jueves, 26 de junio de 2008

LAS INFRAESTRUCTURAS Y, CON PERDON, LA CRISIS

Vengo a sorprenderles comentándoles algunas cosillas que entre unos y otros trajines han quedado olvidadas y que en el duro fragor de la, con perdón, crisis actual es conveniente repasar. Me refiero a ciertas relaciones entre las infraestructuras del país y los enormes costes que tenemos por su escasa y poco acertada planificación, costes que están en gran parte en el origen de la mentada, con perdón otra vez, crisis de nuestros días.

Un factor relevante de la crisis es el coste energético: el petróleo y el gas mayormente. Eso es importante no sólo por una cuestión de costes o precios, o como quieran ustedes llamarlos (puesto que a pesar de su papel estratégico son susceptibles de especulación como cualquier otro producto del mercado), costes que podría pensarse como una fase circunstancial, sino también por su escasez inmediata y futura que marca una senda de encarecimiento cierta. Esa escasez no viene determinada solamente por la disminución de las existencias (a todas luces limitadas a dos o tres quinquenios), sino también por la entrada en los mercados de muchos países que demandan combustible a ritmos de crecimiento feroces y convierten las circunstancias en algo parecido al terror energético.

Se preguntaran ustedes qué papel pueden tener las infraestructuras hispánicas frente a ese fenómeno tan global. Mucho, puedo responderles y voy a explicarme con cierto detalle aunque, dado el caso, no exhaustivamente. Les expongo una lista de actuaciones de carácter político y estratégico que tienen individualmente y en conjunto una gran capacidad de modificar lo que podríamos llamar el modelo energético español y que reducirían significativamente lo que el periodismo ha dado en llamar la factura energética, factura en divisas puesto que es con nuestro exterior peninsular.

En primer lugar citaré (aunque no es estrictamente una infraestructura sí es un factor base) el siempre pendiente ajuste de la demanda de energía. Es decir la reducción del consumo sin afectar al modelo en uso. Eficacia en los aparatos y sistemas de producción para que consuman menos por unidad de servicio. Aplicar aislamientos térmicos en los edificios, eliminar las bombillas del siglo pasado, por ejemplo. También está pendiente de desplegarse un sistema tarifario que aliente el ahorro. De igual modo, hace falta establecer campañas de concienciación ciudadana eficaces. El impulso a vehículos poco consumidores en sustitución de los modelos depredadores también ayudaría. Y un largo etcétera que consta prácticamente entero en las recomendaciones de Al Gore: tal como están los tiempos no es desaconsejable citarle, incluso en Parapanda.

En segundo lugar, cabe desarrollar sistemas de producción y distribución más eficaces y ahorradoras. Primando las empresas del sector que efectúen las inversiones necesarias para ello. No crean que es poco, una gran inversión que se paga a si misma. Recuerden el apagón barcelonés del verano pasado y una constatable ineficiencia en el transporte eléctrico.

Después podemos incrementar las fuentes de producción. Las energías eólica y fotovoltaica, dado que disponemos de fuentes inagotables de ambas y un país perfectamente pertrechado para ello. En España podríamos depender casi exclusivamente para consumos urbanos y para las pequeñas empresas de las energías llamadas alternativas, ello conlleva un enorme ahorro en importación de petróleo y gas. Esa reducción de nuestra dependencia exterior es de gran importancia frente a las fluctuaciones del mercado especulador de la energía.

En tercer lugar podríamos crear las infraestructuras alternativas al transporte por carretera. Es sabido el enorme derroche energético que comporta depender casi exclusivamente del transporte por carretera de las mercancías como ocurre en España. El desarrollo del ferrocarril como elemento de transporte humano entre las ciudades y los centros de trabajo y el impulso a la utilización ferroviaria como substituto del transporte por carretera, nos convertirían en grandes ahorradores de combustible y afectarían palpablemente a una mejor salud pulmonar.

Lo dicho anteriormente debería haberse hecho hace años y ahora estaríamos navegando con menos temblores. Ahora bien, como no se hizo, habrá que hacerlo ahora. Si esas acciones se emprenden son además elementos de dinamización económica y de mejora de la productividad, de la investigación y el desarrollo tecnológico. Sólo tengo un pero: que estamos en manos de gobiernos y empresarios especialistas en especular con la vivienda y el suelo. ¿Son susceptibles de reciclaje?


Lluis Casas, recetario frente a la crisis (The Parapanda University)

jueves, 19 de junio de 2008

ESCLAVOS EN LOS TIEMPOS MODERNOS



Don Lluis Casas y José Luis López Bulla

Unas dos semanas atrás publicábamos un comentario en este mundo digital con una frase de fuerte evocación: la ruptura del pacto social. Hoy vamos mucho más lejos y encabezamos el articulillo con una palabra de gran contenido histórico, económico y político: esclavos, que a mi parecer tiene una motivada actualidad.

