viernes, 26 de junio de 2015

Todo o nada

Recién llegado el verano se inicia la cuenta atrás. Me explico: quedan, en principio, tres meses casi exactos hasta el 27 de septiembre, cuando deberían celebrarse unas peculiares elecciones a la Generalitat de Catalunya.
El asunto, planteado desde la cúpula partidista de CDC (excluyo ya UDC) y en términos plebiscitarios al respecto de la independencia de Catalunya, tiene no solo un montón de aristas peligrosas, sino que las interrogantes sobre el sí son todavía de consideración. Unas “simples” elecciones estatales pueden detener la convocatoria catalana, y esta es una posibilidad por la que grupos de presión e intereses políticos trabajan a destajo.
No entro a comentar las innumerables aristas que comporta que unas elecciones políticas, de representatividad política, puedan devenir con cierta normalidad en un referéndum por la independencia. Eso está ya muy trabajado.
Mi interés radica en poner de manifiesto mi perplejidad sobre lo que me demandan los partidos y entidades que quieren que esas elecciones (convocadas por segunda vez prematuramente respecto al periodo normal de legislatura) definan el futuro del país entre dos extremos: uno la independencia,  si existe una mayoría parlamentaria partidaria de ello. El otro, una indefinición profunda, una especie de agujero negro, si los resultados no dan con claridad el triunfo de la primera opción.
Ha habido un proceso mágico que cambió las claves en que se situaba la mayoría de catalanes: el llamado “dret a decidir”, procedimiento a través del cual el personal se definía entre varias opciones que permitían una cierta lógica de situación: desde el no hay que tocar nada, hasta la independencia. En medio dos o más opciones que basculaban entre el federalismo asimétrico y el confederalismo. En síntesis, te preguntaban quien eras con una cierta facilidad de respuesta.
Hoy el asunto ha dado un vuelco simplificatorio solo en apariencia. Si votas a los partidos, coaliciones o listas del President en las cuales la independencia es el núcleo vital, se sitúas a un lado. Si votas cualquier otra posibilidad, estas en el otro. A eso yo le llamo división en dos, cuando en el país los divisores son más abundantes y los sumandos y multiplicadores también.
He hecho una especie de valoración sobre los dos posibles resultados de cómo me afectaría en mis relaciones familiares, amistosas, políticas, vecinales, etc. Doy como dato que esas relaciones están en su inmensa mayoría en el campo de la democracia, del catalanismo integrador, del respeto al vecino, de la defensa de la cultura y de la lengua catalanas, de una mejor financiación de los sistemas de bienestar social, de una mejora en la capacidad de decisión sobre les estrategias inversoras públicas, etc. No les canso, puesto que doy por certificado que entienden bien lo que les digo. Les informo también que muchos de ellos son claramente independentistas y algunos con algo más que fervor patrio.
Mi pregunta es la siguiente: ¿en el estado actual de las cosas, pendiente de saber con cierto detalle tanto el estado global de la opinión en Catalunya al respecto, como sus múltiples variedades, mis amigos y conocidos han de tensar sus relaciones al límite de romperse en dos grandes grupos, que en realidad tienen gran cantidad de puentes entre ellos?
No estoy diciendo un no a la independencia: estoy afirmando que, para mí, no vale la pena perder amistades, conocimientos y trato cercano por un asunto que, en general, se resuelve despacio y con mucho tiempo de tolerancia y confluencia. Tener razones no implica imponerlas sin dar el tiempo, los argumentos y el modelo de sociedad para confluir en porcentajes que no generen la más mínima duda. La experiencia escocesa está bien cercana en el tiempo y un no se ha transformado en una mayoría significativa solo meses después, cuando el elector ha comprobado la manipulación del no.
Lógicamente, tengo que reconocer que la operación Escocia aquí está falta de la primera instancia: la convocatoria del referéndum, del “dret a decidir”, por lo que debo aceptar que la impaciencia no es solo producto sentimental, sino el resultado de los oídos sordos al voto.
Pero aunque ello es así, sigo interrogándome sobre ese riesgo de ruptura social que me parece advertir con claridad en unas elecciones plebiscitarias. Si además, las elecciones estatales están al caer, ¿por qué no dar oportunidades a alternativas con las que se podría hablar con cierta confianza en que escuchen y reflexionen? Se trata de pocos meses, tres a lo sumo, con los que el panorama del estado puede haber cambiado mucho.
Todo ello me lleva a una reflexión que afecta solo a una parte del componente independentista “ahora ya”. Y es que el plebiscito no solo es para resolver la cuestión de la independencia, sino el problema de la hegemonía política en Catalunya, cuando los anteriores detentadores se sienten claramente superados por la enormidad de los pecados cometidos.
Insisto en lo dicho, no veo porqué he de distanciarme de mis compañías habituales si no son independentistas. Hasta hoy, entre nosotros la cosa ha funcionado mejor de lo imaginado.

Lluís Casas repasando la agenda.


viernes, 1 de mayo de 2015

La corrupción en el sistema de salud de Cataluña

Asistimos estos días a un lamentable espectáculo en torno a la chapucería corrupta en distintos centros sanitarios de Catalunya. La ciudad de Reus con su casi nuevo hospital tiene las cabeceras de los periódicos ocupadas, así como algunas celdas preventivas. No es el único caso, hay muchos otros que arrastran más o menos lánguidamente su existencia judicial desde hace años, en el Maresme y en otras comarcas.

El asunto de la corrupción en la sanidad tiene larga trayectoria y ha producido ejemplos de clarificación, de difusión de las oscuras maniobras de políticos y de gestores que se han plasmado incluso en revistas ad hoc (Café amb llet, por ejemplo), así como en movimientos de sanitarios por la honradez en sus centros de trabajo, el Sant Pau, sin ir más lejos.

