluta para las entidades del negocio bursátil, inversor e intermediador. Un período en donde nadie quería poner límites a algo, en donde nadie quería recordar algo muy sabido, y que no era tomado en cuenta: las finanzas alguna cosa tienen que ver con la realidad económica de empresas, trabajadores y consumidores. Con exportaciones e importaciones, con trabajo y capital productivo. No solo el mundo financiero se alejó de la realidad, eso ya se ha producido a menudo, sino que se envolvió en mentiras, trampas, y puro latrocinio. Y los estados, las entidades de supervisión dejaron hacer. Los engañados fueron todos, incluso los más sabios, como, con perdón, el banco de Santander.


Ahora bien, no solo se trata de finanzas. Se trata de una crisis de producción, de problemas en sectores maduros como el automóvil. De una lucha intensa por mercados a los que acceden como consumidores y productores países nuevos. Sectores que explotan por detonación en el mismo momento que las finanzas. La GMC ya era una empresa mundial en crisis, que requería cirugía de primera y que se resistía a ello. Hoy está absolutamente en manos públicas y su futuro no vale dos perras gordas.


El tercer y cuarto componentes no son tan materiales como lo es el dinero o la producción. El primer componente inmaterial es la destrucción (y saqueo) premeditada y planeada de la acción pública en la economía. También hoy se está recomponiendo como parte substancial de la salvación de las almas alicaídas. El segundo es fundamental en la economía de mercado: la confianza. Una cierta confianza en que el mercadeo de bienes y servicios se corresponde con la realidad y que los actores, por si mismos o por los controles a que están sujetos, cumplen honorablemente con sus obligaciones. Confianza rota hasta la médula.


No podemos hablar de crisis mundial sin referirnos a la crisis española, con componentes específicos y muy simples: el mercado inmobiliario situado en las nubes en cuanto a producción y precio se ha hundido sin remedio. Y con él, los sectores abastecedores y el consumo y la inversión. Las finanzas privadas españolas no sufren la misma intensidad de caos que en otros países, pero generan parecidos efectos de falta de liquidez en las empresas. Existe un ahogo financiero de la actividad económica que va más allá de la crisis financiera española. Ahí las entidades financieras tienen razones que se desconocen. La economía española a caballo durante casi una década de los precios crecientes inmobiliarios y del tipo de interés bajo no ha reformado las estructuras empresariales, ni se ha expandido en la medida de lo necesario la productividad, la investigación, el desarrollo de nuevos productos, la empresa dinámica, etc. etc.


La crisis enlaza el fin inmobiliario con otras crisis latentes, el automóvil por ejemplo. Todo se refuerza en un entorno político que ha hecho muy poco por impulsar la economía que corresponde a un país europeo y se ha conformado con la tómbola inmobiliaria. Ahora veremos que podemos hacer. Una simple cifra nos advierte en donde estamos: se prevé que en los próximos meses 70.000 familias quedaran en Catalunya al margen de cualquier ingreso. Por parco que sea.


El siguiente punto es, sin lugar a dudas, el medio ambiente, el recalentamiento planetario o como quieran ustedes llamarlo. Lo que ha sido hasta ahora un problema negado. Lo es ahora como principal eje de las políticas. Aun falta su concreción en los hechos políticos de los gobiernos, en la medida adecuada al problema. Pero ya nada será igual. El medio ambiente puede ser uno de los ejes de la reforma de la economía mundial. Un sector en donde el gasto público puede generar bases nuevas de desarrollo sostenible.


Dejo para el final la financiación autonómica, representada por el Estatut de Catalunya. No es un problema planetario, pero es una cuestión que pone sobre la mesa, de nuevo, la falta de modernización del Estado. La falta de coherencia y de arrojo para terminar la composición cuasi federal de España. Y eso es un problema que lo envenena todo. No es rocambolesco afirmar que la falta de ejecución de las inversiones estatales, unos dicen que solo el 37% en el 2008, está relacionada con ese problema modernizador. La eficiencia del estado está muy lejos de ser aceptable.



Lluis Casas de fin de año.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

¿HAY CATALANES EN MADRID?




Aun a riesgo de polémicas y malentendidos, y aprovechando las próximas fiestas que generaran en el personal el perdón y el olvido (en algunos casos mucho mejor si dicen que la distancia es el olvido), no puedo resistirme a unos comentarios en torno a la que yo califico como abandono del Madrid institucional por parte de los procedentes de este rincón del Mediterráneo. Y, a la vez lo contrario, el abandono de los procedentes de este rincón mediterráneo por parte de esas instituciones con sede en la central del reino. Creo que el comentario podría hacerse extensivo hacia otras zonas idiosincrásicas peninsulares, pero por contacto epidérmico hago solo referencia a los residentes en el principado. En todo caso señalo, como complemento sociológico, que esas otras zonas coinciden con Catalunya por ser territorios de alta actividad económica y social. De gran peso en los indicadores que el mundo analiza. Lo cual, sin duda, sorprende. Y a mi, particularmente, me deja perplejo.


Me explico.


Tengo la impresión, tal vez más que la impresión, que los componentes humanos de las direcciones de las grandes organizaciones sociales, económicas y políticas con sede central en Madrid y de ámbito peninsular como mínimo van derivando hacia una parcialísima gestión de personal que incluye una ocupación de cargos por personas de origen mesetario o afines. Advierto que no apunto hacia un programa de expulsión o segregación, creo que el hecho probablemente se deba a múltiples circunstancias sociales y personales y que tanto surgen a orillas del Pisuerga, como del Ter. También acepto que sea una impresión falsa, debida a una escasa información al detalle. Si eso es así y lo veo, retiro lo dicho con mucho gusto.


