domingo, 28 de marzo de 2010

DOS APUNTES PARA EL FUTURO. O sea, dentro de poco.





En plena semana de noticias desalentadoras, que exigen algo que se ha ido perdiendo --la capacidad de agitación, de acción, la rebeldía frente al poder, etc-- les enumero algunas cosillas que nos tiene deparado el futuro, si alguien no lo remedia.

Primer apunte. Lo tenía anunciado en este medio desde hace algunos meses y años. La estructura financiera del país descansa (es un decir) en dos patas totalmente distintas. Una la de los bancos, todos ellos privados con objetivos prioritarios de máximo beneficio; es una estructura oligopolista en la que dos instituciones cortan el bacalao y todo lo demás. La otra, las cajas, con un estatuto peculiar que se acerca a la propiedad colectiva y con objetivos sociales, responde a una cercanía al ciudadano y a las pequeñas empresas, tiene un arraigo territorial fuerte y una gran dispersión de entidades, lo que algunas veces es un factor positivo y otras negativo. La tercera pata hace tiempo que desapareció, la banca pública. Mal vendida a la banca privada por cuatro duros, dejó al gobierno federal huérfano de la acción financiera directa. Hoy con la crisis y la reacción negativa de la banca privada a acelerar el crédito, se echa a faltar mucho.


Pues bien, el largo proceso de privatización de las cajas ha dado esta semana un paso muy importante con la victoria de los sectores propensos al desarrollo de las acciones participativas y a la expulsión de los “políticos” de los consejos de administración. Eso es un paso enorme. Es curioso que las cajas sufran ataques por su politización, concepto que desconozco su significado preciso, cuando la crisis ha atacado por igual a la banca privada que a las cajas. En los dos casos por asociarse excesivamente con el submundo inmobiliario. Pero para unos es politización y para otros flores a María. Si politización es que la representación política, comunidades autónomas y administración local, ocupen puestos relevantes en los consejos, he de decir, que es una politización muy sana. Prefiero a mis representantes políticos ahí que a la ambición desmedida de los ejecutivos auto seleccionados. Simplemente hace falta cierta prudencia normativizada para evitar que se tomen decisiones de alto riesgo. Cosa que puede hacerse sin grandes estragos.


La cosa está clara, la banca ha de ser privada y ha de comerse al 50% del mercado que según su parecer está en malas manos, es decir, no está en sus manos. El asunto es de cientos de miles de millones de euros. No está mal.


Como de una propiedad colectiva se trata, estaría bien que la izquierda defendiera con uñas y dientes esa circunstancia y no se tumbara a la bartola mirando el espectáculo. O conformándose con algunos sueldos que puedan caer.


Segundo apunte. Es el sistema fiscal. También es todo un largo proceso de destrucción de un sistema progresivo y suficiente a los objetivos públicos. Poco a poco, la gran propiedad y los ricos en general han ido trasladando la presión fiscal sobre los sectores medios y, sobre todo, sobre el salario. Hoy el incremento del IVA va en la misma dirección. Para recomponer las finanzas públicas se busca la fiscalidad indirecta y se pone el ejemplo europeo. Pero cuando se trata de comparar IRPF, sociedades, patrimonio, SICAB, presión fiscal, evasión fiscal, etc. Europa desaparece. Eso va a determinar un poco más un país con las patas de la financiación pública no solo torcidas sino empequeñecidas. El debate se centra en la detracción del consumo que el incremento del IVA puede suponer. Eso es una parte y, según mi parecer, la menos estratégica. El consumo suntuario pude detraerse todo lo que se quiera, el consumo que impulsa la economía no es el Porsche Cayenne, sino el gasto familiar estándar. Los consumidores ricos no gastan ni más ni menos por la presión fiscal indirecta, son pues unos excelentes objetivos para los impuestos. Otra cosa es el pan y la sal de cada día.


Lluís Casas, Pitoniso Pito, para los que no lo saben, ese personaje acierta con el ganador de la liga desde hace décadas.


jueves, 18 de marzo de 2010

TOMBE LA NEIGE





TOMBE LA BEIGE…”[1]

Si recuerdan la canción de Salvatore Adamo (finales de los sesenta), sabrán que finalmente ella no fue a la cita esa noche. La metereología tiene imponderables que ni el amor puede superar. La nieve frustró ese amor, al menos por esa noche. Adamo lo sabía muy bien cuando escribió la canción. Lo malo es que los que le escuchábamos en un entonces ya lejano no nos fijamos adecuadamente en el mensaje oculto, el meteoro, sino en la lánguida espera de la chica. En realidad todos esperábamos una chica que no venía, aunque sin tener, la mayoría, la personal excusa de la nieve. Más o menos como ahora mismo, con nieve, con excusa y sin chica.


Mi amigo de Parapanda me dice que me he pasado con el artículo sobre la nevada. Tal vez tenga razón, aunque albergo mis dudas. Si se refiere a que no aportaba crítica substancial de la acción pública, eso es otra cosa. En eso tiene toda la razón. Aunque, justo seria el reconocerlo, de refilón colé que todo es mejorable y que el mundo eléctrico es una mafia. Comentarios que de todos modos son del todo punto insuficientes. Para enmendarlo les traduciré algunas conversaciones oídas o participadas con gentes conocedoras del asunto y que todavía no han dormido des de el lunes en una cama. También les diré que frente al aluvión de crítica primaria reacciono en contra. ¡Qué le vamos a hacer!