Al problema de la corrupción, que tiene múltiples formas y consecuencias, hay que añadir una faceta colateral, o mejor dos. La primera es la paulatina privatización de los servicios mediante variadas formas más o menos discretas, en las que el actual conceller, como eficiente representante de la sanidad privada, se aplica con dedicación, tozudez y no sé si con eficacia, dados los escándalos que protagoniza. Otra forma, más o menos parecida es la transformación de centros públicos en una especie de sanidad mixta con dos colas: la pública con listas de espera y la privada, pagando, y con rapidez inmediata en las actuaciones. El caso del Clínic como paradigma.

Según mi punto de vista, y encantado de incorporar otros, el asunto hunde sus raíces en la más remota lejanía: en el momento en que se crean sistemas de salud públicos merecedores de tal nombre y no únicamente como sistemas de beneficencia. La doble actuación profesional, privada y pública, de muchos profesionales era uno de sus puntales, la acción de las farmacéuticas sobre la decisión terapéutica para colocar sus productos otra, la inversión en tecnología una más y finalmente el simple hecho constructivo, factor de reparto de beneficios en base a costes no previstos la final.

De hecho, todo ello se reduce a entender que el sistema de salud mueve inevitablemente un altísimo presupuesto público, en el que intervienen sectores enormemente variados. Un pastel muy substancioso que mantiene alerta a los buitres existentes en todas partes. No es pues de extrañar la aparición de casos de corrupción, lo que no debe generar conformidad en absoluto, sino, al contrario, métodos de control y sistemas de organización que eviten tentaciones, así como mecanismos “de castigo” lo suficientemente inhibidores de las acciones auto benefactoras.

Eso ocurre en casi todas partes, la corrupción no es una característica catalana exclusiva, ni tampoco lo es la corrupción en la sanidad. Ocurre, sin embargo, que el sistema catalán de salud tiene sus especificadas que tanto han tendido a lograr un sistema de calidad asistencial reconocida, como a derivar hacia los subproductos de la corruptela o del negocio privado.

La peculiaridad catalana es la convivencia (y ahora connivencia) entre centros públicos de diversa procedencia (municipales, de entidades sin ánimo de lucro, del sistema estatal transferido, etc.) y centros privados que obtienen calificaciones técnicas que les abren la puerta a los conciertos u a otras formas de relación con el sistema público. Esa amalgama generó en su momento una oferta sanitaria pública amplia en términos relativos e históricos. Fue más rápido en su día la incorporación del concierto que la creación de centros estrictamente públicos. El problema surgió en cuanto un sistema montado sobre la buena idea de aprovechar lo existente se consolida como un mecanismo en el cual lo público y lo privado se mezclan sin apenas distinción. Añadamos una crisis de financiación del sistema que tiende a provocar presiones y tensiones sobre el presupuesto público y la evidente desviación de una parte de este hacia los centros de propiedad privada a costa del cierre total o parcial de los centros exclusivamente públicos.

Ese sistema mixto ha dado en crear una población profesional de gestores que son expertos en eso que damos en llamar puertas giratorias, un día en un centro público y al siguiente en uno privado, ambos financiados por el presupuesto público y con una clientela parecida en parte. Esos gestores (trasmutados a menudo en políticos, como es el caso extremo del consejero actual) o en asesores eminentes tiene intereses propios, distintos de los objetivos sanitarios, como sueldos y prebendas, influencia y la deriva a obtener ingresos como proveedores del sistema. Los casos en los que la limpieza, la tecnología, etc. son dirigidos por empresas con propietarios, directivos o accionistas eminentes e íntimamente vinculados al sistema público de salud o a los mecanismos políticos relacionados, son legión.

El monstruo actual sanitario catalán ha tenido patrocinadores de dos ámbitos políticos que están a la greña en casi todo, excepto en eso. Han aplicado el “ahora yo, pero tú, tranquilo, que tendrás permanencia”, “ahora al revés, me devuelves el favor”. Miren sino la lista de consejeros o consejeras de los distintos gobiernos y, sobretodo, el elenco de altos gestores. Ahí está una buena parte de la explicación del problema.

Observen también el confuso sistema organizativo, tanto técnico, como territorial de la sanidad catalana. Es una maraña de entidades, consorcios, coordinaciones territoriales, sistemas de participación local y un etcétera que podría necesitar una enciclopedia británica para describirlo. El gasto en nómina orgánica es de aúpa, el rendimiento obtenido es, ahora, más bien discreto. Pero hay sitio para todos, los que entran y los que salen de forma periódica y sistemática.

A pesar de todo, gracias al excelente nivel profesional de los sanitarios, el sistema es aún salvable y relativamente eficiente. Con una sola condición, que el sistema político, el profesional y la ciudadanía en general consigan una recomposición total de la sanidad, eliminando las dobles vías privadas, consolidando el sistema público único y simplificando el maremágnum organizativo.

Lo dejo momentáneamente aquí y espero que otros aporten más y mejores consideraciones.



Lluís Casas con la pata quebrada, camino de la manifestación del Primero de Mayo.

viernes, 10 de abril de 2015

Alternativas

Una vez contempladas con calma las elecciones andaluzas y antes de ver los resultados de las próximas del mes de Mayo, locales y autonómicas, me pongo a trasladar en papel digital algunas reflexiones sobre el conjunto de movimientos, partidos y otras construcciones efímeras que han participado en lo que podríamos llamar, con optimismo de la razón,  las alternativas al estatus quo.

Observemos, primero, una lista aproximativa de esos elementos variados que al mayor o al detall se han lanzado a limitar primero los daños del liberalismo exacerbado, de los recortes en servicios de bienestar o en derechos sociales y civiles y complementariamente  a edificar partidos y propuestas unitarias que se proponen como gobiernos más cercanos al pueblo y a sus problemas de existencia digna.