En la memoria profunda de los europeos (incluimos los países de raíz europea) esa palabra tiene hondos significados; ahí es nada la depredación sobre el continente negro que algunos antepasados continentales realizaron (1). Unos antepasados que no están tan lejos. El Congo, propiedad personal de Leopoldo de Bélgica, vivió (qué país tan civilizado) algo peor que los judíos con los nazis, tanto en número como en desproporción de fuerzas reales, vivencia que se hizo permanente hasta ahora mismo. Tampoco está tan lejos “nuestra” Guinea Ecuatorial, patria no sólo de Copito de Nieve, sino también de muchas tribus desaparecidas en combate (no precisamente noble) con nuestra guardia civil colonialmente caminera. Ejemplos los hay en todo continente que tenga un cierto colorido solar.

Como el mundo da muchas vueltas, una persona que en otros tiempos hubiera terminado como obra de mano esclava en Virginia, puede mañana presidir el estado más influyente del mundo. ¡Qué cambio, podríamos exclamar!

Ese contraste civilizado entre lo que fue y lo que parece que pueda ser, tiene que valorarse en lo que ha costado. Que ha sido mucho, muchísimo. Y también matizarse, como toda valoración inteligente. En otra hora, ningún blanco europeo era susceptible de directa esclavitud. Sus derechos lo impedían. Como factor de equilibrio geopolítico, la esclavitud se aplicó a los demás colores de la gama humana, bajo el dulce eslogan de que nuestra evolución nuestro y dios (sanctus, sanctus, sanctus) habían resuelto que unos seres superiores, los blancos, pudiesen decidir por otros que no habían logrado esa plenitud de desarrollo, divina ofrenda a los rostros pálidos. Graciosa manifestación de superioridad que era grandemente celebrada e impulsada por todas las iglesias habidas y por haber. En la gama de los subhumanos cabían todos los diferentes en color, tamaño y otras características craneales. Era la justificación de una inmensa e infame explotación del hombre por el hombre (expresión que incluye mayormente a las mujeres) aplicada sobre el prefijo de la superioridad blanca. Dicho austeramente y con prontitud: la economía del racismo.

En realidad se jugaban dos partidas a la vez: la racial hacia los subhumanos y la estrictamente económica (de clase, para que me entiendan) hacia lo que en un tiempo fueron llamados proletarios o siervos de las muy distintas glebas, fueran del color o tamaño que fueran. Ahí los blancos pobres no tenían privilegios, aunque sí podían considerarse superiores a los de color. Circunstancia que no era de índole práctica, por razones obvias. En conjunto y concluyendo, la explotación de unos por otros, como ya he dicho.

Hoy caminamos de nuevo hacia ese horizonte o así me lo parece. Cabe la explotación sin distinción de matices dentro de lo que las leyes permitan y cabe el racismo sobre todo el que vista, sea o parezca distinto. El racismo, más o menos explícito, tiene características disolventes: de la vergüenza, del honor, de la prudencia y del resto de las cualidades cardinales. Las fronteras actuales (limitadas a los humanos pobres) quiebran legalidades, constituciones y declaraciones de derechos. Los adultos son encerrados como malhechores, los niños tratados como apestados. Pueden ser rumanos o magrebíes. Ecuatorianos o nigerianos. No hay color que valga. Tan hipócritas llegamos a ser, o talvez tan finos estilistas, que distinguimos entre el negro rico y el negro pobre. A uno lo celebramos en la red hotelera y al otro lo expulsamos. Manejamos la posibilidad de impedir que vivan en familia en un continente en donde esa frase aún llena la boca de los políticos de derecha. El miedo se ha adueñado de tal manera de la mayoría de los políticos que producen verdaderos engendros racionales. Aunque creo que afortunadamente la mayoría de ciudadanos todavía no han sufrido ese síndrome de altanera estulticia. Incluso algunos políticos con mando en plaza y en honor a la más rancia tradición socialdemócrata, piensan pagar para que se vayan. Propuesta práctica donde las haya. Solo cuesta dinero. El parlamento europeo se convirtió ayer en un Auschwitz premonitorio, con los votos vergonzantes de algunos socialistas, putativos o no.

En el mundo de lo humano todo es posible, la dignidad y la indignidad, una al lado de la otra. Aunque hasta hace poco uno se atrevía a pensar que los derechos humanos y toda la legislación internacional de protección a los más débiles eran edificios sólidos y ya indiscutidos desde la visón de un demócrata. Bien, no es así. Eso ya está claro. Nada está protegido, nadie tiene derechos reconocidos: se los han de otorgar quienes tienen el poder económico y político (poderes cada vez más insultantemente unidos). Uno a uno, caso por caso, expediente por expediente. Como el trabajo que ya realiza cada día, como la vivienda que ya ocupa y paga a precios de horror. Como la ciudadanía. Como la familia.