La reflexión corresponde a un tipo de recuento que se ha dado en Catalunya reiteradas veces a lo largo de la historia contemporánea y que en algunos momentos ha derivado hacia políticas rectificatorias e incluso programas políticos de asalto a Madrid.


Advierto que nada más lejos de mi intención que levantar banderas de enganche o de asalto a los poderes. Lo mió es simple comentario o constatación sociológica, en busca de razones. Y que personalmente me siento todo lo realizado que uno pueda aquí en la barriada barcelonesa de Gracia.


El asunto es doloroso cuando se comparan otros mundos, el deporte de alta competición, incluso en las llamadas selecciones españolas, en el arte, en las ciencias. En todos estos campos humanos los procedentes de esta esquina peninsular suelen estar ampliamente representados, incluso muy por encima de los ratios demográficos, si estos fueran el espejo donde mirarse.


No es argüible que las personas “hechas” de algún modo aquí sean más fuertes, más rápidos o más altos que en otras zonas. No es que sean más cultos, más inteligentes o más imaginativos. Los motivos son otros, mercado, infraestructura, tradición y otros motivos todos ellos muy objetivos y nada raciales. Y probablemente voluntad y ninguna o poca suspicacia a su procedencia.


Empecemos el análisis por los atípicos del balance, los sindicatos. Todo y el peso militante y sectorial (Catalunya continua siendo la fábrica principal de España y en primerísimos lugares en comercio y otras actividades) ninguno de los sindicatos ha tenido en su historia reciente, ni tiene actualmente, personas con influencia de primera línea procedentes de Catalunya. Incluso en algún caso, como CCOO, en la que su origen es muy catalán. En Catalunya la practica sindical es mucho más sólida y diversa que en otros territorios que acceden con cierta facilidad a ese poder representativo y negociador, tanto por tradición como por su estructura económica. Bien, incluso considerando esa falta de personal con orígenes en Catalunya como un fenómeno sin explicación, tampoco la influencia de la forma catalana de hacer sindicalismo, de entenderlo, de encajarlo en el conjunto, ha tenido una influencia comparable a su peso objetivo.


Lo mismo podríamos decir con respecto a las patronales. Podríamos decirlo incluso más alto y más claro. Si Catalunya es el 23% del PIB, seria lógico pensar que una quinta parte de las direcciones patronales viajaran en el ave desde Barcelona, pongamos por caso. Como sabemos, son más fuertes los no empresarios de la meseta en el conjunto de la patronal, que ese 23%. Atiendan simplemente a esa carcajeante sonrisa que comentaba des de el centro el anuncio de compra de ENDESA por GAS NATURAL.


Veamos lo que ocurre con el gobierno y sus instituciones afines, Banco de España, organismos judiciales de primer orden, etc. Solo comento sin darle una importancia extrema que desde la primera república ningún catalán ha presidido gobierno alguno.


Si descontamos al rey, nacido en un lugar fuera de toda sospecha, las dos personas de mayor rango provienen de ambos lados de la gran Castilla. Circunstancia que con adaptaciones béticas así ha sido siempre (disculpen la exclusión del gallego, pero para mi no cuenta, ese favor que hago). La única ocasión que conozco de un catalán que pudo ser y no fue, lleva el nombre de Borrell, que fue defenestrado por su gremio antes de las elecciones.


Y la representación internacional. Hoy tenemos ministros en Europa, hemos tenido gerentes del FMI y jefe de la OTAN incluso. Piensen y comprimen. Y en la zona militar. Aunque ahí hay que reconocer mayor pasión bélica a los baleares que a los catalanes. Y los medios de comunicación.


Y las grandes empresas estatales o de origen estatal. Cierto que alguna lustre hemos aportado en RENFE, por ejemplo, hace unos lustros. O en Repsol, por circunstancias específicamente caixistas.


En fin, la lista puede ser más que interminable, pero siempre muy ajustada a esa escasez sensible del mediterráneo oriental en Madrid y lo que significa.


Resalto para terminar que la existencia de políticas nacionalistas en Catalunya, con cierto vértigo por los cargos en Madrid añade tensión al asunto, pero no clarificación.


¿Alguien sabe explicármelo?


Lluis Casas redentor

viernes, 12 de diciembre de 2008

PENSANDO EL FUTURO: Polémica con el editor de Metiendo bulla

Don Lluis Casas




La réplica parapandesa al último articulillo de un servidor, en la parte de comentario a lo escrito por Jordi Borja, QUERIDO JORDI BORJA. ¿Qué queda de las nieves de antaño?, me hace poner por escrito algunos trozos de pensamiento sobre el futuro. Coincide también con lo que acabo de leer en El País, de Joan Subirats, titulado “cambiando sin saber hacia dónde”. Resumo la polémica, si la hubiere.

Borja reclama política de izquierdas, asumiendo que esta está vacante por deserción.

El editor del Blog en su estilo más bullanguero alerta que las políticas a aplicar no son las que eran o las que creemos que eran. El tiempo pasa, la economía y la sociedad cambian y las políticas, pues eso, se adaptan. Los poetas franceses medievales añoraban el pasado y es porque no sabían por qué futuro luchar. También el parapandeño arguye que más vale loco conocido que cuerdo por conocer.

Subirats añade un órdago. Dice que en el fondo la crisis ha acabado con un modelo social y económico, que no volverá. Así pues, los intentos de rehacer lo que fue son vanos y hay que buscar soluciones nuevas. Añade la descripción de la profunda destrucción de lo social y lo colectivo que ha producido el capitalismo de final de siglo. Interpreto que lo añade para explicar las dificultades de armar las alternativas.