Empiezo con las llamadas mareas: verdes, naranjas, blancas, etc. según el sector a reivindicar; la vivienda, la escuela, la sanidad, los servicios sociales, etc. Los colores identificativos son esencialmente las únicas diferencias constatables entre ellas, al margen de las teorificaciones de cada sector. En todas se trata de la defensa del servicio público, de la calidad de este, de la no discriminación entre los ciudadanos y del entendimiento que esos servicios son la base de una sociedad cohesionada y justa, en la medida de lo posible. Las mareas no se han compuesto por arte de magia, ahí están los sindicatos como elementos estructuradores y agitadores de la calma chicha. También algunos partidos o elementos afines que desde las izquierdas han enlazado sus propuestas esenciales y sus actividades políticas con la reivindicación concreta en la calle.

La segunda parte de la lista, la confeccionaría con los variados motivos de la estricta alternativa política, centrada en “otra forma de hacer política” y con “otros elementos para hacer política” resumen ambas de largas perífrasis que no caben en un artículo. Ahí tenemos movimientos reivindicativos con una base política explicita, aunque a menudo sin escasos elementos descriptivos del qué y el cómo. Muy a menudo esas “propuestas” se han construido a la contra, utilizando un análisis histórico como mínimo controvertido (la transición principalmente) y con elocuentes artilugios verbales, como la mentada casta. Son opciones con gran fuerza mediática, muy dadas a la estigmatización de la oposición existente hasta ahora y ciertamente sectarias a la integración de sensibilidades. Unas han derivado programadamente en partido político, otras en estructuras más laxas y abiertas. Las hay de raigambre más o menos local y otras de grandes ambiciones estatales. Evito nombrarlas, dado que no puedo garantizar la acertada calificación de cada una, si la hubiera.

Añado como tercera parte, la que surge producto de la crisis o de la reflexión de las estructuras políticas existentes. Me refiero principalmente a los partidos de izquierda y al mundo sindical organizado. También ahí hay cambio, en algunos casos sincero y en otros puramente oportunista. También podemos establecer que el movimiento que se produce es por causas obligadas, rupturas y fracasos electorales sonados, o por cuestiones de análisis del futuro y de sus expectativas. No me alargo en la cuestión para evitar broncas conmigo mismo.

Introduzco también, inevitablemente, los cambios que se producen en los medios de comunicación tradicionales y la explosión digital de los nuevos. De golpe, los medios han perdido el aura de cierta objetividad matizada y han entrado de lleno en el sector facineroso del titular y del impulso a uno u a otro a elección del capital o crédito preferente y de los intereses puramente mercachifles. El nuevo mundo digital está dando la batalla ya sin la hipócrita seriedad u objetividad con que nos han ido metiendo goles a mansalva durante tantos años los medios sospechosos habituales. Este magma, que me siento inútil en describirlo, es explosivo o puede serlo.

Añado finalmente, pero solo por la circunstancia de la limitación articular, el surgimiento desenfadado de una conciencia, siempre existente, de que esto no es exactamente democracia y a por ellos. No les escribo sobre organizaciones, plataformas y demás, sino de sentimiento profundo y de cierta conciencia exigente con dejar el salón y salir a la plaza. La crisis económica, mejor dicho: la crisis de la especulación urbanística/constructora y financiera, han hecho mucho por este despertar. La visión diaria de los desalojos de la vivienda, de las dificultades en alimentar a la familia, del paro permanente y del puesto de trabajo retribuido por debajo de las necesidades básicas, son elementos que insuflan malestar y a menudo necesidad de cierta acción.

Paso ahora a lo más interesante para mí, ya veremos si para los lectores. Todo ese movimiento o movimientos hacer pensar y hasta hace poco prever cambios de gran profundidad tanto en las estructuras de representación política, como en la forma del gobierno y la relación con el ciudadano-votante. En algunos momentos la expectativa de cambio ha sido extraordinariamente intensa y ha movilizado partidarios y detractores y sus respectivos ejércitos a sueldo (sueldos harto distintos, todo hay que decirlo). El resultado andaluz ha supuesto una sensible rebaja en aquellas expectativas y estamos a la espera de las flores de mayo para confirmar o no cualquiera de las alternativas.

Pienso que una de las debilidades de eso que mal llamamos movimientos alternativos ha sido una falta profunda de capacidad organizativa y de coordinación (ahí sale el leninista, qué le vamos a hacer). Hemos asistido semana si, semana no a mítines, manifestaciones sectoriales que no han cuajado en algo coherente y conjunto. La explosión de organizaciones político electorales se ha producido con edificaciones harto inestables y sobre suelos un tanto peligrosos.

Son muchas las localidades en donde los impulsores de la alternativa coinciden con personajes que como mínimo cabe considerarlos como una curiosidad política o sociológica. La falta experimental en la acción política de los nuevos, así como las resistencias numantinas de algunos viejos han dado en producir cosas realmente curiosas: 3 o 4 ofertas electorales con el término unitario en las siglas en una misma localidad.

En fin, no quiero alargarme, simplemente noto a faltar una acción de coherencia organizativa (no una síntesis al estilo PSOE) que pueda realmente planear la gobernabilidad administrativa y política. No olvidemos que la mentada tantas veces experiencia de Syriza es producto de años de práctica política en una unidad diversa.

El acento que pongo en lo anterior me da la impresión que se afirma con lo que Andalucía nos anuncia: trasvase de votos en la izquierda y en la derecha, pero estabilización matizada del estatus quo,  ¿o no?


miércoles, 25 de marzo de 2015

IMPRESIONES PESIMISTAS SOBRE LAS ELECCIONES ANDALUZAS

Me permito una lectura rápida de los resultados andaluces, sin dejar reposar la cosa. Ciertamente es un riesgo, pero creo que en esta ocasión lo hay menos.