Hemos visto en directo los horrores del éxodo africano con destino peninsular. Hemos visto el éxodo asiático, indio, latinoamericano, rumano. Unos más duros que otros, pero todos éxodos humanos. Nada hace mella en esas personas con representación democrática.

Edificando muros mucho peores del que en los 80 fue destruido, el muro burocrático, el muro policial, la cárcel (con otro nombre), el muro de expulsiones de niños y de familias y finalmente la creación de un éxodo de expulsados sin destino. A todo nos acostumbraremos y muchos lo celebrarán, pensando que todo esto es nuestro, el trabajo, el país, el aire, sin darse cuenta que ellos son otros parias susceptibles de 65 horas, de reducción de la pensión de jubilación, del abandono de la vejez, del efecto de la inflación y de la crisis, de la explotación como el resto.

Todo ello está llegando a un grado que exige réplica política y social, que exige acción inteligente y urgente. Se nos están cargando lo construido muy duramente durante 150 años. Los argumentos hoy son totalmente descarnados: la competividad para unas cosas, el gasto público para otras, el tipo de interés para todas.

Ciertamente las soluciones no son muchas, pero deben quedar excluidas las que rompen los derechos fundamentales. Porque, como última razón, nunca salió a cuenta.


Lluis Casas, mediador. José Luis López Bulla, capataz de este blog


(1) Ver Luis de Sebastían y Samuel Eto'o en "África, pecado de Europa" (Editorial Trotta, Madarid 2007, 17 euros)


lunes, 16 de junio de 2008

LA ECONOMIA Y EL LUJO



Hace tiempo que me rondan por las meninges unos cuantos comentarios a propósito de lo que antes de la contrarrevolución llamábamos el excedente. Como es tan grande y tan variado su uso, y en un intento de aparecer en el HOLA o en todo caso en MEN, opto por dedicar mi atención solo a una parte del susodicho: lo que podríamos llamar la economía del lujo. Dicho de otro modo, lo que la sociedad produce y no necesita (en apariencia o según opiniones) para su razonable existencia y bienestar actual y futuro, derivando hacia la producción y el consumo de bienes y servicios poco relacionados con las necesidades existenciales básicas, ni siquiera un listón por encima de las básicas.

Antes de que repliquen al enfoque y a la terminología pensando en un buen vino o en un pijama de seda les diré que asumo que lo dicho corresponde a conceptos resbaladizos y poco concretos. Pero apelo a la racionalidad del lector para la comprensión cabal de lo que escribo.

Aclaro para el sector formado por los materialistas históricos que ciertamente el uso del excedente tiene que ver también con la inversión y el futuro de la sociedad. También es una referencia a los keynesianos, hoy esturreados por esos mundos en busca de algún objetivo concreto. Pero creo que esa línea analítica es otro asunto.

La concreción del deseo de comentar la cosa se materializa con el debate tonto de los cocineros mediáticos en este nuestro sorprendido país: un grupo de seres en el cúmulo del lujo, la propaganda y el dinero, incapaces de la ironía, la crítica y del laissez faire. Hoy día una cena en el Bulli, cuesta tres meses de salario medio por comensal y una lista de espera superior a la de sanidad, creo que más de un año. Aunque, todo hay que decirlo, dan un certificado de asistencia válido para las revistas del corazón y para el curriculum de idiota mayúsculo. El colmo mediático es que un periódico de información general consuma totalmente su portada con estas sandeces. Pero, atiendan, detrás hay un negocio más que excelente y que reparte dividendos, atiende mucho dinero, ofrece mucha imagen e instrumenta influencia social.

En otro orden de cosas tenemos la reducción de la participación salarial en el reparto de las rentas, que tiene efectos directamente derivados hacia el lujo y si mucho se empeñan hacia la caridad confundida como filantropía de la desgravación. Estas últimas frases no son demagogia (aunque creo que no está prohibida), sino reflejo del devenir del capitalismo no regulado en los últimos veinte años. De algún modo el exceso de beneficio privado se reparte en un mayor control económico y social por una parte y por otra en una alegría de vivir que raya el absurdo. De ese reparto quedan excluidas muchas políticas sociales y económicas que tienden a una racionalización del consumo, al respecto por el medio ambiente, a la aceptación de la necesidad del reparto de la tarta en otros rincones del mundo, etc.

No tiendan pues a relegar eso del lujo a una mera deriva mental. Si miran, aunque sea de reojo, a la historia observarán como ese componente social va y viene al albur de la capacidad de organización social (sindicatos, etc.) y de una moral pública responsable. Lujo es directamente proporcional a explotación, si me aceptan un término que tampoco está prohibido.