Hasta aquí los hechos explicados desde el rincón de cada cual. Los cuatro rincones aludidos (yo me añado) miran hacia lo mismo, qué hacer y cómo. Y tienen, para tranquilidad de todos, una misma experiencia política y social. La izquierda comunista y democrática europea, que podríamos definir como la izquierda partidaria de reformas profundas, pero sin revolución (o mejor sin mala revolución). Una opción basada en el equilibrio entre costes y beneficios, como un economista lo explicaría.

Las respuestas al cúmulo de preguntas que surgen no están en ningún manual, aunque es posible que algo de historia y de economía sean útiles para componerlas.

Me voy a atrever a decir algunas cosas que, pienso yo, deberían estar en la base de las respuestas. Una salida liberal, al estilo que proponen las grandes empresas en crisis, no es posible. No se rehará el modelo de producción en masa con costes decrecientes a base de reducción de salarios y eliminación del amparo social. Es un modelo de mutua eliminación. NISSAN necesita capacidad de compra para sus vehículos y esta se genera con salarios dignos. Ahí está en núcleo de la contradicción.


1. Tampoco es posible una economía de gestión centralizada, socialista o no. Ya se ha comprobado la enorme diversidad que una economía avanzada tiene y las dificultades, ni que sean técnicas, de programación y gestión.


2. El conocimiento es global, no existe un modelo en donde unos produzcan conocimiento y otros productos manufacturados. Las diferencias entre zonas por la competitividad del conocimiento se acercan al empate técnico.


3. La globalización es un hecho consolidado y no será posible renunciar a una economía global.


4. El mundo de las finanzas mundiales no seguirá haciendo lo que le da la gana, absorbiendo y destruyendo de mala manera los recursos producidos por otros. La innovación financiera para las trampas y las mentiras termina.


5. Una sociedad global de estilo occidental, en cuanto a capacidad de consumo, no es posible. Tampoco es posible el mantenimiento de las grandes diferencias de renta actuales, hay una fuerte tendencia hacia un cierto equilibrio.


6. Los riesgos ambientales son el eje sobre el que girará la política económica y la evolución del consumo.


7. El mundo va a ser policentrista, de hecho ya lo es. Policentrismo económico y político.


8. Los conflictos bélicos serios no pueden ya ganarse. No es posible un acuerdo social equivalente a los establecidos en la 2ª guerra mundial. Los esfuerzos bélicos no son asumidos por los pueblos, ni por las empresas, ni por los políticos, puesto que requieren sacrificios que ya nadie apoya. Solo los esfuerzos puramente defensivos pueden aun encontrar grandes solidaridades que permitan un conflicto total.


9. Los organismos internacionales se han consolidado. Incluso a pesar de las dificultades de adaptación y de la resistencia a aceptar la multipolaridad.


10. Europa es un hecho, al que hay que poner aun los adjetivos.


11. Los desequilibrios globales laminan las opciones democráticas, pero la democracia es un valor absoluto. Los detalles pueden ser variables, el fondo no.


12. Hoy disponemos de recursos humanos, económicos, técnicos y científicos para un mundo global mejor.




Lluis Casas angustiado por la navidad





PIDO LA PALABRA POR ALUSIONES: JLLB (de Parapanda)





Mi admirado Don Lluis Casas parece tener una cierta paralexia. Pues ha leído, no lo que un servidor ha escrito con relación al artículo de Jordi Borja y al suyo, el de mi maestro don Lluis, lo que yo no he dicho, ni pensado. Por ejemplo, parece achacarme muy sutilmente que estoy encantado con las políticas económicas que están en curso. De ahí que deslice que yo prefiera “un loco conocido a un cuerdo por conocer”. De ninguna de las maneras, a los locos hay que ponerles la camisa de fuerza, especialmente cuando obliguemos a doña Correlación de Fuerzas a ponerse de nuestro lado; y, por otra parte, tendremos que estar al tanto, no sea que los cuerdos (al menos, algunos de ellos) nos den comadreja por liebre. Un servidor se ha limitado a expresar –cosa que mantengo— la idea de que el artículo de Jordi Borja rezumaba algunas lagrimicas de añoranza por el pasado, por “las nieves de antaño”. Cierto, los goliardos y otras cofradías medievales añoraban el tiempo pasado: “porque no tenían claro por qué futuro luchar”, dice atinadamente el maestro don Lluis Casas. Pero, atención al matiz…

Posiblemente no tenían claro el futuro por el que luchar porque consideraban beneficiosas las “nieves de antaño”. ¿Qué nieves, don Lluis? ¿Las de la alta Edad Media? ¿Las anteriores a la alta Edad Media? ¿Las muy anteriores a la Alta Edad Media? Yo intuyo que, entre tanta borrachera goliardesca, no estaban al tanto de las enormes transformaciones que ya se estaban dando en aquellos, sus tiempos. Por ejemplo, tan asiduos como eran al vino peleón, no se fijaron en la aparición de nuevos cacharros tecnológicos, no vieron la aparición de las Universidades, la consolidación de las respectivas “lenguas vulgares”, el nuevo urbanismo de los burgos… Por cierto, vale la pena recordar que François Villón, el poeta de "Las nieves de antaño" vivió entre 1431 y 1462. O sea, algunos años después de la muy famosa revuelta de los ciompi florentinos (los cardadores de lana), dirigidos por Michele di Lando, que luego salió rana. O sea, por lo menos Villón tenía algunas cosas de más que decir que ir llorando por las esquinas sobre el granizo de antaño. Pero no, no quiso ver lo que emergía. En fin...