En primer lugar señalo que para mí, el probable vuelco del bipartidismo no se ha producido. Tanto el PSOE (sobretodo él), como el PP terminan muy vivos los dos. Obviamente el PP ha sufrido las consecuencias de un gobierno de recorte social y de un autoritarismo muy duro. En cambio el PSOE, asociado a una política muy liberal también y en concierto bancario permanente, ha mantenido el tipo. Pienso que ni a uno, ni a otro le ha afectado el escándalo absoluto de la corrupción, que en Andalucía tiene bien señalado al PSOE.

En segundo lugar, los cambios reales se producen a la izquierda y sobre IU, un elemento sin afectaciones corruptas y con un CV de defensa de los derechos sociales sin discusión. La inmovilidad de IU lo ha relegado a ser el alumno castigado por llegar tarde, cuando el resto, premiados, no habían ni llegado o simplemente no iban a clase. El asunto tiene un doble daño, el primero la reducción parlamentaria a una torre de defensa y el segundo la absorción de voto de un recién llegado sin características claras y que tampoco ha cumplido con sus expectativas de obligar a cambios profundos. Podemos podrá agitar el parlamento andaluz, pero tengo serias dudas de su influencia real sobre los problemas profundos de esa comunidad.

La derecha, el PP, se da un batacazo, cierto. Pero  no es de consecuencias definitivas. Conserva un amplio poder de convocatoria que le permitirá mantener las posiciones tradicionales en Andalucía. Añado que además, Ciudadanos se queda con una parte urbana y joven del electorado de derechas, probablemente expulsada por la extrema derecha popular que ha hecho imposible recoger de nuevo el voto de centro.

El fututo inmediato es un gobierno en solitario del PSOE, al que le han eliminado al adversario matizador (IU), pero al que le han creado una amplia huerta en donde recoger lo necesario para ir tirando con su red clientelar con ayudas puntuales. Ahora este, después aquel, simplemente siguiendo la capacidad infinita de no decir nada, ni de comprometer nada de su presidenta. Muy dada a llenarse la boca de elementos simplemente emocionales. No veo por ningún lado la posibilidad de unas políticas que enfrente realmente la estructura económica y social andaluza y que sirvan en los pocos meses de gestión para hacer demostración de que el PSOE se ha aprendido la lección.

Si algo hay que recoger de esta experiencia aún muy inmediata, es que hay que alcanzar acuerdos hacia la izquierda, sin fragmentación y con posiciones sólidas y claras. En las próximas elecciones locales hay un gran espacio para ello, a pesar de su proximidad. Por ejemplo:

¿A alguien le cabe en la cabeza que en Badalona, la tercera ciudad en habitantes de Catalunya, vayan a presentarse al menos tres alternativas de izquierda con nombre unitario? El resultado de ello es simple, un alcalde de extrema derecha, fascistoide, puede seguir en la alcaldía. Y no es el único caso cercano.

El reflejo sobre las elecciones generales está demasiado lejano en estos días que son tan dados a vuelcos vertiginosos, de apariencia letal, pero de esencia meramente mediática. Esperemos.



sábado, 7 de febrero de 2015

Grecia y la crisis en Europa

El éxito de la izquierda nueva y renovada en Grecia ha ocupado, ocupa y ocupará noticias y titulares durante un buen periodo de tiempo.

Obviamente Syriza ha tomado medidas tan inmediatas (el nombramiento de jefe de Gobierno y de los ministros se ha producido a una velocidad sorprendente para los trámites que existen en estos pagos) que ha generado en parte sorpresa, alivio y sobre todo esperanza a un lado y una enorme presión mediática por el otro. Se cita la falta de reformas serias y estructurales ahora como si la responsabilidad fuera del nuevo ejecutivo y no del aparato político-económico que llevó a Grecia a la quiebra y la ha mantenido en una fase de empobrecimiento crónico, excepto, claro está, para las élites de siempre. Es obvio que el gobierno de Tsipras y de Varoufakis va a cometer errores, va a tener que rectificar decisiones para encontrar la vía posible para la recuperación de su país y para aligerar la carga brutal que soportan la mayoría de los griegos, sin que sus esfuerzos hayan servido para algo práctico hasta ahora. Ya hay en los medios miles de propuestas para que lo iniciado derive en lo de siempre.

A pesar de ciertas críticas a bote pronto, como centrarse en la falta de mujeres en el Gobierno, se está estableciendo entre muchos que el nuevo gobierno y el partido del que surge va a poner toda la carne en el asador de la troika, el BCE, Alemania y otros impasibles aparentes de la política de ajuste y recorre, caiga quien caiga. Es evidente el esfuerzo por plantar cara a las no soluciones practicadas hasta ahora. Como Syzira ya esperaba, sus acciones van a ser contestadas con presiones financieras y de cualquier otro tipo (la ayuda técnica de Barack Obama no va a servir de mucho). El acuerdo con una derecha nacionalista y el nombramiento de su líder como ministro de defensa apuntan certeramente a las medidas de orden interno para evitar conflictos de orden histórico y donde va a estar una buena parte de la defensa y ataque del nuevo gobierno griego.

Como todo ello está más que de actualidad y comentado desde casi todos los puntos de vista, voy a ir por otros caminos apenas esbozados en algún artículo aislado.

Me refiero a una vuelta a la política “nacional” (no me preocuparía llamarla nacionalista) en Europa, política que teóricamente debería ser ya inexistente de acuerdo con los fundamentos iniciales de la UE, ya desde los años cincuenta. Esa política ”nacional” significa que los intereses de cada país o coalición de países son los ejes primarios sobre los que pivota la acción diplomática, los movimientos estatales económicos, los esfuerzos militares y una larga lista de instrumentos de presión, defensivos u ofensivos (que vienen a ser lo mismo de facto). Históricamente, la instrumentación de la presión sobre el eje militar ha sido manifiesta, hoy se ha desplazado hacia las herramientas económicas estatales o privadas. Simplemente recordar lo que hace cien años se vivió: la lenta e inexorable marcha hacia la guerra en base a un conjunto de ideas y concepciones de alto riesgo y nulo resultado.