Siguiendo con las aclaraciones, y por si acaso, les advierto que nada tengo que decir del disfrute de un buen traje, de la buena mesa o de la diaria alimentación adecuada y de calidad, pero creo que son asuntos distintos al que planteo. Para ello pongo por testigo a nuestro malogrado Manolo Vázquez Montalbán. El si podía ir al Bulli, aunque sus debilidades culinarias iban por otros derroteros. Tenía permiso del proletariado mundial y del cognotariado de clase.

Lo que deseo explicarles tiene que ver con las consecuencias de un excedente mal aplicado, que va en exceso hacia ese concepto intemporal del lujo. Intemporal, pues creo poder constatar que ha sido independiente de regímenes, sociedades o modos de producción. Con ello reconozco lo humano del asunto y la imposibilidad de evitarlo con medios razonables. Apelo a Cleopatra y a sus baños en leche de burra o a los cientos de pares de zapatos de aquella filipina.

Ahora bien, una cosa es el lujo como expresión de las debilidades humanas y otra cosa es su tolerancia con respecto a la economía, la fiscalidad y como paradigma del comportamiento social, e incluso, en el colmo del radicalismo, con referencia a esos millones de seres faltos de casi todo. Para señalarles a lo que voy, solo les ofrezco una mirada critica hacia el final del siglo XVIII, hacia esas sociedades europeas aristocráticas que vivían excelentemente bien de una explotación brutal de sus pueblos y de unos regímenes que consideraban menos que un perro a todo ser humano que no llevara el Sir, el Von o el Don. El repaso histórico de los actores incluye incluso, como aviso para navegantes, a la misma inteligencia racionalista que puso las bases de la guillotina y de la actual Europa (incluso Mr. Guillotin era un racionalista, su objetivo con el invento fue ahorrar dolores y chapuzas).

¿Estamos hoy en situación pareja? No, no lo creo, puesto que los fundamentos del estado social de derecho, con el pacto social correspondiente, o incluso de sus derivadas menores, garantizan un grado de igualdad ante la ley y, en una parte del planeta, una vida para la mayoría hasta cierto punto decorosa. Pero dentro de ese supuesto hay modos y modos. Ahí están los inventos de las sociedades razonables para evitar los desmanes, como la fiscalidad progresiva, el sistema de pensiones o los acuerdos en torno a salarios decentes y adaptados a productividad y a los beneficios y un largo etc.

También acepto que el lujo es un subsector económico, con industria, puestos de trabajo, legislación laboral, etc. Y que tiene un peso no despreciable en el PIB. Otra cosa es lo que significa ese trozo de PIB a efectos de bienestar social real.

No crean que esté preocupado por ello como problema metafísico. En absoluto. Lo estoy en términos relativos. No tengo nada que decir del lujo si no hubiera necesidades alternativas que exigiesen las capacidades que ese sector absorbe. Capacidades en términos de gasto familiar, financiación empresarial, en fin lo que podríamos denominar recursos sociales desviados. Si les parece excesivo el planteamiento les propongo que tengan un momento de lucidez planetaria y antepongan lujo y todo lo que pasa en el mundo ahora mismo.

Hechas las aclaraciones voy al núcleo del asunto.

La primera pregunta es el peso de ese “sector” económico. Lo desconozco, pero con una breve descripción de sus posibles delimitaciones podríamos hacernos una idea de magnitud. ¿Qué es producción y consumo de lujo?

Lo que podríamos llamar el mundo Montecarlo, yates, casinos, fórmula uno, hoteles fuera de las estrellas, la moda parisina, la restauración de la guía Michelin. Todo lo que podríamos agrupar en torno a la consideración social y económica de profesiones de éxito: altos ejecutivos financieros, algunos grandes deportes, una parte de la farándula. Lo que sería el mundo del motor, vehículos por encima de los 50.000 euros (una cifra elegida de modo poco científico, pero explicativa), aviones de empresa, etc. Si hacen la lista de los posibles vehículos afectados y la comprueban por la calle observaran que no es poca cosa. El subsector de la construcción con residencias de más de 300 metros y veintiséis baños, el arte como especulación económica y de prestigio. La artesanía de las joyas diamantinas. Y en fin el Paseo de Gracia por poner un territorio colateral a San Gervasio.

Todo ello tiene un peso económico indiscutible y ciertamente importante. Sus ramificaciones llegan más allá de la clase pudiente, puesto que es el ejemplo social al que adherirse. La cosa tiene a menudo visos de ridículo espantoso, como el que hacen algunos utilizando para sus labores cotidianas ese vehículo utilitario como es el Hummer, variante civil del militar americano de más de dos toneladas y un consumo por encima de los veinte litros. La visión de semejante tanque circulando por la Diagonal produce risa. El estúpido conductor necesita una escalera para acceder a el y no puede aparcar en ningún sitio. Dentro del mismo sector no es aventurado incluir el Ferrari o Maserati de oficina, que exigen tener unas lumbares de circo para introducirse en ellos. Cualquier incidencia circulatoria significa el sueldo del mes, si llegas a 6.000 euros. Eso si, llegas rápido a la oficina, más o menos como en un taxi. Esos ejemplos de vehículos no están faltos de seriedad, al contrario el coche tiene unos significados de prepotencia, generadores de envidia, son actos demostrativos del valor de uno. Toda una lección de psicología social.