En fin, todo lo que el gran Johan Huizinga describe sobre aquellos tiempos. O sea, digo yo, las lagrimicas de los poetas franceses que cantan las “nieves de antaño” eran, sobre todo, unos (magníficos) petardistas que no estaban al tanto de lo que emergía porque siempre tuvieron el cerebro en poder de las uvas y el mosto pirriaque. Así eran estos personajes, algunos de ellos hijos de papá que hicieron –como antecesores de algunas cosas de hoy— una excursión a los barrios de los pobres para luego volver a casita do se estaba la mar de bien al calor del hogar y de los vinos borgoñones. Quede claro a los suspicaces, nada de esto tiene que ver (ni mucho, ni poco) con el artículo de Jordi Borja, un maestro que siempre está muy atento a todo lo que se mueve en los cuatro puntos cardinales. Y usted también, mi querido don Lluis.


Querido maestro habla usted de “la izquierda comunista y democrática europea, que podríamos definir como la izquierda partidaria de reformas profundas, pero sin revolución (o mejor sin mala revolución). Una opción basada en el equilibrio entre costes y beneficios, como un economista lo explicaría”. Me gustaría que me aclarara a qué “izquierda comunista europea” se refiere. No puede ser, desgraciadamente, la española porque, como usted conoce, anda sistemáticamente a la greña, quiero decir a las yugulares de sus miembros. Tal vez, tampoco, a la italiana que, es sabido, andan permanentemente refundándose en una tradicional endogamia y lo que único que les une es la diatriba contra el insípido Veltroni. ¿Quizá la francesa que, en cada consulta electoral, sus votantes se van ora a babor ora a estribor? Dígame, maestro, a qué se refiere porque raudamente cojo los bártulos y me apunto a ella. Ahora bien…


… Ahora bien, hablemos de su ya famoso dodecálogo, esto es, sus doce puntos. Diré que prima facies estoy de acuerdo. No se le oculta a usted que últimamente me cuesta trabajo estar de acuerdo con amigos, conocidos y saludados. Es decir, mi acuerdo con usted no es protocolario. Y bien lo sabe. Pero, me gustaría hacerle unos cariñosos matices. Unos matices que se refieren a los puntos sétimo y décimo. Veamos.

Dice usted en el sétimo: “El mundo va a ser policentrista, de hecho ya lo es. Policentrismo económico y político”. Yo haría la siguiente enmienda parcial: “El mundo va a ser policentrista, de hecho ya es tendencial y desigualmente policentrista. Policentrismo económico y político ”.


Y afirma usted en el décimo: “Europa es un hecho, al que hay que poner aun los adjetivos”. ¿Qué es eso de hecho? En todo caso, todavía, es un hecho vaporoso y hoy se encuentra en un visible atasco. Obviamente, de tan gelatinosa situación debe salir.


Y, como prueba de civilidad en el debate, le adjunto para que disfrutemos todos este aria: “Soave sia il vento” (Così fan tutte” , Mozart) cantada por Pilar Lorengar y Teresa Berganza.

http://www.youtube.com/watch?v=KlsOzgfrtjk&feature=related








martes, 9 de diciembre de 2008

MARTIN - FADESA Y SUS NEGOCIOS



No salir de puente a causa de un catarro persistente tiene alguna ventaja, si uno es de un optimismo recalcitrante. La lectura de los periódicos, por ejemplo, se hace despacio y muy detalladamente, con lo que se logran resultados eficientes en la comprensión del desarrollo de la liga de fútbol y de la crisis económica. Todo comentarista tiene su orgullo, qué duda cabe. Y por ello voy a citarles dos artículos de la prensa de hoy, de El País del 8 de diciembre, que me parecen ejemplares y que no hacen otra cosa que contrastar los argumentos que un servidor les ha estado explicando durante meses.

Voy por el primero, del que les incluiré el escaneado de un cuadro estadístico con los datos que el periódico El País cita en referencia a la valorización de los activos inmobiliarios de una pieza de caza empresarial enorme, la inmobiliaria Martín-Fadesa, en estado de quiebra técnica y absoluta. Les resuelvo ahora algunas dudas terminologías, que el periódico obvia. La valorización de los activos es el valor en las cuentas de la empresa de sus bienes, en este caso, parcelas, terrenos, etc. El relato es enormemente sugestivo puesto que descubre como funciona el negocio de la especulación inmobiliaria. En primer lugar, aparece el valor, digamos, de compra de ese terreno. Lógicamente se trata, la mayoría de ellos, de tierras rústicas en donde se pude plantar hortalizas o trigo, su uno se ha vuelto totalmente loco o confía ciegamente en las subvenciones europeas. Otra cosa no puede hacerse, excepto, claro está, no hacer nada con ellos. El siguiente valor es el que la empresa inmobiliaria considera que se incrementa por el solo hecho de haber pasado a sus manos. Este hecho no crean que es poca cosa, el valor se incrementa en términos brutales, en millones de euros. Es el milagro de los panes y los peces, pero en metros cuadrados y euros, muchos metros cuadrados y muchos euros. Lo que ha aportado la empresa inmobiliaria al terreno preexistente es simplemente la promesa de la recalificación, o la seguridad de ella. Es la magia del expediente urbanístico. El arte de transformar la tierra mediante un compromiso urbano. Y lógicamente la existencia de un mercado inmobiliario absolutamente extraviado, que era una especie de pirámide de intereses. Extravío totalmente aceptado por los poderes públicos. Ese valor contable, que transforma a la inmobiliaria en la empresa de Creso, es una expectativa de valor. Hay que realizarla, hacer viviendas y venderlas. Martín-Fadesa ha hecho eso durante años, con gran éxito de público, tanto éxito que su presidente alcanzó la presidencia del Real Madrid, otra empresa especulativa donde las haya. El sistema, basado en el yo compro por nada, tu, administración, me aseguras la revalorización, pido créditos a la banca, construimos miles de viviendas y vendo con hipoteca a precios por las nubes ha funcionado, vaya si ha funcionado, y durante años. Hasta que la llamada burbuja inmobiliaria, mejor llamarla bomba atómica retardada, ha estallado y todo lo que había pendiente de operación no se ha revalorizado por falta de demanda, de crédito y de puro realismo social. Añado también alguna actuación de la guardia civil, promovida por la presión de la UE.