No ha sido Grecia la que ha impulsado esa recomposición de algo que creíamos ya al margen. La crisis ucraniana nos muestra cruelmente que la trayectoria de retorno a las viejas políticas de hegemonía era ya cosa en marcha. Una crisis, la de Ucrania, que se parece excesivamente a la crisis balcánica de los noventa para que no haya relación entre ellas. Como hay parecido con el juego internacional sobre los restos del estado soviético a principios de los noventa. La acción de la OTAN y de la UE sobre los países del entorno soviético fue (y es) algo más que la incorporación al capitalismo. Ha habido des de el primer día una apuesta de carácter estratégico hacia el este europeo. No añado más simplemente porque me circunscribo a Europa.

Un primer paso del nuevo gobierno griego ha sido posicionarse diferente frente a las presiones sobre Rusia de la UE. En la UE el estado griego tiene tanto poder como cualquier otro, hasta el veto si hace falta. ¿Ha sido simplemente una táctica, un aviso para el resto de “socios” de la UE? o, simplemente la aceptación de que hoy por hoy, la UE no puede verse como un conjunto de socios que actúa en beneficio de todos y sin generar sospechas fuera, sino una estructura política internacional en la que Alemania maneja en propio interés (o ideología o cultura) los instrumentos fundamentales de la cooperación generada durante cuarenta años.

Ese surgimiento del interés “nacional” griego no es más que la advertencia general de como se está comportando una buena parte de la UE respecto a la crisis, la deuda y el desarrollo de elementos de recuperación económica. No es solo una política “nacional”, sino de clase o de intereses hegemónicos: la banca alemana en primer término. El ministro de economía griego lo ha expresado muy gráficamente, así como su primer ministro en una carta a la población alemana.

Eso no significa que volvamos a los tiempos de la entente, de la triple alianza o cosa parecida. Mucho ha cambiado Europa para ser tan simple como para pensarlo. Lo que si sugiero es que la configuración de la UE como algo estabilizador, pacífico y colaborador en política interna e internacional ha cambiado. Internacionalmente, la UE no ha conseguido establecer una política propia y ha seguido los intereses de su socio trasatlántico en la OTAN en múltiples conflictos, algunos de los cuales han estallado en su propia casa o en la de su vecino inmediato. Internamente, tampoco se ha consolidado el cuajo europeo como un conjunto de verdaderos socios con intereses comunes y respeto entre iguales. El acuerdo inglés ha sido siempre la sombra iniciática del mal camino y la imposición alemana sobre la economía del euro el remache de lo erróneo del camino.

En su momento pensé que Maastricht era una ocasión que con graves defectos y faltas debía ser utilizada como plataforma para dar los pasos definitivos hacia una Europa unida. Erré. Maastricht fue un modelo alternativo (y oculto) para una UE distinta a la pensada y desarrollada hasta entonces. Maastricht es la hegemonía de unos europeos sobre otros europeos Y quedó demostrado cuando los acuerdos se rompían si a Alemania le convenía, como en el origen de la crisis (tipos de interés bajos para que Alemania se recuperase y el Sur se endeudase).

El tratamiento mediático desde Alemania de la crisis que afectaba intensamente al sur, incluida Francia, ha sido demostrativo del renacer de un pensamiento germánico que debidamente modificado, matizado y discretamente maquillado conecta con la política del mismo Bismarck. Una ansia hegemónica de larga trayectoria histórica y nulos resultados positivos.

Hoy, con un conflicto (yo diría que paulatinamente provocado) en Ucrania que se acerca a momentos de una gravedad impensable. Rusia, con un gobierno autoritario y corrupto ha reconstruido una política “nacional” por el cerco al que se le ha sometido. Grecia, insinúa una vía de cierto parecido: los intereses “nacionales” se defienden al coste que sea.

No están equivocadas, ninguna de las dos. En el interior de muchos otros países el mismo pensamiento crece y no solamente entre los huevos de la serpiente. Miren, si no, lo que ha hecho y hace Gran Bretaña. Y observen como Alemania se ha dotado de estructuras políticas y económicas no democráticas para defender a sus bancos y a un pensamiento ciertamente rayano en el racismo sureño.


Lluís Casas entre dos celebraciones, la primera guerra mundial y la liberación de Auschwitz.

miércoles, 21 de enero de 2015

BARCELONA: CIUTAT MORTA, CIUDAD DORMIDA



Una gran parte de los ciudadanos catalanes hemos visto este fin de semana pasado un reportaje que hasta ahora había estado ocultado al público y solo podía pasearse al aire libre de su visión en círculos reducidos o en festivales, en donde era celebrado y premiado.

Esa expectación se produjo bajo los efectos que el caso a que se refiere producían a los usuarios de Facebook y otros medios de contacto digital, a los que en un masivo y reciproco envío se les llamaba a visionarlo.

El asunto relevante desde muchos puntos de vista, tuvo más relieve a causa de la intervención judicial que prohibió la emisión de una parte del reportaje  que afectaba al interrogatorio de un alto cargo de la Guardia Urbana de Barcelona por un juez. Si había expectación, aún mayor se produjo por esa mal diestra intervención y hoy se continua visionando en versión completa en los canales independientes. Al comienzo tienen un enlace con el reportaje y otro, que es, de momento, novedad al respecto.

Se trata de una emisión que produjo el pico de espectadores máximo en la historia del canal 33, en donde se emitió. Poca broma.

