viernes, 5 de diciembre de 2014

DESAHUCIOS Y CRISIS DE ANSIEDAD*




Los lectores están al caso de mi íntima relación con mi compadre Enric Oltra, a la vez que tal vez estén al caso que este dedica algún tiempo a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Por ello, de vez en cuando, me llega un noticiario verbal de la casuística que circula por esa activa entidad, que según mi otro yo, refleja la situación de los estratos sociales más perjudicados por la crisis y anticipa situaciones que están por llegar en tiempos no muy lejanos.

Es obvio que lo que ocurre en los locales en los que la PAH celebra asambleas, asesora familias y establece tácticas y estrategias, el hilo conductor es la vivienda. Mejor dicho, básicamente la vivienda hipotecada. Es una capa de las muchas que están afectadas por la carencia de trabajo (y por lo tanto de sueldo), de ingresos muy bajos (sean o no subsidios públicos o  ingresos provenientes de la precariedad en sus múltiples versiones), de cierre de pequeños negocios sin colchón donde caer. Esa capa es significativa por su número y a la vez representativa del conjunto social que sin tener hipoteca impagada tiene alquiler pendiente del hilo judicial o de aquellos que disponiendo ya de vivienda sin coste no disponen de recursos para asuntos tan básicos como la alimentación o para cualquier actividad necesaria para una vida mínimamente digna. Menores y mayores incluidos.

La visión directa de esa realidad, es decir, escuchar los relatos en directo que los afectados hacen en la PAH sobre su situación, sobre el trato recibido de los bancos, de las administraciones, etc. incrementa en mucho la impresión que se obtiene de las lecturas de estadísticas y de la contemplación televisiva del “Gran Recapte”, por ejemplo. Se trata, probablemente, de una especie de trabajo de análisis financiero, de inyección de ánimo, de orientación administrativa, de acompañamiento traductor y de descarga de parte de los pesos muertos que la miseria económica incorpora. La PAHimpulsa el activismo, ocupaciones, protestas, etc. que causan simpatía en la población y refuerzan la moral de los afectados. Los resultados que se obtienen, en términos de mantenimiento de la vivienda, de ahorro de costes son realmente buenos. En el caso concreto de la PAH a la que mi compadre asiste, nadie que haya mantenido su participación activa (es decir que no haya “abandonado”) se ha quedado en la calle junto a sus muebles. Eso sí, en su mayoría ha perdido su presunta propiedad.

Las soluciones, hay que reconocerlo, son temporales, contratos de alquiler por dos o tres años, eliminación de las deudas complementarias con la banca hipotecante, salvación de avalistas, etc. Pero el problema se mantiene amenazante en función de que el parque de vivienda pública de alquiler es escaso, insuficiente para las necesidades actuales y alarmantemente decrecientes para lo que se avecina. Y eso con la experiencia que hay disponible y los bajos precios con que la banca rescatada valora esos activos.

La banca salvada con los fondos públicos, es decir con los recursos recortados a la sanidad, a la educación, a las prestaciones sociales, está siendo vendida por cuatro cuartos en un proceso de oligopolización bancaria impresionante.

Eso comporta consecuencias sobre las hipotecas impagadas y sobre el parque de viviendas en manos de la banca destinada a la venta. Catalunya Caixa ya ha sido vendida y en estos momentos los que no cumplen con los pagos hipotecarios reciben una nota en la que se les dice que hasta el 31 de Marzo del próximo año pueden estar felices, pagar o no pagar, pagar algo o un poco más, pero nadie les molestará si firman un acuerdo con el banco. Y eso, ¿por qué?  Simplemente porque Catalunya Caixa ha vendido a una empresa buitre, Blackstone, su cartera de viviendas y de contratos de riesgo (algunos dicen que al 40% del valor de tasación actual de la vivienda afectada). El resultado es que en el inmediato futuro no habrá interlocutor accesible para negociar alquileres sociales y nadie sobre el que hacer presión popular. Blackstone, probablemente, eliminará las deudas resultantes de las hipotecas impagadas, pero la familia tendrá que abandonar la vivienda ipso facto. Para colocar sus inversiones, las tendrá que limpiar de “molestias”, es decir de residentes a bajo precio.

Al parecer, Bankia está en un proceso parecido. Prevé que un plazo relativamente corto su venta se confirme y para hacerla más atractiva para los inversores hipotéticos va a hacer, también, limpieza de activos molestos (hipotecas, créditos a la vivienda, etc. en fase de impago o de dudosa solvencia), con el método ya tradicional de colocarlos en las garras de fondos de inversión especializados en el degüello de deudores y residentes de poco fiar. Si hasta ahora, una parte de los afectados por embargos o de amenazas de embargo obtenían una dación en pago, la eliminación de todo o parte de la deuda consecuente y un alquiler al alcance de su crisis familiar, esto va a acabarse rápidamente. La operación de Catalunya Caixa sumada a la de Bankia puede comportar una intensificación de los problemas habitacionales que ni la PAH, ni la madre que los parió podrá hacerle frente con un mínimo de éxito.

Añado algo más que puede enturbiar en varios grados el futuro de muchos. Algunas entidades financieras, por motivos especialmente de imagen corporativa (no excluyo la influencia de cierta humanidad) han intentado que con mecanismos financieros diversos la crisis del embargo se aplazara, años incluso. La operación tiene sentido si el ciclo económico implicara una clara mejoría trasladable a las familias. Si estas mejorasen su situación de forma suficiente para enfrentar la realidad de su deuda al finalizar los periodos de “tolerancia” bancaria, la cosa tendría sentido. Todo nos dice que no va a ser así, la nueva ocupación es tremendamente endeble, con reducciones salariales sensibles, lo que no dará con toda probabilidad la capacidad de pago cuando vuelva el mes con cuota hipotecaria completa. Ahí tendremos un nuevo reto: ¿seguirá esa banca “tolerante” con el mismo mecanismo para dar más tiempo aún a los afectados?, ¿o romperá la baraja y emprenderá la vía del juzgado en pos de un embargo y lo que le cuelga? Como ven son cuestiones no menores, ni económicamente, ni socialmente.

Desde las cimas administrativas y políticas que tienen mando en plaza se ignora totalmente esas realidades, como mucho se apoya la creación de redes de caridad modernizadas respecto a las que la memoria nos recuerda y adornadas con términos más actuales, sensibilidad, solidaridad, etc. Incluso con programas de intensa emotividad en los medios. La Cruz Roja, Cáritas y otras entidades religiosas o no hacen su papel, con acierto y esfuerzo, pero para lo que viene, ni la caridad institucionalizada, ni la solidaridad de los ciudadanos tienen mucho que hacer en términos de eficacia.

Las preguntas son:

¿Se mantendrá la vivienda como objeto especulativo, pese a existir (y por bastante tiempo) un parque de viviendas vacías perfectamente capaz de absorber la demanda, que en parte no es solvente por la crisis? Eso significa, ¿vamos a tener un porcentaje significativo de ciudadanos sin vivienda y un porcentaje de viviendas vacías y sin uso para una población muy superior a la existente?

Si alguien tiene una respuesta razonable, me gustaría conocerla.

Lluís Casas bajo el puente de Calatrava, faltaría más.


* El título es un homenaje a la persona que esta semana tuvo que ser auxiliada en la PAH a causa de una grave crisis de ansiedad producto de su situación crítica. Finalmente, se consiguió un contrato de alquiler muy asequible, incluso para ella.