Ahí aparece el fallo del sistema, mientras que el público crea que los valores urbanísticos solo pueden subir y rápido, mientras la banca se crea cualquier propuesta de crédito o de hipoteca, y esta a tipos muy bajos, todo va viento en popa. Cuando el círculo vicioso, y no se imaginan la cantidad de vicio que cabe en ese círculo, se rompe, aparece el verdadero valor del terreno. Y el desastre es mayúsculo. El circulo se rompió, alguien advirtió que el metro cuadrado ya no se vendía como ayer, que la hipoteca crecía demasiado con los tipos en auge, que la deuda se hacía impagable, que un millón de pisos no era una cosa fácil de colocar. El azar hizo coincidir nuestro terremoto inmobiliario con el americano y con la quiebra del sistema financiero mundial. Demasiado para el cuerpo de los especuladores inmobiliarios hispanos.


Las cifras de balance de Martín-Fadesa, que hemos puesto arriba, han estado acreditadas por entidades, todas independientes de la empresa inmobiliaria, que dan fe de su verdad absoluta. Su existencia debería garantizar a la bolsa, a los acreedores, a los clientes que la empresa es en realidad lo que reflejan sus cifras. Las entidades de acreditación son tan independientes que una de ellas es propiedad de la caja de ahorros que realiza los préstamos a la propia Martín-Fadesa. La caja está evidentemente interesada que su deuda esté garantizada por los datos contables. Independencia obviamente certificada. Otra entidad vive de sus valoraciones. Es decir, vive de que sus valoraciones sean las que el cliente desea. Dice el periódico que las certificaciones tienen letra pequeña, es decir el certificador sabe que la cifra certificada no es cierta y se cura en salud diciendo algo como esto: el valor es cierto si la información facilitada por la empresa Martín-Fadesa lo es. Un certificador valiente y arrojado, que evita la cárcel con ese comentario, que nadie lee. Toma ya, así cualquiera monta un buen negocio.


Sobre esas formas, más o menos afinadas, se ha desarrollado el último periodo de crecimiento de nuestro país. Un valor social, el del urbanismo se ha cedido a empresas privadas que se han lucrado de forma impresionante con ello. La ruptura del mecanismo, perfectamente sabida y anunciada, ha expulsado costes inmensos hacia el ahorro privado, hacia el paro y hacia una crisis que será dura y duradera. Ese dinero, que proviene de las familias que se han hipotecado ha viajado lejos, a ENDESA por ejemplo y a múltiples negocios en caída libre hoy mismo.


Lo malo es que podía haber sido distinto si las administraciones hubieran hecho lo que debían, mediante la fiscalidad, mediante la inspección financiera, etc. Pero no lo hicieron por puro interés, unas por conseguir fondos para su presupuesto, las administraciones locales, eje de la recalificación. Otras por que ven sus ingresos fiscales crecer como la espuma, las CCAA y finalmente el papa Estado y su ministro en la tierra, el tío Solbes, por las cifras de crecimiento y de puestos de trabajo creados. Todo soportado por una debilísima estrategia, esto es, creer que el valor del metro cuadrado puede crecer indefinidamente. Hay más causas, la creencia en el mercado, en su autorregulación, la dependencia de la política de las grandes empresas financieras e inmobiliarias, la falta de un modelo de economía avanzado y, finalmente, la corrupción que corría desbocada. Esos millones creados de la nada daban para pagar fidelidades, ayudas, comprensiones e incluso equipos de gran premio. Había para todos y para todo. Jauja.


Exijan dimisiones y estancias en los penales. Hay material para ello a espuertas.
Si su curiosidad permite una lectura atenta de las cifras que nos expone El País, verán que una empresa humana puede transformar como si nada un activo de 541 millones (cifra nada despreciable entre los mortales) en otro de valor equivalente a 2.338 millones, simplemente anotando la expectativa urbanística. Un incremento del 3300% por el solo hecho de disponer de un lápiz. Para que entiendan la dimensión de la tragedia esos euros son más del 50% de lo que la Generalitat reclama como incremento de su financiación. Y de una sola empresa inmobiliaria. Imaginen, si son capaces de tamaña hazaña, el monto total del conjunto de inmobiliarias atrapadas por el fallo del sistema.


Esos millones podrían haberse transformado en realidad (la verdadera venta de vivienda), de hecho así ha sido durante unos cuantos años. Y esos millones nos pertenecen razonablemente y fiscalmente a todos, es la propia sociedad la que crea la riqueza urbanística y a ella corresponde hacerse con ese valor, por ello tenemos impuestos como la plus valúa o el impuesto sobre beneficios, etc. Etc.
¿Nadie se siente engañado?




Cambio de tercio y sigo con un artículo de Jordi Borja sobre la izquierda, sobre la falta de izquierda, sobre la falta de políticas de izquierda. Concuerdo casi totalmente con lo que Borja dice, faltaría más. Y lo contrasto con lo dicho en la primera parte. La falta de políticas de izquierda, de transformación social, de mejora social, de democracia plena, tiene que ver con las inmobiliarias y, claro está, con otras muchas cosas.