No seguiré con más ejemplos, doy por explicado lo que significa el lujo económicamente y me dedicaré a hablarles del porque de su necedad económica una vez vista su necedad social.

El lujo existe porque alguien dispone de recursos ociosos, puesto que no prevé incrementar su riqueza (inversión), no los necesita para su mantenimiento diario y cotidiano (consumo Standard) y no los necesita para su futuro (ahorro). La salida es aligerar la cartera con productos exclusivos y carísimos. De ello podemos deducir que esa parte del excedente social podría recuperarse fácilmente mediante el sistema fiscal. Los impuestos sobre la renta, sobre el patrimonio pueden ir directos a ello. Los impuestos sobre sociedades, sobre las plus valúas también tienen recursos para ello. En fin, si el lujo está como está no es por falta de instrumentos económicos y fiscales, sino por elección política. En algunos países existe un sobreimpuesto sobre las grandes fortunas, un ejemplo del que aprender. El lujo es una especie ociosidad económica, como las manos muertas de antaño. Fincas económicas dedicadas a nada o a la caza.

La reducción del consumo suntuario afectaría, claro está, al sector especializado, pero no por ello se produciría una crisis. Los recursos que socialmente se desvíen irán a parar a impulsar inversiones públicas y al gasto social. Incluso se pueden derivar a incrementar la productividad social a través de la investigación y el desarrollo tecnológico. Siempre en todos los caso esos flujos económicos finalizarían en les empresas activas, por lo que los puestos de trabajo simplemente se generarían en otros distintos.

Finalmente, les pregunto: ¿por qué se tolera la malversación social que supone ese consumo suntuario? ¿No tiene nada que decir un hombre espartano como Rouco Varela, ampliamente conocido y apreciado sólo en muy reducidos círculos de la ciudad de Parapanda?

Lluis Casas, abriendo el tarro de las mejores esencias.

miércoles, 11 de junio de 2008

LAS 65 HORAS SEMANALES O LA RUPTURA DEL PACTO SOCIAL


Algunos de ustedes se preguntaran si un encabezamiento de esa magnitud corresponde a la realidad o a alguna neurastenia propia de un autor completamente sumergido en el desvarío. Puede ser que quienes se planteen esa última posibilidad tengan razón, pero arguyo que tengo a mano muchos ejemplos sobre el asunto y que este puede argumentarse debidamente. Otra cosa será hablar de los tiempos, el calendario y de las múltiples variables que pueden afectar a esa frase contundente y a su evolución futura.

La idea surge de un poso largo de acciones que he archivado convenientemente y la reciente aprobación por parte de la UE de un horario directamente esclavista, 65 horas en algunos casos, con el apoyo tanto de la derecha, como de alguna izquierda. Todo hay que decirlo, España no apoyó la medida y ésta todavía debe pasar por el parlamento europeo, donde tendrá, eso espero, un trámite harto difícil.

Voy a enumerarles primero en que me baso para afirmar lo que va al inicio:

Va en primer lugar lo que es estratégico, los sindicatos, el sindicalismo, el movimiento organizado de los trabajadores, su presencia social, su capacidad de influencia y negociación. Su temple y capacidad de respuesta cuando van mal dadas. Este es un negocio que ha padecido lo suyo en los últimos treinta años. La presión de la derecha europea, véase a doña Margarita Tatcher como ariete de la embestida, reduciendo el papel sindical y apoyando todo lo que garantiza al empresario una mayor capacidad de acción y negociación. El resultado está a la vista, reducción del número de trabajadores sindicados, dificultad para llegar a nuevos colectivos que negocian las condiciones de trabajo individualmente, trabajo a domicilio, trabajo intelectual, todo el trabajo material e inmaterial. La reacción sindical ha sido muy variada, pero en general defensiva y poco exitosa. Hay que constatar una fuerte retirada en todo el frente, aunque este no se ha hundido. Hay esperanza.

La evolución de lo que llamábamos el sector público, factor de cohesión entre el beneficio privado y los objetivos públicos. Ahí la destrucción creativa ha sido más intensa que en el mundo sindical. El sector público económico prácticamente ha desaparecido. Incluso si argumentamos sobre la Volkswagen o alguna empresa energética, el resultado es de pérdida absoluta. No soy de los que creen en que el Estado sea un gran empresario. Nada de eso. Pero, en cambio, si pienso que el Estado no debe dejar de ejercer como empresario putativo en sectores estratégicos y en el desarrollo territorial y científico y tecnológico. Hoy solo estamos en el paquete tecnológico.