La comprobación de la eficacia en la difusión adecuada de los asuntos sucios de la sociedad la tenemos en la reacción de partidos y personas más o menos vinculadas al caso para que se produzca la revisión judicial de este y se vaya al fondo de todo lo que quedó por tratar o mal tratado en su primera vista judicial. Reflexión esta que tiene una enorme trascendencia, tanto en Catalunya, lugar de las fechorías, como en otras partes del estado o del mundo.

Como les tengo por enterados y como con seguridad también fueron espectadores, me ahorro la parte descriptiva que a todo artículo sesudo le corresponde. Voy a centrarme en determinar los núcleos de interés social, político, judicial y mediático que el caso aflora y voy a relacionarlos con otro asunto también de actualidad que ha sufrido y sufre un trato altamente parecido al del reportaje citado: la corrupción familiar y política de ex refundador de la patria, Jordi Pujol, su tribu familiar y su entorno personal e institucional.

Intentaré no irme por las ramas: Mal trato policial (por decirlo a la inglesa) en dos cuerpos policiales distintos, Guardia Urbana de Barcelona y Mossos d’Escuadra de Catalunya. Mala gestión policial, acumulativa durante la instrucción, me refiero al trabajo “técnico” policial para determinar hechos, causas y culpables. Huida política de los responsables, no de los hechos, sino de los implicados policiales, a los que se dejó demasiadas libertades y se les dio excesiva credibilidad. Nula sensibilidad humana, extensible hacia todos los acimuts de la sociedad. Desfachatez judicial, por decirlo sin meterme en líos, con el añadido de la durabilidad e insistencia en ello. Abandono de cualquier consideración hacia los acusados. Alejamiento mediático del asunto, tanto desde la perspectiva de los noticiarios, ofuscados como siempre por la necesidad de portadas simples y llamativas y negados para la búsqueda de las capas ocultas por la foto o por las declaraciones, no comprobadas, de responsables e influyentes personajes. Trabajo periodístico marcado a fuego por la propiedad del medio y su posición ideológica y económica.

Todo lo anterior con el aditamento que se trata de un caso que afecta a unas personas presuntamente auto excluidas de la vida oficialmente tolerable y que reflejan en su imagen, ropa, peinado, etc. esa implicación ideológica. No son los únicos que se encuentran frente a una dureza complementaria por su diferenciación. Étnicamente tenemos otros ejemplos, económicamente otros. En resumen, según las circunstancias el trato policial, el judicial y el mediático dependen de unas formas aparentes y de la pertenencia o no a unas ciertas élites o familias.

La Ciutat Morta” muestra todo eso aplicado a degüello a unas personas concretas, que afortunadamente han encontrado, tarde lamentablemente para evitarles sufrimientos, una forma de exponer y , tal vez, revertir (excepto para una) la situación. Estamos a la espera de las decisiones y consecuencias reales que se están agitando en estos momentos. Espero que no sea simplemente agitación oportunista y ahora se vaya al fondo del asunto.

Pero reportajes de ese estilo hay pocos, personas o entidades interesados en resolver, explicar o difundir asuntos parecidos en los que las instituciones creadas para una eficiente acción más parecen surgidas de la mente de Kafka, no hay muchos. A pesar del Sindic de Greuges, penúltimo baluarte del ciudadano. Por ello, quedan muchos ciudadanos colgados de una experiencia amarga que les marca de por vida.

No se han de remover muchos papeles para buscar ejemplos de ello, a diario aparecen casos en que todas o algunas de las desviaciones expuestas en  la Ciutat Morta” son protagonistas efímeras del noticiario. Recuerden las fechas del caso: si no recuerdo mal, año 2006. Un año más tarde se empieza a intentar un control sobre la policía y la acción en las comisarías, filmaciones, código ético, etc. Nada se había hecho antes y lo hecho se deshizo después. En el caso de la Justicia, yo no recuerdo intentos serios de reforma. Tal vez la memoria empieza a fallarme.

¿Conocen ustedes alguna acción legislativa para garantizar la pluralidad de los medios de difusión y la libertad del periodista de investigación? Si es así, anúncienlo, sería una enorme sorpresa. Por todo ello, he añadido al título del reportaje CIUDAD SILENCIADA, otra forma de expresarlo.

Termino con una reflexión que no responde a un afán provocativo: “La Ciutat Morta” puede ser ejemplar, el caso relatado una indecencia, pero a diario personas o familias pasan por los intersticios policiales y judiciales y son condenados a perder la vivienda, a irse a la calle y a asumir una deuda de por vida impagable y causa de la ruptura definitiva de una vida, digamos si ello fuera posible, normal. Una cosa no quita la otra. En el fondo se trata de lo mismo.

Lluís Casas desde el zulo protector.

PD. La acerada vista del juez instructor de Parapanda me llama la atención acerca de un hipotético vacío en mi análisis: ¿Dónde están las presuntas responsabilidades políticas del equipo de gobierno de la ciudad muerta?

En realidad debo reconocer que conscientemente no he querido entrar en ese jardín de forma explícita, aunque el texto que he escrito incluye tamañas responsabilidades de una forma indirecta.

Lo he hecho así, entre otras cosas por el conocimiento de personas, aparatos de seguridad y de formas de actuar de todos ellos. Me explico: se me hace difícil pensar (aunque aquí el error puede ser mayúsculo) que el alcalde u otro regidor o regidores estuvieron al tanto con detalle de los vericuetos concretos de la noche negra. Todo aparenta ser el resultado de una actuación, en principio inadecuada (y por lo tanto intolerable) de la Guardia Urbana, tal vez influida por motivos impensables.

La acción en la calle fue realizada por la Guardia Urbana en un lío entre vecinos, actuantes de una fiesta clandestina, en un local, al parecer ocupado, que deriva en enfrentamiento y en la baja lamentable de un miembro de la policía (una víctima también, no lo olvidemos). Por ello el asunto se desmanda y los sospechosos habituales entran en acción por el simple hecho de unas rastas o un corte de pelo ajedrecista.

