jueves, 16 de marzo de 2017

Historias de Badalona (1)

María no es de Badalona; de hecho, María ni siquiera vive en Badalona. María tiene su ámbito de acción en Rambla Prim, en Barcelona, a poco más de tres kilómetros de Badalona, pero María tiene la misma losa encima que muchos ciudadanos de Lloreda, de Sant Roc, del centro de Badalona y como ellos ha encontrado el apoyo de un piquete de la PAH de Badalona. Eso justifica su adscripción badalonesa e incluso el inaugurar una posible serie de relatos.

La losa de María es muy pesada, imposible de soportar, peligrosa por demás cuando se desfallece. Esa losa, la de María, es producto de la acumulación durante muchos años de errores, de falta de oportunidades, de la soledad e incluso del rechazo social. María está en proceso judicial por impago del alquiler de una vivienda que no cumple ninguna condición de verdadera habitabilidad, incluidos diversos tipos de insectos y roedores.

María es madre de un par de gemelos de unos 10 años. Es una madre sola. Según la normativa, María y sus hijos forman una familia llamada monoparental y, además, al ser tres, se la considera incluso numerosa. María no tiene prácticamente ingresos estables, todo su pecunio consiste en el fruto de pequeños trabajos ocasionales o de temporada. María no tiene ayudas públicas que merezcan tal nombre. Tal vez María no ha sido suficientemente emprendedora en ese tipo de empresa. Tampoco las administraciones han sido sensibles a las múltiples advertencias de riesgo social emitidas por María. Ni siquiera la denuncia judicial y el inicio del procedimiento de expulsión de la vivienda han sido alertas detectadas.

Como todas las historias de este mundo, la de María tiene anécdotas curiosas: en un pequeño bar de Prim (un bar eminentemente futbolero y barcelonista), Ludi, una trabajadora del cercano centro educativo tomaba su café habitual. En una mesa próxima, María explicaba su problema a otra persona. La pequeñez del bar y la proximidad de las mesas permitieron que Ludi atendiera el contenido de la conversación y en un arranque solidario se puso a disposición de María para evitar que en las próximas 24 horas ella y sus hijos fuesen echados a mitad de la calle con lo puesto.

Recuerdo perfectamente esa tarde de principio de semana santa, cuando Ludi me llamó preguntándome si podíamos hacer un piquete de Badalona en un problema social urgente de Barcelona. Sencillo, le dije. Llamaremos a Lluís, una joya Lluís. El resolverá el problema o, al menos, nos dará tiempo para maniobrar. Y así fue. Lluís puso en marcha la máquina y el desahucio se detuvo. María y el piquete ganaron unos meses para organizarse.

María es una mujer menuda, para un veterano como el que escribe, está en plena juventud, de cara redonda y sonrisa fácil. Parece sincera, no rehúye la explicación y es luchadora. ¡Cómo, si no, habría sobrevivido hasta hoy! María se apoya en una muleta reciclada a causa de un pequeño accidente. Eso la hace doblemente interesante: es una mujer armada.

María tiene además de los gemelos, una hija, ya mayorcita, que le fue sustraída por su familia (tal vez con razón en su momento). Eso para María es una herida incurable. Se le nota, hay lágrimas cuando habla de ello.

Los gemelos forman una pareja compensada, uno es el intelectual, al que le sientan bien las matemáticas básicas que corresponden a su edad. Su hermano es más bien futbolero. Un balón es su vida. No necesita mucho más. Los dos son educados, tranquilos y apoyan a su madre con toda la fuerza que unos muchachos pueden disponer. No forman una familia conflictiva, con una razonable ayuda tendrían un futuro decente.

Han pasado unos meses cuando Ludi vuelve a llamarme. ¿te acuerdas de María? Sí. Pues necesita consejo. Allá vamos. Y se abre una historia ejemplar.
María se ha hecho con la gestión de un pequeño colmado de barrio. Lo ha limpiado, adecentado y está recuperando una clientela que empieza a conocerla y a apreciarla. Se ha vuelto una mujer de negocios. Mejor, al estilo catalán, una familia de negocios, puesto que los gemelos supervisan al final de la jornada el estado de la caja y opinan como ha ido el día. Están al caso. Ayudan, Mueven paquetes, vigilan el comercio si su madre ha de desplazarse. Están en el ajo, conscientes de lo que se juegan, pienso que intuyen la posibilidad de un gran cambio.

El local es de alquiler, el anterior propietario del colmado no cumplió con el pago del alquiler, ni de la luz. La conexión de agua está cortada. María no solo ha de remontar el negocio, sino, además, regularizar la licencia, conseguir el contrato de alquiler, pagar un presunto traspaso, ponerse al día con Endesa y con Agbar. Disponer del seguro preceptivo, convertirse en trabajadora autónoma y pagar la cotización mensual.

El tamaño de la tarea es enorme para ella, pero está dispuesta. El piquete badalonés le explica los principios elementales de la administración de un pequeño negocio. Gastos fijos, beneficios brutos, facturación, costes generales, etc.

María escucha, toma nota mental. Aprende, comprende. En una tarde se hace con la pequeña complejidad de un negocio familiar, se da cuenta del volumen de ventas que necesita para que a final de mes le quede el equivalente a un sueldo familiar. Debe hablar con los servicios técnicos municipales del distrito, debe acordar con el propietario del local un nuevo contrato de alquiler, etc. etc. Además, va a exigir las ayudas que por su situación le corresponden. Pero queda, latente, a la espera, el asunto inicial: la vivienda. La posible ejecución judicial: el temor de quedarse sin cobijo. Un asunto en el que ella y su capacidad de sobrevivencia y de lucha han llegado a su límite.

Nos hacemos cargo. Necesitamos una vivienda social pública.  ¿Quién la tiene?


Lluís Casas, orgulloso de un ser humano: María.