Primero, la critica. Una cosa es la crítica política, parlamentaria, partidista si ustedes quieren, pero legitima, efectuada cuando el operativo ha terminado y hay constancia tanto de que los ciudadanos están en casa como que la moral de la tropa también está a salvo. Ese espacio temporal, un prudente y aconsejable espacio temporal, hay que protegerlo, todos deben protegerlo en bien no solo de la realidad, que cuesta verla y hacerse con ella, como en bien del futuro. El ruido mediático e inmediato no es bueno para la acción operativa, ni para la reflexión que conduce a los cambios. La crítica, imprescindible, en todo caso, debe hacerse con cierto conocimiento de causa y sin echar el niño junto con el agua sucia.


Segundo, los recursos. Hasta hoy no existe en España, ni en Catalunya un sistema de protección civil integrado y preparado para grandes catástrofes o emergencias que superen los estándares habituales, cosa que afecta a la Generalitat, al todos los ayuntamientos y al estado federal. Esa es una realidad que no debe ocultarse, pero que tampoco debe arramblar con lo que existe, grandes operativos competentes con buen equipamiento, mecanismos de coordinación entre ellos y un cierto grado de acción preventiva y planes de actuación que se han ido desplegando recientemente. Si se pregunta a un vecino donde está la comisaría o el CAP, la respuesta es segura. Lo saben. Si se pregunta por la protección civil, el despiste es total. Ni la administración, ni los administrados están preocupados por esa función más allá del momento preciso en que un gran lío hace aparecer ese término un tanto ambiguo. Es una signatura pendiente para todas las administraciones y para la consciencia social que no lo exige. Insisto en lo dicho, operativos hailos y buenos, coordinación entre ellos también, pero de eso a pretender que podemos dar una respuesta a situaciones imprevistas de gran dimensión es otra cosa. Esa cosa vale dinero, mucho dinero, es decir impuestos y normativa, es decir obligaciones para todos. Frente a esa realidad, siempre aparece el ahorro práctico una semana después de pasadas las horas canutas. El olvido hace poco por impulsar la protección civil. Se resume muy fácilmente, ¿Cuántas limpianieves hemos de tener disponibles, maquinaria, conductores, etc.? ¿Las mil actuales (es un decir) o seis mil? Decir una u otra cosa es muy distinta, significa que si decidimos mil en función de lo que ha ocurrido en los últimos diez años, puede aparecer una necesidad puntual y grave a la que no se pueda atender en términos más o menos inmediatos. Si la respuesta es seis mil, aunque durante años no haga ninguna falta, deberemos desviar recursos de otras actividades o incrementar los impuestos en un porcentaje no precisamente pequeño. Una buena administración hará una opción de equilibrio, tendrá más recursos de los habitualmente necesarios, pero no llegará a cubrir el presunto holocausto de cada diez años. El alcalde de Londres lo dijo de forma aplastante. Se gestionan recursos y tiempo. Eso debemos plasmarlo de forma que la responsabilidad política quede clara. Socialmente asumimos unos riesgos con tratamientos distintos, en unos actuamos con todos los medios, en otros hacemos lo que podemos. Es una elección política y social. Como en la salud y en otras tantas cosas simplemente.


Tercero, la información. La administración no puede saberlo todo (y la mayoría tampoco lo queremos). La información sobre sucesos masivos deja importantes lagunas totalmente inevitables. Ningún método tecnificado puede absorber el volumen de información que genera una gran emergencia, incluso cuando no hay victimas. La administración ha de conseguir tener la información relevante para no perder la capacidad de conducción del suceso, pero nadie puede pretender que lo conozca todo. No es posible, aunque se debe intentar conocer, como ya he dicho, lo relevante. Si RENFE no sabe donde tiene sus trenes, poco podrá hacer el operativo hasta que se sepa. Si FECSA no sabe cuantas torres hay dañadas, lo mismo. Esas lagunas deben llenarse sobre la marcha de la mejor manera posible y al final rectificar las causas de la falta de información en esos casos significativos. La información es una asignatura pendiente de la administración, pero debemos reconocer en frío que se muy difícil satisfacerla. Probablemente la acción conjunta con los medios se el único camino. La administración debe saber y debe explicar lo suficiente para que los ciudadanos puedan decidir cabalmente y para dar la tranquilidad suficiente para soportar el espacio y el tiempo hasta la llegada de la ayuda. Ahí, los medios hacen bien poco. Llevados por el espíritu de crítica son capaces de hacer desaparecer a diez mil personas que están actuando con frases de una simpleza increíble. En una catástrofe, la prensa y sobre todo la radio cubren un espacio informativo en positivo. La crítica llegará cuando todos estén en casa. En una rueda de prensa que contemple ocurrió lo siguiente: una periodista, que disponía de la grabación de una persona retenida por la nevada, preguntó: ¿quedan personas retenidas? La respuesta fue: según la información disponible no consta que quede nadie retenido. Aunque no tenemos información exhaustiva. El titular fue inmediato: la administración engaña.