Otro campo importante es el de la regulación económica, el laissez faire no hace la felicidad de la mayoría, y por ello el Estado debe velar por esos intereses en variados campos, el principal es el financiero. La existencia del banco de España y del banco central europeo, así como de otros reguladores estatales y globales, no han impedido que cíclicamente las ansias de beneficios urgentes y bochornosos acabe como el rosario de la aurora. La crisis actual es una buena muestra de ello y no está lejos la que hace una decena de años asoló el sudeste asiático. La historia económica está llena de ejemplos. Ejemplos que confirman todos ellos que las crisis financieras las pagan los que no deben y que no existe la destrucción creativa. Las complejidades de hoy día en ese terreno harían palidecer al banquero Roschild. Se pude vender algo inexistente, como una expectativa de producto o de simple beneficio, y terminar esta en manos de alguien a 10.000 millas, que nunca conseguirá enterarse de que va la cosa. Los reguladores deben impedir que esa ansia de beneficio entorpezca el desarrollo económico y lo que denominamos la economía real: el comerció, la agricultura, la industria y los servicios tangibles útiles y demostrables. Lo otro es pan para hoy (de hecho pan con jamón de Jabugo) y hambre para otros en algún momento.

La Fiscalidad, los defraudadores y la ruptura de la progresividad fiscal. Esto no es broma, se trata de desplazar lenta, pero segura, la carga fiscal del Estado hacia terrenos en donde los que más tienen, más pueden ahorrarse de la factura fiscal personal o empresarial. Cito el impuesto de patrimonio, los malabarismos permitidos con el IRPF, el impuesto de sociedades, la plus valúa, el IAE, etc. Evitar la fiscalidad directa, buscar artilugios mentales para justificar porque los ricos no deben pagar impuestos (puesto que se argumenta que son magos con la creación de puestos de trabajo y la riqueza para otros). No verificar la realidad de las declaraciones fiscales, evitando la defraudación de altura (hacia el interior o hacia el exterior en los paraísos fiscales). La ruptura es ya de tomo y lomo, los trabajadores y en definitiva los que dependen de un salario cotizan al euro, a los demás les permiten huir con la legalidad garantizada.

Las prestaciones sociales, el bono o el cheque. Unos servicios públicos para todos. También en ese terreno se rompe la baraja. El coste de los servicios sociales (sanidad, educación, servicios sociales y otros parecidos) son servicios que dependen del coste de la mano de obra (¡!!) y cuya productividad no puede seguir a otros sectores. Por ello su coste unitario sube permanentemente. La argucia de decir que no podemos pagar servicios para todos significa que solo los paupérrimos tendrán acceso a ellos (unos ellos en pleno estado de desidia) y los demás iremos como corderitos a hacernos un seguro o a una escuela privada. El camino de en medio está plagado de cheques bonificadores de servicios privados que trabajan para el estado. Busquen, escuelas concertadas, hospitales, residencias, etc. Ahí está el agujero negro que atrae a las clases medias en la errónea creencia que así les irá mejor.

Salarios y beneficios, un difícil equilibrio. Ese es otro truco de magia. En los últimos diez años y a pesar de un crecimiento de la ocupación, con una gran participación femenina, el peso del salario ha bajado en torno a diez puntos. Puntos que ha recuperado el beneficio. No creo que haga falta comentar mayormente la cuestión: ingenieros a 1000 euros, los famosos mileuristas, hacen el caldo gordo a los beneficios.

Termino aquí el comentario dejando para el final la ruptura del horario de trabajo pactado hace cien años. Si todo lo anterior no es suficiente, ahora están pensando en mantenernos ocupados hasta la muerte y durante 65 horas a la semana.

El parecido con el ambiente de finales del siglo diecinueve es abrasador. Algo habrá que hacer. Se acuerdan de las huelgas.


Lluis Casas, apocalíptico e integrado, puesto que no he hablado de revolución. No me lo tomen a mal. (The Parapanda's University)


jueves, 5 de junio de 2008

DON PEDRO SOLBES ESTÁ A LA LUNA DE VALENCIA



Recupero la delgada línea roja [1]de comentarios en torno a la mal llamada crisis y lo hago a caballo de una actitud (y sus correspondientes políticas) que no me esperaba del ministro del ramo, el tío Solbes[2]. Pude entender la falta de locuacidad en la precampaña electoral y posteriormente en la campaña propiamente dicha; y puedo entender una cierta prudencia de expresión que es consustancial al cargo. Las dos cosas son compatibles con el realismo frente a la cruda deriva económica y con la acción a través de los instrumentos económicos y jurídicos al alcance del superministro. [Ver notas a pie de página]

Lo que vemos y leemos al respecto de la crisis se salta las normas sobre la confianza que debe generar el ministro de economía. Confianza en sus políticas y en que éstas están adecuadamente diseñadas para mejorar el futuro. Un futuro que exigía ya hace algunos meses acciones ejemplares.