En esa fase, tampoco veo la mano directa de un gobierno, sino la venganza de un colectivo en estado de descontrol. Posteriormente las cosas se complican con presuntas torturas policiales físicas y morales y con detenciones ligadas al azar. Es ahí en donde la responsabilidad política respecto al caso debería empezar a actual. Primero por no cortar de raíz unas acciones basadas en una venganza corporativa y posteriormente por no hacer de la prudencia frente a informes policiales el instrumento principal. La noche daba para eso, indudablemente.

Otro si, los hechos derivan hacia la policía autonómica como instructora del caso, que más fríamente que la Guardia Urbana, continúa con el mal trato y la inspección frívola de los detenidos. Como en lo anterior, en la fase de detención y primera instrucción no veo responsabilidad política, aunque si aparece en cuanto la cosa ya no es circunstancial y las noticias dan dimensión a los sucesos. Tenemos ahí una Consellera que no ha dicho ni mú.

En el aspecto judicial, la cosa no tiene más juego que el aceptar que los jueces son los jueces y así los han parido. Unos sin dolor y otros atravesados, pero todos presuntamente independientes. La responsabilidad política queda ahí muy diluida como caso concreto, aunque es indudable como norma de funcionamiento y falta de control tanto de trato como de “calidad” en el trabajo judicial.

Tampoco entro valorar la responsabilidad de la prensa y los medios, puesto que es asunto harto conocido y debatido: no hay prensa libre y responsable realmente existente, al modo de Manolo Vázquez Montalbán.

En conjunto, pues, me decido por apuntar a responsabilidades políticas de dos clases, la primera, afecta al caso concreto, responsabilidad de dejar hacer y no intervenir en poner orden y coherencia en una actuación que se les va de las manos a los ejecutores directos. En segundo lugar, a que la acción sobre la policía para que esta actúe responsablemente y con los mecanismos psicológicos preparados para no caer en respuesta a la provocación o simplemente al ansia de venganza corporativa, no fueron puestos en las fases de formación permanente de los agentes y en los mecanismos internos de control. Y eso si es mucha más responsabilidad política.

Soy, en cambio, menos descriptivo y más exigente en la actitud humana de los responsables políticos cuando casos complejos, graves y tan duros como este se producen. La acción política complementaria a la que hemos comentado debe entender la humanidad de todas las acciones y actuar adecuadamente, y esta brilló por su ausencia. Un asunto, probablemente, muy clasista, puesto que si los detenidos hubieran tenido un “protector” con poderes, los daños del caso serían muy reducidos.

Acepto el reto del instructor parapandés y reitero, para llevar la contraria a un presunto periodista que hoy anuncia que Ricard Gomá es la primera victima política del caso. No veo, por que no la hay, una responsabilidad política urbi et orbi. Esta está delimitada por las competencias de cada uno y como las ejecuta. El colectivo de gobierno de la Ciutat Morta, no entra por esa puesta tan ancha de que todos los políticos son responsables de todo.


viernes, 16 de enero de 2015

ORA PRO NOBIS: BALANCES Y ELECCIONES EN 2015




Mi amigo Joan Boada plantea en El país: “Quo vadis, 2015”, un análisis muy oportuno sobre el devenir de este 2015 en plena marcha. El asunto es en parte las elecciones previstas y una cierta esperanza en que las plataformas unitarias de izquierda cuajen y le den un sentido renovador a la política. Muy de acuerdo con ello (1).

Yo, por mi parte, añado por puro oportunismo temporal que la dimisión de Giorgio Napolitano no es un buen augurio, al margen de que la edad impone deberes ineludibles. Pero también podría pasarle a Berlusconi, coño.

Añado además que la campaña “Je suis Charlie” ofrece ángulos de un oportunismo hipócrita de dimensiones áureas. Ciertos medios que manipulan noticias y redactores se han apuntado a la libertad de expresión, ¿de quién? Me pregunto. Tal vez del Banco de Santander, de La Caixa o de esa amalgama de individuos que viven de las relaciones y de las presiones empresariales, incluidas en primera línea las mediáticas.

La asistencia a la manifestación parisina de ciertos políticos dados al exterminio racial, ideológico o simplemente al degüello de los más necesitados, también determina que frente a un acto despreciable e inútilmente cruel, no hay vergüenza para presentarse en la oficina de reclutamiento porque se sabe que esta no impone condiciones. Lo importante es la foto de la prensa “libre” y la imagen que se deriva, independientemente de su verdad o mentira.

Los dos hechos que he citado, coincidentes en el tiempo (aunque no debo olvidar la desaparición de Anita Eckeberg que da al trance con la memoria viva de una época cinematográfica espléndida y de una escena revolucionaria en la Fontana di Trevi) ofrecen un balance complementario y coincidente con el desastre de gestión de la economía y de la política en la Europa Unida(¿), que junto a la debacle producida por el cáncer de la corrupción hispánica (no cito la externa para no complicar las cosas) y la agresión permanente a los derechos y libertades con la ley mordaza y otras dan para un sentimiento no solo de cabreo, sino de sensación de Hundimiento (en mayúsculas por el film de Oliver
Hirschbiegel).
Pues bien, en este entorno tan animado y reconfortante, me hago cruces con un asunto menor en relación al mundo globalizado, pero mayor para los que nos vemos implicados en el: las elecciones, sí o no, en Catalunya. Con el teje y maneje que Artur Mas y su contra-adjunto Oriol Junqueras se llevan entre manos y pies por la fecha y las condiciones del embargo mutuo que deben hacerse.