Cuarto, la prevención. Este es el instrumento más eficaz y barato frente a los grades desbarajustes. Significa que administración, servicios públicos, ciudadanos y prensa deben saber que hacer y que no hacer ante todo aquello que ha sido previsible. Siempre que se pueda. Aunque no vale pretender que todo es programable, puesto que no hay una gran emergencia que se repita y por ello protocolos y planes tiene un papel relevante pero no exclusivo y entonces el operativo improvisa dentro de un gran marco de acción, la administración debe conseguir incluir en la preocupación ciudadana el concepto de prevención y el cumplimiento de las recomendaciones. Claro que la prevención es difícil e incomprendida. El ciudadano, las empresas, etc. no aceptan el aviso de riesgos para que ellos mismos tomen las decisiones sensatas. No quieren cerrar, no quieren dejar el vehiculo, quieren ver la tormenta marina a pocos metros. Cuando la desgracia es evidente exigen medidas coercitivas para evitar decidir. Alguien ha pretendido que la solución preventiva es cerrar el país. Hoy eso no parece posible y dentro de dos semanas diremos que es una absoluta tontería. Ese tipo de prevención, cierres, no circulación, etc. necesita de ejercicio constante y no es país, afortunadamente, para practicarlo. Recuerdo a los lectores que un maestro de la predicción metereológica tuvo que dejar las ondas por predecir unas tormentas en la costa en periodo vacacional que después no se produjeron. La presión del sector hotelero fue apabullante. No lo olvidemos. La predicción es un riesgo en si misma, pero también lo es por la afectación que produce.


Quinto, una emergencia nunca es una sola emergencia. Una emergencia es un compuesto complejo de muchas emergencias, con componentes variables, unas dependientes de la administración y otros muy independientes. Eso vale para el apagón que se sumó a la nieve. Y ahí sale el asunto primoroso del poder de las empresas privadas que gestionan servicios públicos, agua, gas, electricidad, comunicaciones, transporte, bancos, etc. Poco a poco, el ligero poder administrativo sobre ese mundo (que siempre ha sido muy poco) se ha ido difuminando. Lean en El País de hoy (17 de marzo) el artículo del ex ministro Joan Majó, lean y lean entre líneas. A medida que las empresas suministradoras se convierten en extranjeras, como ENDESA, grandes multinacionales, como Telefónica, o entes monopólicos y poderes absolutos, como los bancos la cosa se pone cada vez más difícil. (Una crisis bancaria no es distinta a una crisis por una nevada, simplemente es mucho más importante. Aunque los medios y los propios ciudadanos no tienen el mismo tipo de respuesta o exigencia para una que para con la otra). ENDESA es una piedra en el desarrollo económico, lo es por su hegemonía en un sector en donde la competencia es imposible o casi. Lo fue con el apagón de Barcelona y lo ha sido ahora en Girona. Mañana puede serlo en otra parte. Lo de la MAT como elemento clave de la crisis es de risa, ya me perdonarán algunos crédulos, e incluso es un argumento que funciona al revés, ¿porque los que deben invertir ponen tantos problemas a aceptar las propuestas del territorio? ¿Quién ha retrasado qué?
La crisis eléctrica (la más importante) fue por dos motivos, hundimiento de docenas de torres de transporte y falta de alternativa al suministro. Lo uno es, tal vez, inevitable en razón a costes y climatología (ahí se asumió un riesgo calculado), pero lo otro es simplemente desidia como factor de negocio. O, simplemente como práctica jurídica, un simple chantaje. Hoy día, el abastecimiento eléctrico, sin negar posibles beneficios de la interconexión, puede hacerse desde lugares cercanos con múltiples fuentes de generación. El tercer componente es la reacción de la empresa frente al desaguisado. No informa, no actúa con diligencia, no vuelca los medios necesarios de forma enérgica. Eso, ya lo sabíamos desde Barcelona. La administración también y no puso remedio entonces,


En fin, la critica pasa, resumiendo, por lo siguiente:
- Errores en el sistema de comunicación al ciudadano, tanto antes de la nevada, como en el curso de los operativos.
- Acuerdos con los medios para que estos se conviertan en medios de información que ni desvirtúen las operaciones y colaboren en ellas.
- Falta de decisiones sobre el sistema de protección civil (que nadie reclama en normalidad).
- Falta de presión sobre las empresas que gestionan los suministros básicos para que tengan sistemas de emergencia, como para que las inversiones cumplan con la ley.


Y finalmente una reflexión, en las zonas en donde un meteoro es habitual no hay crisis, la vida, las personas, las empresas, etc. se adaptan a lo conocido. Cuando el meteoro cae donde no es habitual, nadie, ni nada podrá evitar molestias, accidentes y afectaciones varias en la vida de todos. Me cuentan que este fin de semana, en una población afectada, un comerciante esperaba frente a su negocio que el ayuntamiento le quitara la nieve de la acera.



Lluís Casas



[1]“... tu ne viendras pas ce soir”

martes, 16 de marzo de 2010

UN PAÍS HISTÉRICO




Por motivos profesionales ocasionales me encuentro cercano al mundo de las emergencias, aunque sin capacidad de actuación, afortunadamente. Por lo que he vivido relativamente en cercanía los sucesos de esta última semana. Lo que va a continuación es el poso que me ha quedado.

Lo de la nevada ha confirmado lo que ya se sabía. Catalunya está en la senda del histerismo agudo. Histerismo de la corporación periodística tan solo preocupada por el titular, venga a cuento o no, y de la oposición que se agarra a un clavo ardiendo (incluso cuando nieva) por pura ansia de desgaste. Unos y otros poco favor hacen al país y a sus ciudadanos. Pasó con el viento, pasó con el fuego y ha pasado de nuevo con la nieve. En los tres casos, sucesos extraordinarios, absolutamente imprevisibles en sus consecuencias sobre el terreno, que es aquí una variable que normaliza en un sitio y causa hecatombe a trescientos metros.