La izquierda, tanto la de raíz socialdemócrata, como la de raíz comunista, han extraviado sus principios y han equivocado sus evoluciones. La política y la sociedad son mutantes, y por ello los análisis y las acciones deben revisarse. Nada que decir por ello. Pero la revisión ha dado en terminar en una falta completa de verdadero reformismo y en una dependencia aceleradamente acrílica de los parámetros liberales en el sentido más euro céntrico que haya. El euro manda y los demás obedecen. Nunca se dependió tanto de empresarios, de financieros, de especuladores y de sus correspondientes mundos ideologizados a través de medios de comunicación que no saben que es la equidad, la ética y la estética. Ni el futuro.


Una cosa y la otra son lo mismo, o así me lo parece.


Lluis Casas realmente certificador independiente
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jueves, 4 de diciembre de 2008

¿QUÉ HAREMOS CON LA CRISIS?






Me perdonarán los lectores de tan estimable medio que en lo alto de la cresta de la crisis les plantee unas reflexiones que atienden al largo plazo y no al sálvese quien pueda más inmediato.


Pienso que es relevante que, de una vez por todas, una crisis cíclica se utilice en España para hacer el salto cualitativo y cuantitativo que la economía española necesita para huir definitivamente del turismo de masas, de la efímera construcción y de la coyuntura energética.


La entrada en la UE y en el sistema monetario del euro ha dejado a la política económica española sin los instrumentos tradicionales de ajuste periódico, las famosas devaluaciones que permitían hacer grandes saltos, pegarse un trompazo y volver a empezar. Hoy los ajustes con la economía internacional se hacen en base a otros parámetros más complejos: productividad y sectores de alto valor añadido. Es decir, que la economía ajusta sus déficits estructurales mediante el método de superarlos planificadamente, impulsando aquellos sectores económicos que le permitan mantener empleo y generar riqueza en competencia global. Hoy nos hemos dado cuenta (en realidad muchos ya lo sabíamos en Parapanda) que una economía dejada en manos de la evolución del mercado no seria en España una economía competitiva.



La deriva habitual del empresario español está en los sectores más tradicionales y enlaza con las expectativas especulativas que periódicamente se abren a toda economía que las tolera. Y España ha tolerado y tolera mucho. Pero no un consumo excesivo de sapos. El suelo y la urbanización se han llevado el gato al agua en reiteradas ocasiones y nunca ello ha permitido entrar con fuerza en las zonas de realce de la economía. En todo caso, la mejora ha sido contradictoria y débil estructuralmente. Un ejemplo lo sintetiza, ¿Cómo es posible que empresas de raíz inmobiliaria se permitan el lujo de adquirir sectores estratégicos como la energía?



Las grandes empresas españolas que cuentan en el mercado internacional son bien pocas y casi todas ellas provienen de la privatización de los sectores públicos. Privatización hecha con torpeza, por utilizar una palabra aparente y excesivamente neutra. La generación de otras empresas alternativas con peso internacional ha sido casi nula, alguna en el sector comercial y textil, en la construcción de obra pública de infraestructura, por poner algunos ejemplos.



Si elevamos la vista hacia la zona de la alta tecnología, el desamparo es insufriblemente mayor. Existir, existen nobles apuestas privadas o semiprivadas que generan empresas con serias propuestas tecnológicas: en el sector de la medicina somos interesantes, por ejemplo. Pero los ejemplos de ese buen hacer son aportaciones que no marcan ni el ritmo, ni la dimensión que esos sectores deberían tener hoy día.


Hay razones plausibles que explican ese desgraciado acento tradicional de la empresa española. No voy a hacer un relato de ellos, aunque si citaré el que creo más relevante: el sector público abandonó en los años setenta su papel de empresario y su papel de generador de empresas. Ese abandono, que tenía rezones de peso circunstanciales, se ha mantenido por encima de las necesidades que la economía generaba. Un país poco dado a la innovación y al riesgo calculado, siempre ha necesitado de impulsos públicos que suplieran las carencias de eso tan esotérico como es el mercado presunta y putativamente libre y la empresa privada. La falta de substitución, ni que sea temporal, de la poca energía y propuestas privadas por el sector público es, para mí, el factor más determinante de esa profunda debilidad de nuestra economía. No hago con ello un canto acrítico respecto a las empresas públicas: sé perfectamente los defectos que impulsaron esa privatización adjetivada. Esos defectos fueron excusa y moneda de cambio para eliminar del mapa una acción pública más matizada y positiva que era necesaria y posible. Un pequeño repaso al peso empresarial del sector público allende de los Pirineos, ofrecería un espectacular abanico de posibilidades alternativas. Sin ir más lejos, la propia Volkswagen es parcialmente pública y, qué duda cabe, genera raíces más profundas en el territorio de las que tiene nuestra SEAT, que está así en la tierra como en los cielos.


Hoy, en plena crisis de modelo de crecimiento, del que los lectores ya saben los calificativos, podemos volver a reproducir procesos anteriores: una gran preocupación por el paro, enormes esfuerzos financieros para cubrir, mal que bien, las necesidades básicas de los que no tienen trabajo, etc. etc. Esas son cosas que se deben hacer, faltaría más, y además hacerlas bien, incentivando el retorno al mercado laboral, generando formación que facilite esa integración con los instrumentos públicos necesarios. Pero no es lo más importante en términos de futuro. Alguien debería encargarse de olvidar lo duro que serán esos próximos años para pensar en el enfoque que conviene a la futura economía española. Y además de pensar, debería disponer de instrumentos financieros y políticos que le permitan crear el futuro. No creo que el Presidente se refiera a ello cuando citó hace pocos días la futura creación del ministerio de deportes.