El tío Solbes nos viene contando que no hay para tanto desde el primer día que quebró el sistema de préstamos y arriendos basados en el papel basura emitido con las hipotecas americanas y por la procelosa derivación hispánica sobre el incremento astronómico del valor de la propiedad inmobiliaria y del recalentamiento del mercado español (más que recalentamiento se trata de un alto horno). Así ha seguido nuestro superministro detrás de una realidad muy dura que ha dado en torcer el crecimiento económico del país y que deriva, con la ayuda del incremento de precios, hacia un impacto muy fuerte por la reducción del consumo.

Día a día el discurso gubernamental ha negado la mayor: que estamos en una intensa crisis de la que se desconocen las dimensiones reales, basándose en el argumento de que todavía crecemos en términos de PIB. Eso es simplemente manejar malabarismos de palabras, la apreciación de la dura calle es de crisis de tomo y lomo, independientemente que haya o no un margen de crecimiento. Y así ha seguido, negando las consecuencias obvias: nadie compra viviendas, poco a poco se compran menos vehículos, los bancos restringen el crédito, el paro se incrementa, etc. Las cifras y la velocidad están sorprendiendo de nuevo a nuestras autoridades económicas. Del mismo modo que lo hizo el factor desencadenante del sistema crediticio.


El artilugio montado desde el Ministerio de Economía se viene abajo tantas veces como anuncia una tasa de crecimiento para el presente ejercicio (es decir cada quince días). Y muy rápidamente, puesto que la crisis va tomando dimensiones innegables y alargando sus plazos. Y a la luz de estos incendios a uno se le ocurre preguntar cosas un tanto sorprendentes por lo raras y extrañas que son.

Por ejemplo:

Primero. ¿Qué medidas de prevención se tomaron frente a una crisis hipotecaria y financiera más que anunciada durante el período de incubación? ¿Cómo se protegió a los sectores populares demandantes de vivienda frente a precios absolutamente abusivos?

Segundo. ¿Qué se ha ido haciendo en la inmediatez del desarrollo de la crisis? ¿Qué medidas de ajuste económico se han estado planteando para atenuar i dirigir la crisis?

Tercero. ¿Qué acciones a largo plazo se desarrollan para evitar que vuelva a ocurrir una expansión inmobiliaria sin relación con las necesidades de vivienda y un incremento especulativo de sus precios?

Cuarto. ¿Qué acciones se están implantando para evitar que la banca vuelva a caer en el negocio fácil de capturar rentas a treinta años en virtud de un mercado tan desbocado como aquella jaca que galopaba y cortaba el viento caminito de Jerez?

Quinto. ¿Qué se está desarrollando para recuperar parte de las plusvalías inmobiliarias ahora que los precios pueden estar al alcance de la acción pública?

Sexto. ¿Qué hacemos respecto a la promoción inmobiliaria que se salta necesidades, normas y prudencia?

Séptimo. ¿Qué se ha diseñado e impulsado para reducir nuestra dependencia energética del petróleo?

Octavo. ¿Qué mecanismos desplegamos para incentivar una mayor eficiencia en el uso de la energía?

Noveno ¿Qué hay sobre la producción agrícola y el encarecimiento de los alimentos?

En otro orden de cosas también se me ocurre lo siguiente:

¿De qué va a servir vaciar las arcas públicas devolviendo 400 euros a los contribuyentes en el momento que el superávit se está desapareciendo? Les explico que la devolución se hará de forma curiosa: la mitad con la paga extra de junio y el resto a pedacitos a lo largo del resto de las nóminas. ¿Alguien cree que eso alegrará el consumo?

En fin, mi impresión es que la obra está mal dirigida, mal interpretada y no se ajusta al guión. El problema es, como siempre, quien pagará los platos rotos: trabajadores sin empleo, hipotecas sin protección, etc.

¿Estamos en una fase de mayor reducción de las rentas reales salariales por la vía de los precios, después de la alegre temporada de la vivienda y de una persistente y concluyente pérdida de peso de esas rentas sobre los beneficios?

Lluis Casas, muy pesimista (Parapanda’s University)




-[1] (1) Nota culta respecto al film de Malic que viene que ni pintado aquí.