Que una persona afectada por cortes de carretera o de trenes o por falta de alumbrado se cabree, es lo más normal del mundo y así hay que aceptarlo. Mientras a uno no le vaya según crea que le ha de ir, todo lo demás no importa. Es inútil argüir que la naturaleza nos pilla desprevenidos y sin defensas, colectivas y personales, de vez en cuando y que no es razonable prepararse para lo que no es nada común. El afectado se queja y se cabrea. Y ya está. Hasta aquí no deja de ser medianamente normal.


Lo otro es distinto, el periodismo, si es que queda algo de él, insufla en los momentos más delicados toda la agresividad e inconsecuencia posible para tener portada. Es inútil que se sepa que cuando la naturaleza rompe con la rutina no hay programa que valga y si, además, el 70% del territorio queda afectado en tres horas los recursos son imposibles para todos. El caos aparente duró aproximadamente 12 horas y se prolongó hasta 24 por causas de aglomeración camionera en las carreteras. El apagón de Girona aportó otro tanto de incomodidad gruesa y de larga espera temporal, pero afectaba a una porción pequeña de la población y sus causas eran técnicas, dejando a parte el incumplimiento crónico de las eléctricas. En este ambiente, algunos cronistas, muy pocos y con escaso peso en las portadas, aportaron algo del supuesto seny. Dijeron que una sociedad montada en la movilidad queda fácilmente afectada por los fenómenos metereológicos graves. Y eso ocurre en todas partes, como este largo invierno nos demuestra. La serie de afectaciones en Francia, con 50 muertos no lo olvidemos, en Alemania, en gran Bretaña, en los USA ahora mismo, en Italia, etc. ha sido considerable y de dimensiones enormemente superiores a las que se ha sufrido en Catalunya. Los demás países han resistido las acometidas naturales (amplificadas por esa manía humana de establecerse en donde le place sea seguro o no) lo mejor que han podido y no ha habido reclamaciones al estilo catalán. En Europa y los USA la población y los medios de comunicación saben que frente a las tormentas graves nada es previsible y que permanecer en cas es una sabia medida. Incluso el alcalde de Londres con voz de trueno les dijo a sus administrados que no compraría más limpianieves por muy duros que se pusieran. Afirmaba que para tenerlos durante diez años en los almacenes simplemente por si acaso no valía la pena. Aquí, una voz habitual en la radio pública de primera hora de la mañana despertaba a sus oyentes al grito estentóreo de que el iba a dar información de la realidad, cuando la administración solo daba partes oficiales, sinónimo de mentira según su argumento. Su realidad consistió en dar micro a algunos cabreados por quedar bloqueados en la carretera. Entre ellos camioneros pillados entre Francia y Catalunya y en espera que Francia pusiera semáforo verde. En otro caso fue un usuario del ferrocarril, quejoso de la travesía peatonal y nevada que tuvo que hacer, desde el lugar del bloqueo hasta el pueblo más inmediato. Fantástico. El detalle hace el fenómeno y sin más comentarios circunstanciales. No había acceso en vehiculo al tren y en su caso el grosor de la nieve lo hacía imposible.


Como ante todo fenómeno no programable, la actuación administrativa se ha quedado corta y es mejorable en base a la experiencia concreta. Cosa obvia. Pero resulta inimaginable disponer de suficientes recursos humanos y materiales para hacer frente ipso facto a la enorme dispersión de necesidades y de salvamentos que estos casos de gran agresión natural producen. Sea nieve, lluvia, fuego, etc. Sobre todo, cuando la población, o buena parte de ella, considera que puede utilizar el vehículo aunque les adviertan que la cosa está chunga. Por carretera, con aviso de nevada y sin cadenas. Para reaccionar tal como la prensa exige, el gobierno y las demás administraciones necesitarían un ejército persa al completo, digamos un millón de efectivos, todos con cadenas, con capacidades hercúleas y con posibilidades de elevarse por encina de los 50 centímetros o más de nieve acumulada. Todo ello, como ven, muy accesible de disponer. O bien, cerrar el país por decreto y esperar a ver que pasa. ¿Se lo imaginan?


Ha habido unos días en Catalunya que parecía, por la prensa y por los gritos opositores, que el país estaba en plena conflagración bélica e iba perdiendo por goleada. No fue así, en pocas horas la inmensa mayoría de los ciudadanos y del territorio recuperó la normalidad. Quedó eso si, el problema del abastecimiento eléctrico y de la reacción anormalmente fría de las empresas suministradoras de energía. No es un problema de Girona, como algunos arguyen, no hace poco Barcelona disfrutó de un suceso mucho peor.


Hay que recordar a quienes entregaron el sistema eléctrico al mundo privado, entre ellos encontraremos a casi todos los gritones de ahora, que ellos fueron los verdaderos culpables de su mal funcionamiento actual. En su día se separó la producción, la distribución en alta y la distribución en baja en distintas empresas privatizadas. Aunque de hecho, los máximos accionistas de todo son los mismos, las llamadas eléctricas. De separación real nada. De protección al consumidor poco. De tolerancia frente a los monopolios mucho. Las eléctricas se han lanzado a grandes negocios internacionales abandonando las infraestructuras de su base. Y ahí está el problema que pude resolverse.


En fin, ayer mismo, la brigada mediática autóctona catalana, don Josep Cuní al frente, seguía con su propia tabarra en medio de una normalidad más que acusada. Estos individuos, cantores de sus egos a través de medios incluso públicos, no tienen más argumento sólido para sus diatribas que la apropiación de los medios que han alcanzado. Y los utilizan en campañas que les darían vergüenza no hace muchos años. Esas estrellas mediáticas no razonan, no investigan, ni mantienen la ecuanimidad imprescindible del gran periodismo. Simplemente pontifican sobre lo que desconocen. Hacen escarnio por que dominan el medio. Y todos tan contentos. Si un día la moda es el integrismo o el racismo, dios nos coja confesados, con dichos elementos en las pantallas y micrófonos.