Probablemente es más fácil saber lo que no debe ser que adivinar lo que ha de ser. Hoy es fácil afirmar que el sector del automóvil es en España un gran riesgo y que su futuro está más negro que el petróleo brent. La producción de automóviles nos ha mantenido con cierta dignidad durante muchos años, pero hoy es simplemente una fruta madura que huele con intensidad a pasado. La insistencia en salvar lo de hoy puede sacrificar el mañana. No estoy seguro que nuestro futuro industrial esté en la permanencia, cueste lo que cueste, de NISSAN. Por poner un ejemplo. En los últimos diez años, las empresas automovilísticas han recibido regalos de navidad a menudo, en aras de su permanencia y la no deslocalización. Efectivamente se ha logrado salvar esa permanencia, a coste de llegar al límite sin alternativas. No piensen que sea partidario de la expulsión empresarial y que no entienda e incluso acepte ayudas públicas. No es eso. Se trata que si solo se hace eso, uno come pero atado a la mesa, sin posibilidad de moverse cuando le haga falta.


Si cito el automóvil es por que soy consciente de lo que significa. Ha sido la base industrial que nos ha permitido mantener cientos de miles de puestos de trabajo y una exportación estratégica para nuestras cuentas internacionales nada finas. Ese reconocimiento no debe ser ciego al futuro. Y hemos de entender que probablemente ese sector nos conduzca por la senda de la tensión laboral permanente. Una lucha con países con bases demográficas inmensas y salarios relativos bajos.


Alguien podría preguntar, a modo de trampa inocente, si con el turismo, los automóviles y la especulación del suelo no hemos vivido bien y alcanzado a los diez primeros. Pregunta acertada donde las haya, que merece una respuesta equivalente. Héla aquí…


Efectivamente, un modelo de depredación territorial, turismo sin planificar y construcción destructiva, paralelo a la explotación de sectores industriales maduros, ha dado de comer a nuestra población y a muchos nuevos pobladores llegados en olor de salario en puestos de baja cualificación. Un crecimiento sostenido así durante bastantes años ha dado en coincidir con nuevas necesidades de atención familiar, de modo que los servicios también se han expandido con miles de puestos de trabajo de cuidadoras personales para ancianos y familias. Ahí se acaba el éxito. Se trataba de un éxito basado en que nada se moviera, ocurrencia imposible de acontecer. Y cuando se ha movido, lo ha hecho en plan terremoto.


Pudiera haber sido de otro modo, más despaciosamente, con menos tensión territorial, con mejor distribución de la renta, con menos lujo a plazos y con menos rentas salariales apropiadas por la hipoteca. También podría haberse producido una eclosión empresarial tecnológica y científica, así como profundas reformas en la universidad y en la formación profesional. Dependía de los gobiernos y de su enfoque como impulsores económicos. Prefirieron el libre mercado y hoy recogeremos las consecuencias. De aquellos aparentes polvos, con o sin orgasmos, vinieron estos barrizales.


Insisto en el comienzo: podemos sentar hoy en plena crisis, las bases de un modelo de desarrollo más sostenible, más distributivo, más productivo. Ciertamente así es, si creemos en ello y disponemos de los instrumentos adecuados. Lo que me remite al anterior artículo sobre el Plan anticrisis. El mejor plan anticrisis es un plan de nueva economía. También, y sobre todo, para salvar los puestos de trabajo de Nissan: los de hoy, mañana y pasado mañana.


Me gustaría oír a los sindicatos y a los empresarios, que los hay, que viven en la tierra. ¿Podemos esperar voces adecuadas a los renovadoramente críticos o a los críticamente renovados que salgan elegidos en Congresos habidos y por haver?


¿Nos ponemos a ello? Ya lo dijo Raimon: “tú ya me entiendes”. Bueno, exactamente dijo: “tu ja m’ entens, tu ja m’ entens, tu ja m’ entens”…


Lluis Casas, profeta



martes, 2 de diciembre de 2008

EL PLAN ANTICRISIS




Como sabrán ustedes por la prensa, el gobierno ha presentado su quincuagésimo plan contra la crisis. Los está presentando a razón de uno por semana, con ciertas características acumulativas. Es decir, a lo de la semana pasada se suma la nueva ocurrencia de hoy. Una forma de construcción comprensible y lógica en apariencia, si la realidad aceptara tal forma de actuar como positiva. Una forma de construcción esencialmente débil económicamente y absurda ideológicamente, que no genera confianza alguna entre el personal afectado. Algo consubstancial a un Plan anticrisis. Políticamente está enfocado con tan cortas miras que produce urticaria en el cerebelo. El gobierno ha ido tan lejos en su rechazo mental de la crisis que no intuye las enormes ventajas de un plan enérgico, bien elaborado, pactado adecuadamente y en coordinación con todas las administraciones públicas. Es decir centrado en que estamos en una crisis de tomo y lomo. Admitiendo la realidad palpable y aplicando toda la carne en el asador. Todo lo que hace, en cambio, se queda corto y deja a la acción gubernamental como si fuera una pantomima del gobierno. Es lo peor para una situación de crisis económica: nadie cree en lo que dice el gobierno y nadie cree que lo que hace el gobierno sea lo más adecuado.


No hay en el gobierno lectores schumpeterianos, ni, por descontado, keynesianos que traduzcan en acción efectiva lo que es exigible hoy día. De hecho, parece que los únicos con la bandera del liberalismo levantada estén precisamente en el gobierno. Han abandonado las velas y los remos en plena tormenta y mentan a los dioses como únicos salvadores.


Resumo: en marzo, elecciones generales. El gobierno en funciones negó con insistencia la mayor. Dijo por activa y por pasiva que no había crisis y que no la habría. El debate entre el tío Solbes y Pizarro, el líder económico de la oposición, formado en la principal escuela de negocios de los monopolios nacionales, ENDESA, dio como resultado una abultada derrota de la oposición. Parecía que el tío Solbes lo tenía todo controlado y bien controlado. La fecha nos remite a los momentos iniciales de la debacle financiera de Wall Street. Todo un síntoma.


