domingo, 15 de mayo de 2016

No existe el bien (y 2)

Les considero enterados del comentario anterior sobre un caso paradigmático de desalojo en Badalona (1). Pues bien, continúo con ello puesto que a instancias de La PAH de Badalona y Catalunya Sí que Es Pot, se ha visto este miércoles una moción parlamentaria sobre esa cruel problemática.

No voy a exponerles el debate entre Lluís Rabell y la consejera del ramo, doña Meritxell Borrás. Ahí están las actas y las filmaciones para los curiosos recalcitrantes, son en total unos treinta minutos de exposición y réplicas (2). Lo que considero importante para su conocimiento y efectos oportunos es el análisis de las actitudes frente a un problema, obviamente político, pero de trascendencia humana impactante.

La moción presentada se vio acompañada por la presencia en la tribuna de invitados del Parlament de la familia afectada en pleno, padre, madre y los dos hijos de 5 y 4 años, acompañados por tres miembros de la PAH badalonesa. Añado que, en el exterior, de acuerdo con los usos y costumbres habituales, estaban un buen grupo de afectados de Badalona dando ánimos presenciales. Que es lo que corresponde.

Esa presencia testimonial se consideró necesaria a los efectos de resaltar que el debate parlamentario, que la discusión política, que el tratamiento jurídico y presupuestario tienen otra cara en la calle. Una cara compuesta por personas que sufren y a las que el tiempo de respuesta les supone un coste elevadísimo en términos psicológicos y de relación familiar y social. Una forma de ver la política con gafas de aproximación.

Pues bien, el diputado Rabell resaltó esa presencia como elemento imprescindible para dar al problema una visión de emergencia y evitar la retórica al uso en el debate parlamentario.

La respuesta de la consejera fue demoledora: no miró ni una sola vez a los afectados sentados frente a ella en la tribuna y eso que hizo dos largas intervenciones. No citó el caso concreto que llevó a Rabell a proponer la moción y no lo hizo, no por mor de ser particularista, sino simplemente porque la víctima concreta no le interesa. Su escasa empatía, ya sabida en el Parlament, quedó demostrada y en evidencia. Una persona que tiene bajo su responsabilidad la vivienda y el tremendo problema de familias expulsadas de casa y miles de casas sin familia, demostró que se maneja más o menos bien con números y letras, pero con realidades y personas no da la talla de ninguna manera. Mientras la Borrás escupía, el consejero Comín, se supone, reflexionaba, arendtianamente sobre la condición humana.

Comentando la sesión después razonamos que no era una cuestión de defensa gubernativa la actitud de la consejera. El parlamentario Rabell no usó agresividad alguna con el gobierno para la independencia, ni siquiera fue excesivamente crítico con las políticas al efecto. Hizo propuestas, cito problemas, falta de coordinación, insuficiencia de medios, enumeró medidas de bajo coste como ponerse de acuerdo con jueces, abogados, policías, administraciones, etc. para rebajar rápidamente el coste familiar de esos asuntos. En fin, daba pie a que la consejera aceptase que la situación era mejorable desde muchos puntos de vista y se remangase a ello, sin necesidad de sentirse acusada de magnicidio.

Explicado eso, les cito a reflexionar sobre las cualidades que demandamos a los políticos representantes de la ciudadanía. Queremos que no haya corruptos, pero nunca se habla de su humanidad, de su capacidad para entender las cuestiones más allá de la abstracción de las categorías sociológicas o económicas. Pienso, puesto que dejé de creer hace ya muchos años, que la solidez de carácter, las convicciones personales y la capacidad de generar actos buenos son mucho más importantes.

Si los gobiernos y los parlamentos tuviesen filtros, ese el de la empatía, el de la comprensión humana y personalizada de los problemas debería ser el primero y, tal vez, el principal. No por ello, lo reconozco, evitaríamos el gobierno en la sombra de los mercados y la aplicación de la mayoría parlamentaria a leyes en beneficio de los más poderosos. Eso es otra cuestión. Pero rebajaríamos el dolor existente.

Es lo que pedimos a la UE sobre la migración. ¿O no? Ustedes dirán.

Lluís Casas en un bajón.