Lluís Casas entre la nieve y el cabreo. (Homenaje a Jean Ferrat)

miércoles, 10 de marzo de 2010

LAS CAJAS DE AHORRO




Me decido al comentario impulsado por el run-rún que circula entre dos aguas en los medios de comunicación y que estos, como es norma habitual de la casa esconden o no se enteran.


En run run nos habla de la operación cajas (nombre que propongo yo solito), operación que consiste en hacer posible lo que hasta ahora no lo ha sido, es decir la transformación de las cajas en entidades financieras privadas y con propietarios. Hoy estas entidades gozan de un peculiar estatuto, puesto que no tienen propietarios ad hoc, sino que son entidades sociales con fines altruistas, por decirlo (aproximadamente cursi) de alguna manera. De hecho no son de nadie, aunque diversos estamentos, un tanto medievales, hacen de consejo de accionistas. Es una situación de, diríamos, socialismo realmente existente.


Han sido muchas y variadas las intentonas por parte del submundo financiero estándar, con la colaboración de formaciones políticas y estamentos patronales para conseguir que estas entidades pasaran con armas y bagajes (y sobretodo con cuota de mercado y acumulación de beneficios) a formar parte del ejército financiero privado. Un poco copiando el estilo ruso de transferir a bajo coste la propiedad pública a manos privadas. Y todos contentos. En esa guerra y poco después de la normalización democrática, las entidades dependientes de la administración fueron adquiridas a bajo precio por el sector privado, laminando un sistema de financiación público directo con el ciudadano y las empresas. Después de aquello solo quedan las cajas, dado que el ICO y en nuestra casa el Institut Català de Finances no cuentan para casi nada. Como la reciente crisis de financiación ha puesto de manifiesto. La operación de transferencia de las entidades públicas fue un enorme error el cobrar por quedarse en pelotas financieras ha supuesto pan para hoy (un hoy de entonces) y hambre para mañana. Hambre e incapacidad para incidir en el mercado financiero.


La crisis inmobiliaria actual ha situado al sistema financiero español en una posición, digamos, incómoda. Incómoda a la espera del dictamen de la realidad, puesto que corre por ahí una pequeña deuda impagada de las inmobiliarias de 325 mil millones y otra familiar que está en torno al billón de los antiguos. Esa deuda terminará por cristalizar en una crisis financiera. De ahí el escaso interés por repartir crédito de que hacen gala las entidades. Acumulan reservas para lo que pueda venir. En ese paquete están, cómo no, las cajas. Éstas como corresponde a su público habitual tienen prestados muchos ceros a las familias y a las promociones locales. El agujero de las cajas es difícilmente asumible desde la perspectiva de la capitalización como una entidad privada y por lo tanto puede ser susceptible de mayores dificultades de estabilización. De ahí los procesos de concentración en marcha, de discutible marcha.


Ese es el momento en que la banca privada hará el movimiento definitivo, la compra de las cajas a través de mecanismos más o menos decorados para enredar al personal. Y lo están preparando.


El resultado, a parte de una pérdida considerable de fondos sociales, será un oligopolio a dos o tres del sistema financiero español. Y, eso, señores, es lo peor que puede pasar financieramente hablando al estado federal. En síntesis, el gobierno financiero del estado.


Por lo tanto, créanme, siéntanse copropietarios de las cajas que usan, ejerzan los derechos y defiéndalas de los buitres.



Lluís Casas, en el bosque de Sherwood.



domingo, 7 de marzo de 2010

DON ILDEFONS CERDÀ, ESE DESCONOCIDO






Vuelvo con mi manía de ensalzar la figura de Don Ildefons Cerdá. Hace ya algún tiempo expresé mi incomprensión y mi crítica frente al poco caso que la ciudad de Barcelona hacía al insigne urbanista. Cosa que hoy no puede mantenerse y, por ello, me alegra reconocer ese error de apreciación. A día de hoy, he visitado ya tres exposiciones sobre el hombre, su tiempo y sus propuestas de reforma. Todas en Barcelona y además encadenadas. Por lo que sé, no existe un mando único en las celebraciones y tal acumulación ha sido producto del azar y de la inquietud de algunas personas e instituciones. La Diputación en Les Dressanes, el Ayuntamiento en el Museu d’Historia y en el Centre de Cultura Contemporània. Tres de momento, mientras que en Parapanda ya llevan catorce. Lamento, de todas maneras, que no sean exposiciones más estables que permitan la visita escolar y escolástica con comodidad y tiempo. Ahí apuntaría que tanto el personaje, como la época y el proyecto del Eixample merecerían algo permanente.


La suma de las tres ofertas da una idea al visitante del enorme significado reformista del homenajeado y de la consistencia de sus propuestas que han resistido no solo el paso del tiempo, sino otras fuerzas mucho más poderosas, como la presión de la propiedad, los vericuetos políticos, el cambio tecnológico en el transporte (el vehiculo a motor privado y colectivo) y la sanidad colectiva (abastecimientos, colectores, etc.). Entre otras muchas cosas. Incluso han superado la prueba de la carga y descarga de las mercancías urbanas, de la pequeña industria y del comercio al por mayor.