Es obvio para el 99% de los residentes en Catalunya, sean o no votadores potenciales, que el gobierno de los mejores ha pasado a mejor vida. No solo se le ha terminado el tiempo real (el teórico puede prolongarse casi dos años), sino que su líder y conductor (2) ha demostrado a las claras, incluso elecciones mediante, que tampoco goza de una salud política que le permita elegancias y sutilezas. Hoy toca la lucha por el poder caiga quien caiga. No es ideología, ni pensamiento, tampoco las necesidades del país, las opciones independentistas o cualquier otra cuestión que estimemos relevante. Hoy simplemente se trata de ganar o no. De ahí las trampas que Mas tienden a diestro y siniestro para mejorar su posición auto elegida de líder del país. Que si lista unitaria, que si lista de independientes, que si ERC no puede incluir a quien ella considere en su lista y un etcétera que se alargará hasta que el Parlament decida por mayoría que ya está bien de “remenar l’olla” y el país necesita clarificar políticamente su situación y sus liderajes. Además la cercanía de las elecciones locales y las consiguientes al congreso y senado estatal dan a la circunstancia una gravedad temporal añadida.

En ese sentido, el President va haciendo balances de su gestión y repartiendo “urbi et orbi” cuentas de explotación de su empresa, debidamente auditadas por un amigo. Un caso clásico entre el mercantilismo actual.

Me pregunto a raíz de ello, ¿de qué debe enorgullecerse el President? Si Artur Mas i CIU, junto a unos cuantos medios transformó un gobierno de izquierdas con una acción excelente a cuestas en un “non sens” (con la ayuda inestimable de dos de los componentes de ese pacto de siete años), y se irguió en mayoría suficiente para gobernar con los apoyos de la derecha-derechona, apuntándose después al carro de las manifestaciones multitudinarias y ofreció elecciones anticipadas (políticamente y administrativamente innecesarias) para elevar su porcentaje de independencia respecto a terceros con un resultado que en cualquier otro país (dejemos a parte al estado español) hubiera supuesto su inmediato pase a una multinacional de la energía, ¿qué está ofreciendo?

Un somero repaso a la acción gubernamental de CIU y de Artur Mas no refleja nada substancial que merezca elogio o simplemente un “bastant bé”. No ha habido gobierno real, al margen de alguna “batussa” iniciática para definir el carácter duro de los recortes. Única política realmente existente y aplicada manu militari en sanidad, educación, universidades, servicios sociales, con consecuencias sociales monstruosas.

En el balance que está distribuyendo ese aspecto, ciertamente marginal para la derecha, sea nacionalista o nacionalista, no se cita. ¿Para qué? Dada su escasa importancia para la mayoría de los usuarios de esos servicios y los trabajadores implicados. Lo cierto es que, incluso leyendo u oyendo, con la mejor buena fe, el balance no acierto a entender si existe o no un resultado positivo, y si lo hay a quien ha correspondido.

En fin, como decía al comienzo: “ora pro nobis”, pues bien que lo necesitamos. Además de una paciencia de santo y un cierto grado de sordera mediática para cenar con cierto relajo y caer en manos del libro de hoy con placentera circunstancia.

Señor Junqueras, confiamos en que no le dará más cuerda al President y convocará usted mismo elecciones.

Lluís Casas en el otorrino.




(2)  Piloto preferiría él, dada su tendencia a citar a Ítaca y a Odiseo: El President debería recordar que Homero solo dejó llegar entero a Ítaca a Odiseo, sus compañeros fueron quedando por el camino, francamente en condiciones deplorables. Tal vez, el President no haya leído la Odisea, pero al menos debería haber visto el film en que Kirk Douglas protagoniza la aventura desgraciada. Otro sí, y diez años de a la deriva es mucho tiempo. ¿No creen?
(

2)  NOTA DE ACTUALIZACIÓN: El President Mas se había comprometido a establecer cosas definitivas en torno a las elecciones y a toda la parafernalia entre él y su presunto socio el señor Junqueras este Jueves, lo que nos daba a mis redactores y a mi un día de margen. Tampoco en eso ha cumplido el “senyor President” y adelantándose unas horas nos obliga no a reconsiderar nada (no hace ninguna falta), sino a comentar la jugada.
La convocatoria verbal y exclusivamente mediática de las elecciones en Catalunya para finales del mes de septiembre, pone sobre la mesa muchas dudas de cumplimiento y muchas debilidades de varios de los actores. Nueve meses es el tiempo adecuado para plantar la semilla y recoger el fruto. Un ciclo temporal consistente, sino lo relativizamos con la explosión inicial universal. Da tiempo para cumplir lo incumplido y para justificar, ocultar, decorar y poner jarrones de flores a todo lo que no se ha hecho y a lo que si se ha hecho, pero que no se quiere enseñar.
Da tiempo para que Artur Mas re edifique su propio partido, hecho minucias a estas horas en las que los socios fundadores, la familia Pujol Ferrusola, tienen citas continuas con el juzgado y con el Parlament. No tengo seguridad ninguna de que esta historia termine como debe, pero si me siento convencido que ofrece un desgaste de mucho calibre a la historia compuesta y circunfleja del poder político de la derecha catalana.
Nueve meses sirven para olvidar y para ayudar a olvidar. También podrían servir para cambiar de opinión, cosa bastante plausible en el entorno personal de estas negociaciones que hemos visto a través de un espejo.
Sirven para absorber las plataformas que han acompañado, impulsado el proceso de eclosión independentista. ERC puede perderlas y el regateador Mas sumarlas. Las señoras se lo están poniendo muy fácil, a mi parecer.
Sirve, en definitiva, para dejar con cara de pocos amigos al señor Junqueras y a que el President se sienta cómodo haciendo de las suyas con total independencia hasta después de las vacaciones.
Me pregunto: ¿tendremos o no elecciones el 27 de septiembre, Mas mediante? O estamos ante una maniobra más de Mas.
A ver quien la acierta.