viernes, 10 de abril de 2015

Alternativas

Una vez contempladas con calma las elecciones andaluzas y antes de ver los resultados de las próximas del mes de Mayo, locales y autonómicas, me pongo a trasladar en papel digital algunas reflexiones sobre el conjunto de movimientos, partidos y otras construcciones efímeras que han participado en lo que podríamos llamar, con optimismo de la razón,  las alternativas al estatus quo.

Observemos, primero, una lista aproximativa de esos elementos variados que al mayor o al detall se han lanzado a limitar primero los daños del liberalismo exacerbado, de los recortes en servicios de bienestar o en derechos sociales y civiles y complementariamente  a edificar partidos y propuestas unitarias que se proponen como gobiernos más cercanos al pueblo y a sus problemas de existencia digna.

Empiezo con las llamadas mareas: verdes, naranjas, blancas, etc. según el sector a reivindicar; la vivienda, la escuela, la sanidad, los servicios sociales, etc. Los colores identificativos son esencialmente las únicas diferencias constatables entre ellas, al margen de las teorificaciones de cada sector. En todas se trata de la defensa del servicio público, de la calidad de este, de la no discriminación entre los ciudadanos y del entendimiento que esos servicios son la base de una sociedad cohesionada y justa, en la medida de lo posible. Las mareas no se han compuesto por arte de magia, ahí están los sindicatos como elementos estructuradores y agitadores de la calma chicha. También algunos partidos o elementos afines que desde las izquierdas han enlazado sus propuestas esenciales y sus actividades políticas con la reivindicación concreta en la calle.

La segunda parte de la lista, la confeccionaría con los variados motivos de la estricta alternativa política, centrada en “otra forma de hacer política” y con “otros elementos para hacer política” resumen ambas de largas perífrasis que no caben en un artículo. Ahí tenemos movimientos reivindicativos con una base política explicita, aunque a menudo sin escasos elementos descriptivos del qué y el cómo. Muy a menudo esas “propuestas” se han construido a la contra, utilizando un análisis histórico como mínimo controvertido (la transición principalmente) y con elocuentes artilugios verbales, como la mentada casta. Son opciones con gran fuerza mediática, muy dadas a la estigmatización de la oposición existente hasta ahora y ciertamente sectarias a la integración de sensibilidades. Unas han derivado programadamente en partido político, otras en estructuras más laxas y abiertas. Las hay de raigambre más o menos local y otras de grandes ambiciones estatales. Evito nombrarlas, dado que no puedo garantizar la acertada calificación de cada una, si la hubiera.

Añado como tercera parte, la que surge producto de la crisis o de la reflexión de las estructuras políticas existentes. Me refiero principalmente a los partidos de izquierda y al mundo sindical organizado. También ahí hay cambio, en algunos casos sincero y en otros puramente oportunista. También podemos establecer que el movimiento que se produce es por causas obligadas, rupturas y fracasos electorales sonados, o por cuestiones de análisis del futuro y de sus expectativas. No me alargo en la cuestión para evitar broncas conmigo mismo.

Introduzco también, inevitablemente, los cambios que se producen en los medios de comunicación tradicionales y la explosión digital de los nuevos. De golpe, los medios han perdido el aura de cierta objetividad matizada y han entrado de lleno en el sector facineroso del titular y del impulso a uno u a otro a elección del capital o crédito preferente y de los intereses puramente mercachifles. El nuevo mundo digital está dando la batalla ya sin la hipócrita seriedad u objetividad con que nos han ido metiendo goles a mansalva durante tantos años los medios sospechosos habituales. Este magma, que me siento inútil en describirlo, es explosivo o puede serlo.

Añado finalmente, pero solo por la circunstancia de la limitación articular, el surgimiento desenfadado de una conciencia, siempre existente, de que esto no es exactamente democracia y a por ellos. No les escribo sobre organizaciones, plataformas y demás, sino de sentimiento profundo y de cierta conciencia exigente con dejar el salón y salir a la plaza. La crisis económica, mejor dicho: la crisis de la especulación urbanística/constructora y financiera, han hecho mucho por este despertar. La visión diaria de los desalojos de la vivienda, de las dificultades en alimentar a la familia, del paro permanente y del puesto de trabajo retribuido por debajo de las necesidades básicas, son elementos que insuflan malestar y a menudo necesidad de cierta acción.

Paso ahora a lo más interesante para mí, ya veremos si para los lectores. Todo ese movimiento o movimientos hacer pensar y hasta hace poco prever cambios de gran profundidad tanto en las estructuras de representación política, como en la forma del gobierno y la relación con el ciudadano-votante. En algunos momentos la expectativa de cambio ha sido extraordinariamente intensa y ha movilizado partidarios y detractores y sus respectivos ejércitos a sueldo (sueldos harto distintos, todo hay que decirlo). El resultado andaluz ha supuesto una sensible rebaja en aquellas expectativas y estamos a la espera de las flores de mayo para confirmar o no cualquiera de las alternativas.

Pienso que una de las debilidades de eso que mal llamamos movimientos alternativos ha sido una falta profunda de capacidad organizativa y de coordinación (ahí sale el leninista, qué le vamos a hacer). Hemos asistido semana si, semana no a mítines, manifestaciones sectoriales que no han cuajado en algo coherente y conjunto. La explosión de organizaciones político electorales se ha producido con edificaciones harto inestables y sobre suelos un tanto peligrosos.

Son muchas las localidades en donde los impulsores de la alternativa coinciden con personajes que como mínimo cabe considerarlos como una curiosidad política o sociológica. La falta experimental en la acción política de los nuevos, así como las resistencias numantinas de algunos viejos han dado en producir cosas realmente curiosas: 3 o 4 ofertas electorales con el término unitario en las siglas en una misma localidad.

En fin, no quiero alargarme, simplemente noto a faltar una acción de coherencia organizativa (no una síntesis al estilo PSOE) que pueda realmente planear la gobernabilidad administrativa y política. No olvidemos que la mentada tantas veces experiencia de Syriza es producto de años de práctica política en una unidad diversa.

El acento que pongo en lo anterior me da la impresión que se afirma con lo que Andalucía nos anuncia: trasvase de votos en la izquierda y en la derecha, pero estabilización matizada del estatus quo,  ¿o no?