Lamentablemente, a parte de la onomástica concreta que se celebra este año, Don Ildefonso vive la plácida vida de los insignes olvidados. Diariamente millones de personas circulan por los espacios que el imaginó e impulsó, disfrutando de una ciudad que nadie antes había imaginado así. Pero claro está, pocas, muy pocas personas son conscientes de ello. De hecho, que yo sepa, ni siquiera existe algún producto editorial que esté al alcance del personal. No se si hay tesis o estudios universitarios a mano. Pero si sé que la divulgación del hombre y de su tiempo no existe. A parte, claro está, del esfuerzo puntual de ahora. Una divulgación que, a parte de la propia barcelonesa o catalana por razones obvias, debería trasladarse más allá del Ebro, en ambos sentidos, hacia España y hacia Europa. El personaje y el momento histórico se lo valen. Es, sin lugar a dudas, el momento en que se definen los itinerarios de futuro del capitalismo y del movimiento socialista.
[1]


Don Ildefons fue, tal vez, el catalán más importante para sus compatriotas de la segunda mitad del siglo XIX y lo sigue siendo en la práctica diaria callejera de hoy mismo. Incluso me atrevería a decir que en otro país se hubiera transformado en una eminencia continental. Pero, hoy y aquí, casi nadie le conoce y aún muy pocos ciudadanos saben lo que el hizo para todos. Un ejemplo del trato que nuestra pacata sociedad ha dado a muchos insignes olvidados. En cambio, según mi criterio, sobre Don Antoni Gaudí, un personaje torturado, mero decorador de las viviendas de las clases pudientes y de las infraestructuras de la iglesia, lo sabemos todo y cada día. Incluso los visitantes japoneses que toman por un jardín público lo que no es más que la fallida urbanización para la élite de la élite, es decir el Parque Güell.


Cuando Barcelona se planteó el salto de sus murallas medievales y decidió entrar en el mundo moderno con fábricas, clase obrera, intelectualidad libre, etc. lo hizo de la mano de Don Ildefons. Lo hizo a lo grande, tanto desde la perspectiva tecnológica, como social. Y eso se produjo como caso casi único en España. Don Ildefons manejó no solo los instrumentos de la ingeniería y de la arquitectura, sino la estadística, la salud pública, el tratado social y la prospectiva. El Eixample fue concebido con ideas que hoy son más vigentes que nunca, infraestructuras urbanas, accesibilidad, vivienda de calidad para todos, espacio público e interclasismo urbano. Esa perspectiva tuvo que imponerse a otras menos despejadas de mente y de intereses limitativos. Incluso se apoyó para ello en las contradicciones políticas entre Madrid y Barcelona. Don Ildefons también fue político y manejó, por lo visto, con habilidad esa falta de sintonía permanente entre el centro y, en este caso, la periferia en Barcelona.


Don Ildefons murió algo extraditado y no retornó hasta pasadas décadas y por medios un tanto sorprendentes. Hoy descansan sus restos en un cementerio que mira al mar junto a otros iconoclastas y transformadores de la ciudad. Mira al mar y está de espaldas a la ciudad que transformó y modernizó.



Lluís Casas





[1] Aquí tienen el pensamiento político que impulso esa época y del cual Don Ildefonso es el exponente social: “Un buen camino es una maquina que economiza el trabajo, abarata los productos, multiplica los cambios (...) Creer que puede progresar la industria y la agricultura de una nación sin que se hagan antes o mejoren los caminos, canales y puertos de mar y demás medios de facilitar las comunicaciones, es creer que puede lograrse un fin sin poner los medios para conseguirlo.

Santiago Luis Dupuy, corregidor de Barcelona

PLANES, ECONOMÍA Y GOBIERNO





El gobierno federal ha tardado una eternidad (en política eso significa más de un día y en economía más de un año) en entrar en lo que su competencia exige: la plasmación de planes de reactivación económica. Tal como nos tiene acostumbrados este gobierno, las medidas se suceden y se contradicen en segundos, acumulándose unas sobre otras en extrañas construcciones que huyen de cualquier forma lógica comprensible. Pese a todo, algo se va haciendo y parece ser que ahora más en serio, dentro de lo que cabe.


La última oferta ahora mismo es el llamamiento al submundo inmobiliario para que nos saque de la crisis. Todo hay que decirlo, esa llamada ha estado matizada. Se reclama al sector no especulativo y se ofrecen ventajas diversas para la rehabilitación, en la creencia que eso va a mover cientos de miles de puestos de trabajo.


No me sorprende en absoluto esa llamada de auxilio a quien es el provocador de la crisis. Era de esperar cuando ideas y capacidades están por debajo de lo necesario e incluso por debajo de lo suficiente. De hecho en diversas ocasiones he advertido de esa tentación dentro de las esferas económicas, sean gubernamentales o no.


Lamento decirle al respetable público que esas predicciones de empleo no se van a cumplir, desgraciadamente. En primer lugar porque la rehabilitación, tan necesaria, tiene costes de producción elevadísimos. No por las obras en si mismas, ni por los costes monetarios, sino por los procedimientos complejos que conlleva reformar lo existente. En general, dentro de las viviendas a rehabilitar existen seres, incluso algunos de ellos humanos. Y eso, señores, no permite mecanismos ni ágiles, ni rápidos. Insisto en que hay que hacerlo, faltaría más. Hay ahí un enorme estoc de viviendas que permitirían una renovación substancial del parque disponible sin machacar más el territorio. Pero de eso a pensar que a gritos y con rebajas del IVA se va a actuar con eficiencia, van demasiados saltos lógicos, a mi parecer. Existen lagunas normativas, financieras y falta efectiva de reservas de vivienda alternativa para los actuales ocupantes. Un largo etcétera habría que añadir a continuación.