Ganadas las elecciones, el equipo (¿) económico del gobierno demostró que creía en lo que decía y fue negando día a día, semana tras semana, todos los datos que auguraban una crisis de aupa. No piensen que esto ha salido gratis. La negativa en reconocer la realidad ha producido costes suplementarios en el país. Fueron tres meses de desvarío. Pero no acabó ahí la cosa.


Lógicamente lo que se le venía encima al gobierno era tan enorme y su velocidad tan alta, que, incluso los más incrédulos en el gobierno, hubieron de hacer tripas corazón y aceptar una realidad de una dureza impresionante. Pero lo hicieron con el pie cambiado, con una mentalidad negativa (¿como es posible que nos pase esto a nosotros?) y con un alarde de falta de pragmatismo económico que rozó el absurdo. Mientras el edificio del crecimiento de los últimos quince años se hundía, aplastando a empresas inmobiliarias, a constructoras, a la bolsa, al ahorro familiar, a los precios de la vivienda y el consumo iniciaba una retirada en toda regla. Mientras que el modelo especulativo quedaba en cueros vivos y las empresas excelsas del período iban cayendo de seis en seis, el gobierno ponía emplastes para la tos. Y lo hizo impulsado por algunos vecinos que si entendieron de qué iba la cosa. Sarkozy hizo mucho por la reacción del gobierno de España, al igual que la UE y que, finalmente, la campaña de Obama. Sin ello, estoy seguro, aún estaríamos alabando la excelente salud de la economía española y sus perspectivas de mejora. Finalmente fueron apareciendo medidas de soporte a la estructura financiera y bancaria (que se decía que era la mejor entre las mejores del mundo) y ciertas medidas de reactivación de suave calado.


Pero quedaron cortas a la semana siguiente. Nissan elevó a la decimoquinta potencia el estado de la crisis; no se trataba ya de una crisis financiera, de una crisis inmobiliaria. No, afectaba a todo el aparato productivo, desde el automóvil al detergente. La caída de la construcción produjo un terremoto en la ocupación y en los sectores de la inmigración reciente. La máquina de la expansión estaba rota y expulsaba trabajadores a miles. Inmediatamente los bienes de consumo duradero, vivienda, automóviles, electrodomésticos, etc. se contagiaron. Las familias establecieron con inusitada rapidez sus propios planes anticrisis: reducción del consumo al mínimo, generando ahorro para lo que pueda venir. Todo ocurrió en semanas, las ventas de vehículos, las inversiones empresariales, todo quedó roto en mil pedazos en un plis plas.


Frente a ello, el gobierno no estaba armado adecuadamente. La política económica de los últimos mil años se ha basado en el laissez faire, en la confianza en la actividad privada y en arrinconar en el baúl de los recuerdos la acción pública, tanto la directa (empresas propias), como indirecta, la incentivación de sectores a desarrollar, la regulación, etc. Esto constituye una enorme ancla en la psicología gubernamental. No hay keynesianos a la vista y con autoridad. Todo depende de un mercado mítico y de unos empresarios inexistentes. Vean ustedes REPSOL.


Hoy finalmente, el Parlamento nos anuncia la existencia de un enorme plan anticrisis. Las medidas anunciadas son de una enorme disparidad, desde los 400 euros del ala, que eran argumento electoral y están gastados y descontados a las subastas de crédito para la excelsa banca española. La eliminación del impuesto de patrimonio, decidida hace años y aletargada en aras de las elecciones, es hoy, ¡oh milagro!, una medida anticrisis que beneficia a las rentas más altas y extrae recursos para la acción real de la administración. Les recuerdo que Obama ha anunciado lo contrario: más impuestos para las altas rentas. Conviven medidas de activación del mercado hipotecario, es decir de la vivienda, como el alargamiento de los plazos de ahorro vivienda y otras variadas muestras de lo bien que se vive comprando vivienda.


Insisto un momento sobre el asunto. El gobierno piensa que puede reactivar la vivienda, que el millón que está por vender puede realizarse. No se ha dado cuenta todavía que por esa vía ya no circula nadie, al menos durante los próximos años. La vivienda tiene salida como alquiler y a precios razonables, ahí hay una acción gubernamental de calado que mejoraría la salud de las empresas inmobiliarias y las constructoras con cuentas razonables: pasar el millón (o buena parte de el) al sector público y ofrecer vivienda asequible a los dos millones que lo necesitan. Al fin y al cabo, esos recursos económicos los acabará pagando, a la banca por ejemplo.


En fin, para no alargarme, les cuento los de las administraciones locales. Se les ponen encima de la mesa un montón de millones, previamente substraídos de la financiación regular, para inversiones rápidas. En abril todos a la obra. La medida ha dado en el clavo de la ocupación y en el de la rapidez. Las Adm. Locales pueden generar un gran volumen de obra pública ligera, por tanto fácil de proyectar y ejecutar, que tendrá buena incidencia en la escasa alegría constructiva actual. Ahora bien, ¿es ello un plan?. No le falta alguna referencia al tipo de obra requerido. Me imagino que el abastecimiento de agua, el alcantarillado, la red de transporte local, la urbanización básica, serían objetivos excelentes para ello. El plan nada dice. Por lo que tendremos abundancia de obras improvisadas e inútiles por si mismas, no por la ocupación que generan.


Y voy al final: ¿Cuánto aguantará el mentado plan como el plan? Hay ofertas diversas. La mía que no irá más allá de la presentación del plan Obama en Enero (si no es antes), en el cual se especificará el tipo de plan para esta crisis y las medidas fiscales y de gasto público adecuadas. Entonces el gobierno volverá a enmendarse y a presentar la versión B del plan actual.


Lo veremos, seguro.


Lluis Casas teleobservador