[ (2) Como sabrán, Solbes es valenciano, como mi abuelo, de ahí el apelativo común en los pueblos. Signo de compadreo y respeto.

domingo, 1 de junio de 2008

ACUERDO SINDICAL EN EL MATADERO DE GIRONA



O SIEMPRE HAY BUENAS NOTICIAS DE LAS QUE ALEGRASE. Por ejemplo, esta: l’acord sindical signat per CCOO amb l’Escorxador de Girona



Les comento un documento que nuestro editor me ha facilitado con mala intención sin duda ninguna (1). Se trata de un acuerdo entre una empresa y un sindicato (CCOO, naturalmente) para implantar una gestión de la diversidad en la empresa. Según me dicen voces amigas, el padre, el hijo y el espíritu santo de este texto es don Antonio Córcoles, dirigente sindical de reconocida valía. Por cierto, llama la atención que ningún comentarista --dentro y fuera del sindicalismo-- haya referido la labor de este experimentado organizador sindical (en el sentido que Foa le da al término) en este acuerdo colectivo que estamos refiriendo. Por lo que un servidor, desde fuera del vecindario sindical, llamaré a partir de ahora "el Acuerdo Córcoles". Es un homenaje merecido y, de paso, un emotivo recuerdo a cuando JLLB me lo presentó hace unos quince años en el Bar Raíz Cuadrada de Menos 1.

Traduzco el acuerdo: se trata de facilitar, de aceptar, de incorporar a la normalidad laboral, social y humana a las personas inmigradas. Ahí es nada. El territorio es una empresa un tanto peculiar: un matadero de Girona. La noticia, puesto que lo es, merece una portada en nuestros periódicos de información general, puesto que su alcance moral es enorme. Por descontado si uno de ellos dedica en exclusiva una entera a los cocineros ricos, pero tontos, nuestro asunto es de periódico entero.

Les comento la cosa por dos motivos. El primero y principal porque se trata de un acuerdo importante donde los haya y en segundo lugar, porque hace años y en circunstancias un tanto peculiares fui testigo de lo que podríamos llamar una acción directa parlamentaria sobre la misma empresa firmante del presente acuerdo.

Empezaré por el pasado, sin meterme en guiones complejos con el tiempo de la acción, como erróneamente hacen algunos cineastas actuales desbaratando la evolución de la trama. Los horarios de trabajo y ciertas prácticas respecto al procedimiento de expedición y transporte de los mataderos eran entonces un tanto peculiares. Las visitas de los inspectores de trabajo eran coincidentes con grandes evasiones de trabajadores tapias arriba. No había más explicación que cierta incompatibilidad entre su presencia en el puesto de trabajo y ciertos papeles oficiales. Si el visitante era un inspector sanitario los procedimientos eran menos espectaculares, pero más peligrosos. Algunos vehículos de su propiedad (de los inspectores) resultaban dañados por causas desconocidas si estos procedían a un trabajo meticuloso de investigación, que en todo caso debía hacerse bajo la intensa mirada de un experto en manejar los instrumentos de trabajo del sector.

El asunto no se si está resuelto, pero ahora no hace al caso. En fin, como el gobierno no hacía nada por cambiar tan aciagas circunstancias, un piquete de diputados de los dos sexos se propuso una acción divulgativa del problema y se seleccionó una empresa del sector como sujeto pasivo de la acción. La prensa fue convocada y se produjo el asalto. Todo quedó, como era de esperar, en agua de borrajas. El gerente ni se inmutó y educadamente atendió a los representantes del pueblo en un despacho sin vistas a la producción. Hechas las debidas presentaciones protocolarias y un dicho un breve discurso enunciativo se procedió a la disolución del piquete y de la prensa. Como era el día uno de agosto, todos pusieron pies en polvorosa hacia las respectivas playas. Explicado así, a muchos años vista, parece cómico. No lo era. Los inspectores sanitarios vivieron una novela negra con ribetes mafiosos de mucho cuidado y la situación de los trabajadores, sin ser parecida a las de las reses, tampoco era nada deseable. La retrospectiva sirve para situarles en lo que era una empresa hace unos pocos años en ese sector y para contrastar el significado profundo del acuerdo.

Como espero y deseo que el documento aparezca pegado a las paredes de Parapanda solo resaltaré que tiene un contenido claro, contundente y pedagógico para empresarios y trabajadores. Les señalo el buen hacer de los escribientes a través de algunos puntos del acuerdo: Se reconoce el fenómeno de la inmigración como algo consustancial a nuestra sociedad y factor positivo para la economía de todos. Se manifiesta la necesidad de considerar a los inmigrados como una parte completa del país, que debe integrarlos socialmente. Para ello, la empresa se compromete a dar las facilidades organizativas y los cambios en los usos cotidianos que hiciera falta, selección, formación. Pero también a preparar a sus trabajadores de esa condición para una vida normalizada como ciudadanos.

El final es digno de confianza, puesto que traduce el texto a un lenguaje universal dentro de las empresas, responsabilidad social corporativa. Es decir, empresa, beneficio y sociedad democrática.

¡Qué más se puede pedir! A parte de un buen solomillo bien cortado.

Léanlo atentamente y no hagan caso de ciertos comentaristas que apuntan que CCOO facilita la acción religiosa. Lo que facilita es la ciudadanía plena.

Lluis Casas, microeconomista. (Parapanda' s University)



(1) José Luis López Bulla: Las fiestas musulmanas y el calendario laboral