Por lo tanto, si la llamada va en serio no puede más que terminar en la reactivación de lo que ya conocemos: desgravaciones fiscales, créditos a las familias, etcétera para que vayan al mercado. El problema, si este acaba siendo el camino, es que antes de construir de nuevo habrá que colocar lo existente. Que es mucho. Por lo que por ese lado tampoco veo una gran animación en perspectiva. Lo dicho, mal asunto, si va en serio.


Por lo demás, qué puedo decirles si la gran patronal propone como medida eficaz la esclavitud de la juventud. Salario mínimo, sin costes de despido, sin seguridad social, etc. De hecho sería un contrato bastante más barato que la simple esclavitud, que exige alimentación y cama, como mínimo. Y si se trata de gladiadores, incluso armas y entrenamiento, por no citar ciertos placeres previos al “morituri te salutant”. Ya he advertido muchas veces (parezco una abuela) que la patronal (especialmente la cúpula) está hecha de una materia un tanto extraña para el siglo que vivimos. Pura piedra, desde el cerebro a los pies. Lo que impide todo movimiento creativo. Y una ansia de desmesurado beneficio a costa de todo que supera la imaginación más desenfrenada. Ni el comisario Adamsberg (lean a Fred Vargas, si no la conocen) podría averiguar el por qué.


Con estos mechinales, lo del acuerdo social será efectivamente un acuerdo social entre cuatro. Ni la oposición (por nombrarla de alguna manera) ni la cúpula de la patronal van a un entendimiento útil. Sea el que fuere. De modo que, me parece a mí, podríamos caer en la trampa de sacrificar derechos sociales y salarios a cambio de nada.



Lluís Casas buscando a Espartaco desesperadamente.

LA LEY DE LA DEPENDENCIA DE NUEVO





Si ustedes han seguido mi tabarra semanal en este su blog (¡ufff qué palabreja!), recordaran una serie de articulillos sobre la aplicación de la ley Zapatero, sino lo recuerdan busquen, es muy fácil.


Por motivos familiares me he visto por dos veces impulsado a recorrer el intrincado mundo de la administración de los derechos que genera la ley y, si recuerdan lo contado, también lo harán con el acido acento crítico con que ponía mis peripecias en el blog. No estoy pues desnudo ni de opinión, ni de experiencia. Es más, aún aguardo y no pierdo la esperanza en que un día llegará una notificación proponiendo a mi padre, ya fallecido, una revisión de su caso intratado. Me dijeron que probablemente, mi padre y otros muchos solicitantes, esperan el sueño de los justos en un rincón, almacenados sus papeles en varias cajas nunca tramitadas. El buen Kafka sabia que un expediente nunca muere, aunque sí su solicitante. Por ello
fumando espero. Fumando espero mientras, para aprovechar el tiempo, leo lo que explica Joaquín Aparicio: TERCIANDO EN EL DEBATE DE "LA PENSIÓN". ¿Qué hacemos con el tope de cotización? Y sigo con lo mío.


El asunto salta a las páginas de El País a propósito del Tribunal de Cuentas y de su afán por saber. Simplemente por saber que pasa con las cuentas que financian esa ley. Parece ser que este bajo tribunal se ha puesto a pensar como se gastan los cuartos las Comunidades autónomas (CCAA) y no acaba de entenderlo. Cosa absolutamente lógica, tanto por falta de datos, como porque el asunto está hecho un verdadero lío. Encomiable actitud la del alto tribunal, aunque considerando los plazos que establece para que el saber fructifique en algo concreto nos pasaremos claramente de legislatura. Así son los (altos o bajos) tribunales, qué le vamos a hacer.


Para darles lo mejor de mi mismo he asaltado a los expertos con que cuento. Expertos que colaboraron, como quedó constancia en los escritos citados, en la conformación del sistema de financiación de la ley de la dependencia. O, al menos, lo intentaron. Pero mientras me informan de la situación, les expongo dos o tres cosillas que se, independientemente de ellos.


En primer lugar, la ley se hizo con mimbres financieros muy escasos, incluso en un afán de pintar la realidad de color rosa pálido echando a la papelera los estudios de coste que los expertos aportaron. Eran buenos informes que explicaban en detalle las necesidades y sus costes, con lo que el sistema de financiación pretendido por las altas instancias ministeriales se iba al cuerno. Es un decir, pero se aplicó ahí el método Zapatero. Si un par de zapatos no caben en una caja, se tiran los zapatos. Ese mal originario ha organizado múltiples enfrentamientos entre el estado federal, impulsor de la iniciativa, y las CCAA que se han visto impelidas a gastar 4 euros por cada euro aportado por el estado federal. Y eso, sin desplegar los equipamientos y programas realmente necesarios para que la ley sea verdad en la calle. Por ello, las CCAA ven que sus costes aumentan vertiginosamente con cada caso tratado, sin que el fisco federal haga nada positivo por ellas.


En segundo lugar, cada CCAA ha interpretado la ley a su manera. Las de izquierda con la relativa generosidad que su conciencia social exigía, aunque con lentitud y escasas capacidades organizativas. Las de derecha liberal haciendo todas las trampas posibles para desviar la financiación recibida a otros lujos liberales. Es esquemático, pero cierto. El resultado de todo ello es que disponiendo de una ley necesaria y adecuadamente buena en cuanto a sus fines sociales, la financiación y la organización del tinglado han estado muy por debajo de lo que requería.


En tercer lugar, la llegada de la crisis ha supuesto un parón de no te menees en el tratamiento real de los casos que se canalizan hacia la ley por motivos exclusivamente funcionales, es decir de financiación. Ya dije en su día que anunciar a bombo y platillo una ley sin pasta sería arriesgado. Así ha sido, las familias han ido enterándose del asunto y los casos solicitados se amontonan. Piensen los que no están al tanto por que la suerte les ha tocado con su varita que en este país federal no existía un sistema integrado de tratamiento de la circunstancia social. Antes por falta de estructuración administrativa y ahora por escasez de fondos la tensión se acumula y el despecho de los ciudadanos crece. Una ley que genera insatisfacción, cuando debía ser de otro modo, se convierte en un verdadero peligro para los coadjutores del tinglado.


Y, en fin, cuarto. Los fondos que reciben las familias son más bien decorativos en muchos casos. Todo dinero es bien venido y bien aprovechado, claro está, y sea cual sea su cantidad. Pero lo cierto es que la ley apenas cubre un porcentaje ridículo de los fondos realmente necesarios para cubrir las necesidades. Algo más de 400 euros por atender a una persona en su casa, persona de dependencia absoluta y necesitada de ayuda las 24 horas del día y de la noche. Solo es un ejemplo.


Ahora toca a los expertos, lo que sigue es, en síntesis, la explicación obtenida. Sin lugar a dudas la conclusión es que el sistema de financiación mixto, entre el estado federal y las CCAA se ha convertido en un buen lío, que, desde mi punto de vista, el tribunal no podrá esclarecer. Es, obviamente, un asunto de índole política, de organización y de financiación. Solo después aparecen las presuntas irregularidades que algunas CCAA hacen, no respecto a la financiación, sino respecto al respeto de los derechos que fija la ley.
Lo dicho, ahí va el comentario, que es en catalán, pero perfectamente comprensible:


“Les CCAA han de gastar en atenció a la dependència, com a mínim, igual que el que gasta l’Administració central de l’Estat (50% per cada una). Es diu que les CCAA gasten menys que el que els hi correspon.


La realitat és que:
Les Autonomies són les gestores de les prestacions i, per tant, les prestacions reconegudes les han de finançar. Si les prestacions son serveis de titularitat de l’Administració, la despesa ha d’estar dintre el pressupost, si són concerts, han de pagar les mensualitats, si són prestacions econòmiques, han de pagar les nòmines. Per tant, la despesa està correlacionada amb el volum de les prestacions reconegudes i no amb el finançament disponible a priori


El que passa és que el pressupost d’un any no ha pogut cobrir la despesa generada i quedin factures pendents de pagar per l’any següent. Malgrat això, la despesa ha d’estar meritada. És difícil que la CCAA no doni la prestació quan ja ha esta assignada (fet el Pla d’atenció a la persona) perquè , és a partir d’aquell moment que cobrarà de l’AGE (l’estat federal) l’import corresponent al Nivell mínim o Nivell garantit.


Altres temes col·laterals son que triguin molt des de que la persona fa la sol·licitud fins que se li concedeix (PIA) i això implica gent esperant. A l’inrevés, hi ha gent amb situació de dependència que ja estava atesa pels serveis públics abans de la Llei i que malgrat aquestes persones no hagin estan integrades com beneficiaris de la dependència estan reben el mateix servei que rebrien si haguessin estat valorades per la Llei. En aquest cas, la CCAA no reflecteix la despesa real que té en l’atenció a les persones dependents. En aquest cas, es pot dir que la CCAA no ha fet els “deures” en relació a la Llei però no es pot dir que no hagi gasta el que li toca.


La Llei no obliga a que les CCAA designin un pressupost separat per comptabilitzar la despesa de l’atenció a la dependència i l’estructura pressupostària de les AAPP no ajuda gaire a aclarir aquest tema. No hi ha centres de cost i es fa difícil separar les despeses de personal i altres despeses que han estat empleades en aquesta finalitat. Caldria recomanar que es fessin pressupostos separats.


El finançament de l’AGE no es tant transparent com sembla , ni compleix amb l’objectiu establert de finançar la meitat del cost de les prestacions.


De les tres fonts de finançament: Nivell Mínim,Nivell conveniat i finançament serveis transferits a les CCAA, el darrer és totalment opac. Hi ha una estimació inicial però es desconeix que cobreix realment. És curiós que aquesta font de finançament només surt quan es fan estimacions que demostren que el finançament de l’AGE és inferior al 50% que li pertoca.


Les dues fonts de finançament que sempre surten anomenades són el Nivell Mínim i el Nivell conveniat. El Nivell mínim és el que l’Estat garanteix-un import per càpita- mentre que el nivell conveniat és un “tant alçat i representa un import molt petit del total. La mitjana del Nivell mínim és 158 euros mes i la del Nivell conveniat uns 42 euros al mes; en total uns 200 euros, la qual cosa a penes cobreix el 25% del cost per càpita de les prestacions (800 euros). Això fa que la CA hagi d’aportar la meitat, més el 25 % del dèficit que genera l’AGE. En aquest punt és a on l’AGE diu que aporta finançament dels serveis transferits. Quin import és això? És pràcticament impossible conèixer el que representa en l’atenció a la dependència.


Tant les Autonomies com l’AGE han de fer més transparents els pressupostos assignats a l’atenció a la dependència. No és pot posar tota la carga en un sol plat de la balança perquè l’altre platet tampoc és transparent en el seu finançament.”



Lluís Casas, adicto a la dependencia.